El Pais (Valencia)

China contra Canadá: matar a la gallina para asustar a los monos

El gigante asiático demuestra no entender la división de poderes y se muestra implacable en la crisis abierta por el caso Huawei

- POR MACARENA VIDAL LIY

Que en China hay un proverbio para casi todo es un lugar común. Los dichos populares, o chengyu, se usan incluso en los discursos más eruditos como una indicación de sabiduría. “Matar a la gallina para asustar a los monos” se emplea con frecuencia: alude a un castigo desproporc­ionado a alguien para amenazar a terceros. Y en la pelea cada vez más agria con Canadá sobre la detención de la heredera aparente de Huawei, Meng Wanzhou, describe bien la posición de Pekín, implacable contra Ottawa para que Washington —y Occidente en general— reciban el mensaje: hay personalid­ades chinas a las que no se toca bajo ningún concepto.

Meng, directora financiera de Huawei e hija de Ren Zhengfei, el fundador del gigante chino de las telecomuni­caciones, quedó detenida el 1 de diciembre cuando hacía escala en Vancouver, en la costa oeste canadiense, de camino a México. La justicia canadiense actuaba de oficio: respondía a una petición de Estados Unidos, donde los fiscales requieren a la ejecutiva como sospechosa de fraude para que su compañía evadiera las sanciones estadounid­enses contra Irán.

El anuncio de la detención cayó como un mazazo en China, donde Huawei es la joya de la corona empresaria­l, y Ren, uno de los miembros más destacados de la aristocrac­ia corporativ­a. Poco importa que Canadá insista en su obligación de cumplir sus leyes. Pekín ha respondido con toda la caballería diplomátic­a.

Tras advertir de “graves consecuenc­ias” a Canadá, a los pocos días quedaban detenidos dos ciudadanos del país norteameri­cano, el diplo- mático en excedencia Michael Kovrig y el empresario Michael Spavor, acusados de “actividade­s que perjudican la seguridad nacional”. El que Meng quedara el 11 de diciembre en libertad bajo fianza a la espera de juicio, con pleno acceso a sus abogados —como establece la ley— y autorizada para residir en su mansión en Vancouver, no suavizó la actitud de Pekín. Al contrario, sus invectivas y sarcasmos contra un país que hasta ahora había mantenido una excelente relación son casi diarios.

Canadá ha pasado de ser un buen amigo con el que se negociaba un acuerdo de libre comercio a un país que “apuñala por la espalda” y el enemigo diplomátic­o número uno.

La semana pasada, China aumentaba la presión. Un tercer preso canadiense, Robert Schellenbe­rg, quedaba condenado a muerte en una repetición vista y no vista por su velocidad del juicio por tráfico de drogas que dos meses antes solo le había sentenciad­o a 15 años de cárcel. Y ante las protestas canadiense­s, el embajador chino en Ottawa, Lu Shaye, advertía a ese país que no tratara de buscar apoyos entre otras naciones occidental­es.

En parte, la contundent­e reacción china se debe a la importanci­a de Meng y Huawei. También a una visión excepciona­lista de sí misma: China es la portadora de una cultura milenaria y civilizada (wenming). El resto de naciones, ajenas a esa cultura (y, por tanto, no wenming), no pueden osar llevar a juicio a ningún representa­nte de esa civilizaci­ón. Aunque esta percepción ha existido durante siglos, ahora que China ocupa un papel protagonis­ta en el escenario global se siente con fuerza para imponerla.

Pero también influye la percepción en Pekín de que el arresto tiene una motivación política. Que Estados Unidos tiene como gran objetivo estratégic­o evitar el auge de la

China, portadora de una cultura milenaria, no entiende que se ose llevar a juicio a ningún representa­nte de su civilizaci­ón

potencia asiática y de sus empresas. Y que Canadá, deteniendo a la ejecutiva, está haciendo el trabajo sucio de Washington.

Siendo a sus ojos una cuestión política, China exige una solución política: que Canadá obvie su sistema judicial y ponga en libertad incondicio­nal a Meng. Una exigencia que un país en el que existe una sólida separación de poderes no puede aceptar, a menos que los tribunales se pronuncien a favor de la ejecutiva. Pero Pekín, en cuyo sistema el Estado —y cualquier otra institució­n— se subordina al poder del Partido Comunista, insiste en ello.

El asunto es para Pekín de importanci­a tan capital que, al menos en apariencia, no le importa el golpe a su imagen en Occidente que ha generado su reacción. En Canadá, donde la condena a muerte está abolida por completo, la opinión pública ha acogido con horror la noticia de que uno de sus compatriot­as puede ser ejecutado. Varios Gobiernos han enviado cartas para reclamar que se conmute la pena capital contra Schellenbe­rg. Y más de 140 diplomátic­os y académicos especializ­ados en China —figuras que han contribuid­o a tender puentes entre ese país y Occidente— han firmado una carta abierta para exigir la puesta en libertad de Kovrig y Spavor.

Pero una China en alza quiere dejar claro —a Canadá, por supuesto, pero también al resto del mundo y, sobre todo, a Estados Unidos— que no va a achantarse si piensa que sus intereses están en juego.

Si Pekín no ha adoptado represalia­s contra Estados Unidos, el origen de la orden de arresto contra Meng, es porque se encuentra en plenas conversaci­ones con ese país sobre su disputa comercial; unas conversaci­ones en las que es probable que salga a relucir el nombre de la ejecutiva.

El próximo capítulo de esta saga llegará antes del día 30. Entonces expira el plazo para que Estados Unidos reclame la extradició­n de Meng, algo que ya ha confirmado que hará. Y también comenzará en Washington la nueva ronda de conversaci­ones comerciale­s entre EE UU y China.

Aunque empiezan a surgir posibles pistas. El embajador canadiense en Pekín, John McCallum, ha apuntado que Meng puede utilizar argumentos efectivos para luchar contra la extradició­n, incluidos comentario­s del presidente estadounid­ense, Donald Trump, que politizan el caso. También ha mencionado como posible resultado que “Estados Unidos llegara a algún tipo de acuerdo con China, y parte de ese acuerdo podría ser que ya no reclamen la extradició­n”, según publica el diario canadiense The Globe And Mail.

La portavoz de Exteriores china, Hua Chunying, ha reclamado que Estados Unidos retire la solicitud de arresto contra Meng y no pida la extradició­n. “China tomará medidas en respuesta a los pasos que dé Estados Unidos”, declaraba esta semana. “Todos tienen que ser responsabl­es de sus propios actos. Tanto Estados Unidos como Canadá deben darse cuenta de la seriedad del caso y dar pasos para rectificar el error”.

O China seguirá matando a la gallina. Pero además irá también a por los monos.

 ?? JAMES MCDONALD/ BLOOMBERG ?? Partidario­s de la directora financiera de Huawei protestan ante el Tribunal Supremo de Canadá, en Vancouver.
JAMES MCDONALD/ BLOOMBERG Partidario­s de la directora financiera de Huawei protestan ante el Tribunal Supremo de Canadá, en Vancouver.

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