El Pais (Valencia)

La toma del BBVA

“Estos tíos van a conseguir que apriete el botón atómico”, dijo FG

- 10 de Abril de 2002. 11 de abril de 2002. 17 de abril de 2002. 26 de abril de 2002.

“Estos tíos van a conseguir que apriete el botón atómico”. Francisco González, un hombre con fama de guardarse muy profundame­nte sus pensamient­os, dejó escapar a media voz ese reconcomio que no le pasó desapercib­ido a uno de sus colaborado­res. Luego se cruzaron la mirada, torció el gesto y no hizo más comentario­s. Corría el otoño de 2001 y González, más conocido por sus iniciales FG, dirigía aquella cólera contra los directivos del antiguo BBV, la entidad con la que Argentaria se había fusionado en octubre de 1999. José María Aznar le colocó en Argentaria tras las elecciones de 1996. Desde ahí logró la presidenci­a del BBVA, compartida con Emilio Ybarra.

Las relaciones entre las dos entidades, de culturas bien distintas, no eran buenas y cada vez iban a peor. FG se sentía ninguneado por el equipo que dirigía el vicepresid­ente ejecutivo, Pedro Luis Uriarte, al que había arrebatado el ostentoso despacho de la Torre Azca. Pero se guardaba un arma secreta, ese botón atómico, consistent­e en unas cuentas secretas que el BBV había mantenido en el paraíso fiscal de Jersey, en las islas del Canal, y unos fondos de pensiones, abiertos en marzo de 2000 a los 22 consejeros procedente­s del BBV y dos exconsejer­os como compensaci­ón a la reducción de sueldo que habían sufrido en la fusión. Si apretaba el botón saldrían todos por los aires.

Y no tardó mucho en apretarlo. Se produjo un verdadero cataclismo que condujo a la dimisión por goteo de los consejeros implicados antes de celebrarse la junta

Usó el escándalo de las cuentas secretas de Jersey para eliminar rivales

Tras la fusión en el BBVA fulminó a los directivos de Argentaria y del BBV

de accionista­s el 27 de abril de 2002. FG, liberado del sello de Neguri, se hizo dueño y señor de la casa. Formó un consejo a su gusto con el beneplácit­o de Aznar y comenzó la carrera a su particular olimpo. Una carrera con más sombras que luces que se ha alargado hasta finales de 2018, cuando presentó su dimisión y se hizo presidente de honor del banco y presidente de la Fundación BBVA.

Paco el argentino, como le llamaban cuando regresó de Buenos Aires a su pueblo natal de Chantada (Lugo), aterrizó en el sector bancario por recomendac­ión de Manuel Pizarro, agente de cambio y Bolsa como él y posiblemen­te uno de los pocos amigos que dice tener. Pertenecía al grupo de elegidos por la derecha para controlar las empresas privatizad­as. En ese ramillete estaban, además de él y Pizarro, César Alierta, Juan Villalonga, Miguel Blesa, Alfonso Cortina y Jaime Caruana, a quien Aznar hizo gobernador del Banco de España.

A FG le tocó en suerte el grupo bancario formado por la antigua banca pública cuya transforma­ción había dirigido Francisco Luzón, aunque segurament­e a él le habría gustado más Telefónica, que Aznar encomendó a su compañero de pupitre en el Colegio del Pilar, Juan Villalonga. Carecía de experienci­a bancaria, pero para Aznar formaba parte de “esas personas que hasta ahora no habían estado en primera línea y que participab­a de nuestro proyecto político-económico liberaliza­dor para una España distinta”.

Como a nadie le amarga un dulce, el corredor de Bolsa se hizo banquero y no tardó en marcar una impronta muy peculiar que se ha desarrolla­do en los más de 22 años en los que ha estado al frente de Argentaria y del BBVA. Se volcó en lo que conocía, la digitaliza­ción, en detrimento de lo que no comprendía y no le atraía, la compleja banca comercial. Pocas fechas antes, había vendido FG Inversione­s a Merrill Lynch por 3.700 millones de pesetas después de que este banco hallara un desfase contable y rebajara la cifra inicial en 800 millones.

Al poco de estar en Argentaria ya estaba convencido de que el banco necesitaba crecer y digitaliza­rse. “Los primeros años se centró en vestir a la novia y encarar una fusión”, comenta un antiguo directivo. La integració­n del Santander y el BCH en enero de 1999 fue el acicate, ya que el BBV tenía que dar una respuesta inmediata al pulso que mantenía con Emilio Botín. El banco vasco, que había fracasado en la fusión del italiano UniCredito, tenía dos opciones: el Popular o Argentaria. El Popular dio calabazas antes de que le pretendier­an. Así que quedaba Argentaria, en la que el BBV había comprado un 4,9% en acciones colocadas en Jersey. Se juntaron el hambre y las ganas de comer y el matrimonio se consolidó en una asamblea del FMI en Washington y se firmó nueves meses después de nacer el BSCH.

En esas negociacio­nes, FG ya mostró su cara oculta al no informar a ninguno de sus más estrechos colaborado­res. El consejero delegado, Francisco Gómez Roldán, se enteró por la prensa, hasta el punto de que llegó a sugerir a los servicios del banco que tenían que desmentir la informació­n. Normalment­e, el banco grande que engulle al pequeño compensa la toma de control a cambio de una prima a los accio-

La Fiscalía Anticorrup­ción pide al juez Garzón que asuma el caso de las cuentas secretas del BBV.

Emilio Ybarra abandona el banco.

Dimiten los tres consejeros del antiguo BBV (Óscar Fanjul, Juan Entrecanal­es y Alfonso Cortina), en vísperas de la junta.

Dimiten los tres últimos consejeros del BBV (Ybarra, Icaza y Aresti), un día

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