Las corridas de toros, vistas desde California
El redactor de la Declaración de Cambridge, el neurocientífico Philip Low, entra en autocombustión cuando se le mencionan las corridas de toros. “Los mamíferos tienen consciencia y capacidad de sufrir, y eso incluye a todos los toros masacrados salvajemente en nombre de la ‘tradición’ y el ‘entretenimiento’. La incapacidad de una cultura para reconocer la sofisticación de los otros y respetarles carece en sí misma de sofisticación y no merece respeto”. Low prosigue su airada argumentación: “La pregunta no es si la neurociencia ha avanzado, sino más bien: ¿por qué los españoles no han querido o no han podido aceptar la ciencia y calibrar su comportamiento en consecuencia, repudiando la práctica bárbara de las corridas de toros, que sigue siendo una mancha en la gran cultura española y en la riqueza de su historia?”.
Como buen estadounidense, Low no puede disociar la lidia del más célebre taurino que salió de su país: “Hemingway ha dado paso a la Declaración de Cambridge; las corridas ya no se consideran románticas, sino más bien innecesarias y crueles; no hay nada viril ni grandioso en atormentar y apuñalar a un ser inocente y sensible; más bien ocurre todo lo contrario. Hace mucho que los gladiadores desaparecieron de los circos romanos. Ya es hora de que los toros se retiren de los ruedos españoles, y de que las personas que obtienen un disfrute sádico con las corridas, un espectáculo de crueldad y sufrimiento en el nombre del arte, la historia y la cultura, reciban la atención médica que merecen”.
Bien, así se ven las cosas desde California.
“Aunque ha habido muchas actualizaciones en la neurociencia, el campo llegó hace tiempo a la conclusión incorporada en la Declaración de Cambridge de que al menos muchos animales no humanos, incluidos todos los mamíferos, son conscientes y tienen capacidad de sufrir”, dice Low por correo electrónico. Consciente de estar hablando con un medio español, el neurocientífico se muestra muy crítico con las corridas de toros. “Otros países, entre ellos Brasil, Canadá, Colombia, Francia, India, Nueva Zelanda, Portugal y Suiza, se están moviendo hacia el futuro y han empezado a hacer cambios progresistas”, dice.
“Se necesita aún mucho progreso en la investigación farmacéutica, pues estas compañías solo pueden patentar moléculas artificiales que después prueban en animales”, prosigue Low. “Cada año se sacrifican unos 100 millones de vertebrados, se invierten más de 40.000 millones de dólares y el 94% de las moléculas fallan en animales; y el 98% de las que pasan acaban fallando en los ensayos con humanos. Esto es subóptimo y muy caro. Entender el papel que tiene en la salud nuestro estilo de vida, y en especial de nuestra dieta, será tan esencial como identificar marcadores precoces de la enfermedad. La gente debería prestar más atención a los estudios que implican a los lácteos y la carne roja en el párkinson y el cáncer, respectivamente”.
Juan Lerma, profesor de investigación del Instituto de Neurociencias de Alicante, también da por hecho que los animales tienen consciencia, sensibilidad y capacidad de sufrir, pero señala algunos matices. “Hay que huir de todo antropocentrismo”, dice, “las personas tendemos a aplicar a los animales nuestros propios sentimientos; no tiene sentido decir que un pez se deprime, pero se dice incluso en artículos técnicos. Los ratones del animalario, aquí debajo de mi laboratorio, no se están preguntando ahora mismo si tienen consciencia”.
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