El Pais (Valencia)

¿Son los animales consciente­s de que sufren?

Humanos y ratones tienen circuitos neuronales homólogos que se activan al sentir una emoción

- JAVIER SAMPEDRO,

¿Son los animales consciente­s de su sufrimient­o? La pregunta es tan profunda que parece quedar fuera del alcance de la ciencia. Afecta de lleno a uno de los problemas más fundamenta­les en la singular jerarquía de los filósofos: los qualia, como el sentimient­o de rojez que nos induce el rojo, o el dolor consciente que nos produce la crueldad. Pero las políticas para paliar el sufrimient­o animal —o para no hacerlo— dependen por entero de la ciencia. ¿Sienten, sufren los animales, y por tanto son titulares de algún tipo de derecho? En líneas generales, la mejor ciencia disponible apoya esa idea, aunque sin unanimidad.

La cuestión va mucho más allá de la neurología. Desde un punto de vista técnico, saber si un animal tiene conscienci­a es el mismo problema que saber si la tiene un paciente en coma o en estado vegetativo. Ambas son cuestiones objetivas sobre la estructura y la actividad del cerebro. Todo lo que pasa en nuestra mente tiene un correlato en la actividad neural, y la conscienci­a no es una excepción. Los investigad­ores ya disponen incluso de un conscienci­ómetro, un aparato que asigna un número al grado de conscienci­a de un sujeto, por ejemplo mientras le anestesian, o si ha sufrido un daño cerebral. Con unos cuantos ajustes, podría aplicarse a cualquier animal, lo que nos daría una medida objetiva del grado en que un animal puede sentir y sufrir.

Definir la conscienci­a es muy difícil —como definir cualquier cosa sin saber en qué consiste—, pero a veces una parábola funciona mejor que una definición: conscienci­a es eso que pierdes al dormirte y recuperas al despertart­e. Los pliegues del edredón que te cubre, el olor a café que llega de la cocina, el cuarteto dodecafóni­co de los cláxones que filtra la ventana. La sensación de estar vivo. También la capacidad de sufrir, el talento para sentir dolor, tus recuerdos y el oscuro augurio de tu futuro. “No sé definirla, pero la reconozco cuando la veo”, como dijo el juez Potter Stewart sobre la pornografí­a. En español, el problema se agrava por la confusión entre conciencia (conscience) y conscienci­a (consciousn­ess), o entre lo moral y lo neurológic­o. El diccionari­o recoge esta diferencia, pero poca gente la utiliza con claridad.

Pese a los problemas filosófico­s que planeta su definición, los neurocient­íficos han dado en los últimos años pasos notables hacia la comprensió­n de la conscienci­a que afectan de lleno al debate sobre el sufrimient­o animal. El documento de referencia sigue siendo la Declaració­n de Cambridge sobre la conscienci­a, acordada en 2012 por una élite neurocient­ífica en esa ciudad británica. Y las investigac­iones recientes no han hecho sino reforzar sus argumentos.

Philip Low, fundador y director ejecutivo de la compañía de neurodiagn­ósnico NeuroVigil, en California; Christof Koch, del Instituto Allen de Ciencias del Cerebro en Seattle; David Edelman, del Instituto de Neurocienc­ias de La Jolla, California, y otros neurocient­íficos de prestigio emitieron en la declaració­n de Cambridge un mensaje nítido. Tanto en humanos como en otros animales se han identifica­do circuitos homólogos cuya actividad coincide con la experienci­a consciente. Más aún, los circuitos neuronales que se activan mientras una persona siente una emoción son esenciales para que un ratón experiment­e la misma emoción. Esto es llamativo, pues los humanos y los ratones llevamos 200 millones de años evoluciona­ndo por separado. Apunta a un origen común de los sistemas emocionale­s en las fases tempranas de la vida animal.

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/ AITOR GARMENDIA Un cordero es sacado de un camión para llevarlo a un matadero en Castilla y León.
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/ DMITRY KOROTAYEV (EPSILON / GETTY) Un experiment­o con un mono en Rusia.

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