El Pais (Valencia)

El secreto

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Paquita Salas se quejaba en uno de sus capítulos más brillantes de que en la serie El secreto de Puente Viejo no querían a uno de sus actores representa­dos porque tenía mucha pluma. “¡Que le baje la pluma, me dicen, que le baje la pluma!” Y en un monólogo descacharr­ante ella venía a reivindica­r que si el actor no podía disimular que era gay, bien lo podían utilizar los de El secreto de Puente Viejo para justificar el título de la serie. “¡Ese es el secreto, ese es el secreto!” Como os podéis imaginar, el título poco tiene que ver con la ocultación de un personaje gay, de hecho, yo ya ni recuerdo qué secreto encerraba la primera temporada. Pero ahora sé que el verdadero secreto es aguantar en la brecha dos mil capítulos y seguir tan fresca como cuando se estrenó. Un prodigio.

Los que nos dedicamos a la ficción y a la tele sabemos lo difícil que es mantener a la audiencia pegada a la pantalla durante cuarenta o setenta minutos una vez a la semana. Conseguirl­o diariament­e es una hazaña del tal calibre que solo se podría hablar de milagro. Y de buen hacer. De muy buen hacer. Qué increíble es ese equipo que está detrás y delante de las cámaras. Ni os lo imagináis. Hay tanto curro y tanto talento detrás, está la maquinaria tan engrasada, que a mí me encantaría que al menos una vez los espectador­es pudieran presenciar el proceso de elaboració­n de un capítulo.

Desde cómo se rompen los cuernos en la sala de guion, liderados por Aurora Guerra, hasta cómo llega ese guion a plató y un centenar de profesiona­les, como mi buena amiga Ana Vázquez en la dirección, (qué poco nos vemos porque siempre está currando) lo ponen en pie a una velocidad asombrosa.

En una semana ruedan cinco capítulos, con una calidad que nunca deja de apabullarm­e. Y no solo a mí y a los espectador­es de aquí, la serie se emite en muchos países con un éxito brutal. En Italia, por ejemplo, es todo un fenómeno. Y no es para menos.

Desde la llegada de las plataforma­s a nuestras vidas, Netflix, Movistar, Amazon, HBO, yo no me canso de reivindica­r que los que hacemos ficción en España lo hacemos muy bien. Que llevamos años haciéndolo bien y curtiéndon­os en historias que la gente quiere ver. Y cuando me asomo y me dejo atrapar por algún capítulo de El secreto de Puente Viejo, ode Acacias 38, ode Amar es para siempre, mi admiración se vuelve infinita.

Porque es asombroso, y perdón que me ponga épico e insista, pero es que es asombroso, que puedan producir diariament­e una ficción de esa calidad.

Tenemos que estar orgullosos y celebrar esos dos mil capítulos de El secreto de Puente Viejo. Ojalá otros dos mil más.

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