Del júbilo al desencanto
Ilusionaron hace cinco años en una época de desconfianza en la política. Hoy el partido vive inmerso en una crisis permanente sin final a la vista. ¿Queda algo del primer impulso?
R. Todo lo que esté en mi mano lo haré. Espero que la dirección de Podemos tome la decisión correcta. Ganar no se hace solo con los que piensan como uno.
P. Eso pensaron sus compañeros de Andalucía cuando se unieron a IU y formaron Adelante Andalucía. Perdieron 300.000 votos.
R. No conozco mucho el caso andaluz y respeto la decisión de los compañeros. Estoy siguiendo el camino de Manuela Carmena. P. ¿La diferencia es Carmena? R. No, la diferencia es una forma de hacer las cosas que da por hecho que no basta con sumar partidos.
P. ¿Qué distingue a la alcaldesa de Madrid de otros líderes?
R. Tiene capacidad estratégica de largo recorrido, pero no para las cosas de los partidos, sino para tener una idea de Madrid, y al mismo tiempo tiene la voluntad de que lo humano prime siempre. Es una referencia.
P. ¿Qué pasó en la noche del 21 de diciembre? Cenaron en casa de Carmena, pactaron la alianza y la alcaldesa se rompió el tobillo.
R. El Samur vino a buscarla. Llevábamos tiempo charlando. Aquella noche hablamos de política. Primero, de que las administraciones municipales y autonómicas tienen que cooperar. Y una segunda idea: un cierto shock por Andalucía y la noción de que los partidos progresistas no estaban siendo capaces de reunir a la mayoría que quería el cambio. Las siglas no estaban funcionando.
P. La lección de las elecciones andaluzas es que lo que hoy moviliza a los votantes es Cataluña, no las reivindicaciones sociales.
R. No comparto que haya dos agendas, la nacional y la social, y que hay que pelear por cuál se impone. No hay que elegir entre una y otra. Son la misma.
P. ¿Cómo? Con Adelante Andalucía no funcionó.
R. Hay que encarnarlo en cosas concretas. Hay muchos motivos para estar orgulloso de ser español. Y hace falta que haya fuerzas progresistas que lo digan.
P. ¿La candidatura unitaria con Podemos llegará antes o después de las elecciones?
R. Prefiero antes. Si no, habrá que entenderse después. Hay que trabajar por ello. Hay tiempo.
P. ¿Cuándo se comunicó por última vez con Iglesias?
R. Hace una semana.
P. Cuando le llamó para anunciarle su pacto con Carmena...
R. Sí, desde entonces no ha habido comunicación. Pero tiene que haberla. Puede haber una tentación de interpretar esto como una cuestión personal. La dirección de Podemos tiene que tomar una decisión política. Me parece legítima cualquiera que se tome. P. ¿Se mantiene su amistad? R. No en los mismos términos. Hay cosas que han cambiado.
P. ¿Por qué está en política? R. Fundamos Podemos para reunir a españoles que habiendo votado cosas muy diferentes estuvieran de acuerdo en torno a ideas de sentido común. Logramos mucha parte del camino, pero en los últimos años nos ha faltado ser un poco más permeables, escuchar un poco más, regañar un poco menos, abrirse un poco más, y cerrarse un poco menos. Es lo necesario para transformar Madrid. Sin eso, no me interesa. Podemos cumple cinco años en medio de un terremoto, tal vez el más fuerte de su corta pero convulsa historia. La formación que sacudió el mapa político español está al borde del precipicio después de que su ex número dos Íñigo Errejón anunciara por sorpresa que se presentará a las elecciones autonómicas madrileñas bajo el cartel de Más Madrid y provocara con ello la dimisión de todos sus cargos del líder regional del partido, Ramón Espinar. Es solo la última crisis de una formación que logró ilusionar a más de cinco millones de votantes en 2015 y que hoy vive en la zozobra permanente.
“Veníamos del 15-M, de las mareas, de una ola de movilización muy importante en España que yo creo que supuso un antes y un después”, recuerda la eurodiputada Tania González. “Sentíamos que todo eso no se veía representado en las instituciones y que teníamos que ser capaces de llevar todas esas demandas de una mayoría social muy castigada por la crisis a las instituciones”. Muchos llegaban de militancias anteriores, en la universidad o en movimientos sociales, algunos se conocían de eso y otros eran amigos, pero también había quien se acercaba a la política por primera vez. Eran días vertiginosos. Los círculos en los que se reunían eran efervescentes. En unos meses, lograron cinco eurodiputados que nadie esperaba y todo se aceleró: 69 escaños en las generales del año siguiente, presencia en parlamentos autonómicos, en los Ayuntamientos... el fin del bipartidismo.
El filósofo Santiago Alba Rico, que participó en el primer manifiesto de Podemos y hoy es un votante a regañadientes, recuerda vivir todo aquello con incredulidad, “ese momento es muy particular y está condenado a desaparecer o a convertirse en otra cosa”.
Podemos, que había surgido de múltiples sensibilidades progresistas, se transformó en un partido en el primer Vistalegre. Con una dirección clara y una estructura centralizada. “Ese es el primer pecado original”, opina Miguel Urbán, que está en Podemos antes de que existiera y hoy es eurodiputado.
Las múltiples guerras internas desgarran a la organización y el ánimo de sus inscritos casi desde el primer día. Muchas de ellas con trasfondo personal. “Cuando todos los medios de comunicación te disparan, claro que te debilita”, dice Juan Carlos Monedero, que aunque hace tiempo que se alejó de la dirección
Monedero: “Que fuésemos un grupo de amigos acabó siendo un problema”
La formación da la sorpresa en las elecciones europeas con 1,2 millones de votos y cinco escaños que nadie vio venir. Pablo Iglesias encabeza la candidatura.
Podemos desbanca al PSOE como segunda fuerza política en intención de voto en el CIS (23,9%).
La formación logra más de 5 millones de votos y 69 diputados en las elecciones generales.
Iglesias gana el congreso, ya distanciado de Errejón, y renueva la Ejecutiva.
Errejón anuncia por sorpresa sus intenciones de ser candidato a la Comunidad de Madrid dentro de la plataforma de la alcaldesa Manuela Carmena.
Ramón Encinar dimite como secretario general de Madrid, diputado autonómico y senador. sigue cercano a ella. “Pero aparte de eso, lo que suponía un valor inicial, que éramos un grupo de amigos, se convierte en un problema cuando una parte no entiende que su amigo ya no es su amigo sino su secretario general”.
“Todo se vive siempre muy intensamente en Podemos”, reconoce la diputada Ángela Ballester. “Como si siempre estuviéramos ante el abismo, cada momento fuera decisivo. El vivir todo tan emocionalmente lo hace más bonito pero también más duro. Es importante ser autocrítico sin estar todo el día fustigándose”. Su compañero de bancada Alberto Rodríguez —conocido en el partido como El Rastas— es de los que mantienen intactas las ganas del primer día: “Para mí ahora mismo es el momento de mayor ilusión y de mayores ganas porque veo que, sobre todo desde la moción de censura, que es cuando de verdad estamos impulsando medidas que mejoran de manera tangible la vida de la gente”.
La mayoría de los consultados confía en que la crisis que abrió Errejón se reconduzca. Otros, como Alba Rico, creen que ya no tiene remedio: “Podemos yo creo que está muerto, pero lo que ocurrió en 2011 y en 2014 no lo está. Hay que recuperar a los que se han quedado por el camino y Podemos ya no puede ser la respuesta”. Urbán, que lidera la corriente anticapitalista, no va tan lejos, pero reconoce que el partido “debe mutar”. “Debemos recuperar elementos del pasado y comprendiendo que muchas otras cosas las hicimos mal”, dice. “Personalmente vuelvo a tener ilusión ahora”, explica Jorge Moruno, otro de los que estaban desde antes de que Podemos tuviera nombre y hoy se alinea con Errejón. “Eso no quiere decir que sea una réplica de 2014, pero creo que hay una tecla que se ha vuelto a tocar. Ya no es solo ilusión y entusiasmo, sino madurez y confianza. Todos hemos aprendido un poco y sabemos lo que hay”.
“Podemos ya no puede ser la respuesta”, dice el filósofo Alba Rico