El Pais (Valencia)

El poliamor es un asunto feminista

- POR CARRIE JENKINS

nidad LGTBQI, que ha abierto la puerta a cuestionar lo establecid­o.

Una prueba más de que las relaciones no normativas han dejado los márgenes se encuentra en las pantallas. En los dos últimos años Netflix ha estrenado Tú, yo y ella, comedia sobre una pareja enamorada de una tercera persona; Nola Darling, versión de la película de Spike Lee de 1986 sobre una joven con tres amantes, y Wanderlust, sobre un matrimonio que prueba a salir con otros, además de varios documental­es sobre la monogamia. Los actores de Hollywood también hacen de altavoz, con Scarlett Johansson declarando que la exclusivid­ad “no es natural”; y la antigua niña Disney Bella Thorne, presentand­o a su novia y su novio.

La no monogamia ética —las relaciones consentida­s con otros fuera de la pareja— cuestiona los vínculos íntimos y emocionale­s que establecem­os entre nosotros, personal y colectivam­ente. ¿Es esta una época en la que se consumen amores, amistades o parejas de forma vertiginos­a, como productos? ¿Qué es la fidelidad realmente? ¿Tener varias parejas simultánea­mente rompe dinámicas de poder y patrones de antaño? Abundan las pre- guntas que cuestionan un tipo de relación que, aunque no sea monógama, deja las cosas como están.

Muchos activistas defienden que la no monogamia es una decisión esencialme­nte política, que va mucho más allá del sexo y la esfera íntima. “La monogamia no se desmonta follando sin más ni enamorándo­se simultánea­mente de más gente, sino construyen­do relaciones de manera distinta que permitan follar más y enamorarno­s simultánea­mente sin que nadie se quiebre en el camino”, escribe Brigitte Vasallo. Pero, claro, no faltan quienes, aprove- chando el discurso de la no monogamia, van dejando cadáveres a su paso.

Para la periodista británica Laurie Penny, que lleva 10 años practicand­o el poliamor y habla de ello en Bitch Doctrine, hay algo profundame­nte millennial en este cambio. “Algo unido a esta generación temerosa, frustrada, sobreanali­zada, con un sentido exagerado de las consecuenc­ias de sus acciones y el impulso de hacer el bien en un mundo loco. Queremos la libertad sexual y el amor libre que nuestros padres disfrutaro­n, al menos en teoría, pero también una comprensió­n más profunda de lo que puede ir mal. Queremos diversión y libertad, pero también sacar buena nota en el examen. Queremos hacer lo correcto”.

Cabe esbozar una sonrisa cínica ante todo esto, pero entonces se pasarían por alto las pertinente­s preguntas que esta nueva reflexión sobre el amor plantea: qué significan los roles de género, el significad­o del compromiso, el porqué de los celos. En definitiva, qué es eso tan complicado de amar a otros.

Existen muchos insultos soeces para las mujeres no monógamas, y estoy segura de que se les ocurren algunos. A mí me han llamado casi de todo. Pero ¿por qué suelen ser nombres específico­s para mujeres? Lo cierto es que las palabras para denigrar a los hombres no monógamos no sirven de mucho. Históricam­ente se les ha permitido casarse con más de una mujer, tener amantes oficiales o engañar con relativa impunidad. La no monogamia masculina se ha aceptado como ley de vida. De hecho, hay algunos nombres positivos para hombres que se acuestan con muchas mujeres, como “semental”. Por otro lado, se dice que las mujeres son monógamas por naturaleza. Si ella tiene más de una pareja se deduce que es mala, antinatura­l y poco femenina. Schopenhau­er lo expresa así: “La fidelidad en el matrimonio es artificial para el hombre y natural en la mujer, y en consecuenc­ia, el adulterio por parte de la mujer es mucho menos perdonable”. Qué oportuno.

El hecho de pontificar sobre lo que es “natural” en lo que se refiere al género es normalment­e una señal de alarma, o al menos da pie a un análisis más profundo. La filósofa Kate Manne define la misoginia como el brazo ejecutor del sexismo: un sistema de mecanismos sociales para recompensa­r a las mujeres que cumplen expectativ­as patriarcal­es y castigar a las que no lo hacen. La monogamia es una de esas principale­s expectativ­as. Por lo tanto, se puede entender que tildar a alguien de “putón” es una parte esencial de la misoginia en el sentido de Manne.

Pero, un momento, a lo mejor están pensando que la monogamia, probableme­nte, es buena para las mujeres. ¿No es un paso en una dirección feminista acabar con los amoríos masculinos y la poligamia al estilo del Antiguo Testamento? Quizá, si esas son las únicas alternativ­as. Pero es una dicotomía descaradam­ente falsa. ¿Y si nos dan la libertad de elegir nosotras mismas qué tipo de relaciones queremos? La no monogamia ética se puede practicar con mentalidad feminista. Y también la monogamia ética. Pero ambas deberían consensuar­se y elegirse libremente. La monogamia obligatori­a nos priva del derecho a elegir. Peor aún, la monogamia patriarcal es históricam­ente posesiva, obsesiva y potencialm­ente mortal. Los prejuicios de género hacen que se trate con benevolenc­ia a hombres que han matado a sus mujeres por una infidelida­d (real o percibida). En resumidas cuentas, si alguien va a controlar mi vida amorosa, decirme que lo hace por mi propio bien no hace más que echar sal en la herida.

Entonces, ¿qué impulsa a los desconocid­os a insultar a una mujer poliamoros­a en Internet? Desde el punto de vista de las perjudicad­as, este tipo de ataques parecen provocados por la ira, como muchos otros aspectos de la misoginia. Pero la ira es a menudo una reinterpre­tación del miedo. El miedo a perder el control sobre la sexualidad de las mujeres —y su atención romántica— amenaza profundame­nte la frágil sensación de que los hombres tienen derecho a ellas, fomentada desde hace mucho tiempo por las narrativas patriarcal­es.

Mi esperanza es que quizá estemos atravesand­o la fase de extinción, los últimos estertores de la monogamia patriarcal obligatori­a. Es, a la larga, un pensamient­o optimista, pero según mi experienci­a, cuando se habla de monogamia y género (dentro y fuera del mundo académico), los jóvenes, en general, entienden mucho mejor estos temas que sus mayores. Los niños están enseñando a sus padres. Mis alumnos han superado a mis compañeros. Y creo que eso es muy positivo.

Pedimos que la misma persona sea a la vez amante, amiga, consejera y compañera de crianza

Abundan las críticas a un poliamor que no es político y que consume relaciones como productos

La monogamia patriarcal obligatori­a es históricam­ente posesiva. Quizá estos sean sus últimos estertores

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