Brasil busca a unos 300 desaparecidos tras ceder una presa de residuos
Brasil vive la repetición de una catástrofe humana y ambiental ya conocida. De nuevo, una presa de residuos cedió el viernes pasado en una mina en el sureste del país creando un descomunal río de lodo que arrasó todo lo que encontró a su paso, incluido el comedor de los trabajadores de la empresa Vale, que opera el yacimiento. Las autoridades cifran los muertos en al menos 34 y en 299 los empleados desaparecidos. Se desconoce qué originó la rotura en la mina.
Lenilda, la esposa de Carlos Diniz, trabajaba en la cantina y es una de las empleadas a las que nadie ha logrado contactar desde el viernes. “Los compañeros me contaron que, a la hora de la rotura, ella salió corriendo, pero el lodo le atrapó las piernas”, relató Diniz ayer ante el centro de operaciones instalado en una universidad de Brumadinho, municipio del Estado de Minas Gerais en el que se ha producido la tragedia.
Un suceso similar en el mismo Estado ocurrido hace tres años en una instalación cercana, operada por la misma compañía, causó la mayor catástrofe ambiental del país sudamericano con un balance final de 19 muertos.
El turno de Diniz, que trabaja desde hace 20 años en tareas de mantenimiento de Vale (la mayor minera de Brasil y propietaria de la mina) empezaba a las 16.00, poco después de que la presa se quebrara. “La última vez que vi a mi mujer fue por la mañana antes de que ella saliera a la mina. Mis hijas no dejan de preguntar por la madre”, explica. Existe un sistema de alarma pero hay dudas de si funcionó. A Diniz los colegas a
los que ha consultado le dicen que no. Las instalaciones tenían los permisos pertinentes en regla, según la secretaria de Medio Ambiente de Minas Gerais.
El gobernador de Minas Gerais, Romeu Zema, es pesimista. “Desgraciadamente, las probabilidades de encontrar supervivientes son mínimas en este punto. Seguramente solo rescataremos cadáveres”, declaró. El panorama es desolador. Un mar de lodo rojizo ha inundado una enorme extensión de tierra. El dique minero, que no recibía nuevo material desde hacía tres años, tenía 86 metros de altura. Todavía no hay estimación de si el derrame de los más de 12 millones de metros cúbicos de desechos afectó a aldeas cercanas a la mina. Brumadinho tiene casi 40.000 habitantes.
Desde el instante en que llegaron las primeras noticias de lo ocurrido en Minas Gerais, todos en Brasil pensaron en la catástrofe de mina Mariana. Incluido el presidente de Vale, Fabio Schvartsman, que lo mencionó en su comparecencia el viernes horas después del suceso mientras las acciones de la empresa caían fuertemente en Bolsa. “¿Cómo puedo decir que aprendimos después del accidente de Mariana?”. La rotura en 2015 del dique de residuos de aquella mina derramó 40 millones de metros cúbicos de residuos (casi cuatro veces más que ahora) que además de matar a 19 personas fue letal con el medio ambiente porque recorrió 600 kilómetros hasta que desembocó en la costa de Espírito Santo.
Las operaciones en la mina Mariana siguen paralizadas a la espera de obtener una nueva licencia. Las empresas que explotaban la instalación lograron un acuerdo para pagar 20.000 millones de reales (4.600 millones de euros), paralizando demandas civiles que les reclamaban una cantidad varias veces superior.
El presidente, Jair Bolsonaro, quien sobrevoló ayer la zona afectada, tuiteó que es “difícil estar ante este panorama y no emocionarse”. Y añadió una promesa: “Haremos todo lo que esté a nuestro alcance para atender a las víctimas, minimizar daños, averiguar lo ocurrido, que se haga justicia y prevenir nuevas tragedias como las de Mariana y Brumadinho por el bien de los brasileños y del medio ambiente”.
De momento, la justicia de Minas Gerais decretó el bloqueo de cuentas bancarias de la compañía por un valor de 5.000 millones de reales (1.162 millones de euros),
La presa que colapsó el viernes obtuvo en diciembre pasado la autorización para el reaprovechamiento de los residuos y el desmantelamiento del depósito, según Medio Ambiente de Minas Gerais. El máximo ejecutivo de Vale, la propietaria, ha explicado que las instalaciones fueron auditadas periódicamente por firmas que avalaban su estabilidad.
Con los ojos hinchados de llorar, Bianca buscaba ayer información sobre su marido, Fauler Douglas, que trabajaba para una subcontrata de Vale. No lograba encontrar el nombre de su esposo en ninguna de las listas. La enfermera María Cristiane, empleada de la empresa minera, intentaba calmarla y ayudarla. Cristiane, que entraba a trabajar a las siete de la tarde, no había podido dormir pensando en los colegas que están desaparecidos. “Perdí la esperanza por los que trabajaban en el consultorio conmigo y estaban allí a la hora de la tragedia, fue uno de los primeros en ser alcanzados por el lodo”, revela.
Con información de desde Brasilia,
desde São Paulo.
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