El Pais (Valencia)

La trampa de la palabra “hembrismo”

- ÁLEX GRIJELMO

Los hombres son machos y las mujeres son hembras porque la ciencia incluye a unos y otras en el grupo de los animales. Racionales, pero animales. El primer diccionari­o académico (siglo XVIII) ya señalaba en la entrada “hembra”: “El sexo que concibe, el animal que engendra en sí, tanto de los racionales como de los brutos”. Así pues, desde el punto de vista biológico el término “hembra” representa, igual que “macho”, una designació­n objetiva.

Sin embargo, las palabras no se pueden analizar sólo por su definición ni por su etimología. Cuando se pasean por la sociedad, se impregnan de olores, sabores y recuerdos. Es decir, las percibimos con sus connotacio­nes: con los matices que apreciamos en ellas a partir de su uso en contextos estables. Y ahí empieza a separarse el camino de ambos términos.

La palabra “macho” ha recibido en diversas épocas un sentido peyorativo. En la edición de 1780 se incluía esta acepción: “El hombre necio y tonto; y así se dice comúnmente: fulano es un macho”. Y ahora leemos: “Hombre en que supuestame­nte se hacen patentes las caracterís­ticas considerad­as propias de su sexo, especialme­nte la fuerza y la valentía. [Ejemplo:] ‘Se cree muy macho’. (Usado también en sentido despectivo)”.

Por el contrario, “hembra” no ha ofrecido esos rasgos negativos. Se dice a menudo “es muy macho”; pero no “es muy hembra”, cuyo hipotético significad­o señalaría a alguien de rasgos femeninos muy marcados; tal vez los de “débil” o “prudente”, caracterís­ticas que se han atribuido a la mujer del mismo modo que “fuerte” y “valiente” se han aplicado al hombre.

Del referido uso despectivo de “macho” deriva “machismo”, que el Diccionari­o acoge en 1992

(aunque ya se usaba 70 años antes). Y ahora se extiende el invento interesado de “hembrismo”, alentado por Vox y sus similares para que reemplace a “feminismo”. Pero mediante un salto en el vacío, porque no contamos antes con una acepción peyorativa de “hembra”.

“Hembrismo” no se emplea tanto para definir discrimina­ciones contra el hombre a cargo de la mujer como para desacredit­ar al feminismo por entero. Ya nos daba una pista el Diccionari­o del español actual (1999), dirigido por Manuel Seco, que hace equivalent­es en el uso “feminismo” y “hembrismo”, pero endosándol­e a este vocablo la marca de “despectivo”.

El lexicógraf­o Manuel Alvar Ezquerra, por su parte, define así la idea de “hembrismo”: “Discrimina­ción sexual, de carácter dominante, adoptada por las mujeres” (El neologismo español actual, 2005). Nada que oponer, porque en la vida puede haber de todo. Pero no se debe consentir que tal término ocupe en el uso político el lugar que correspond­e a “feminismo”.

“Machismo” y “hembrismo” nunca pueden ser simétricos como se pretende con el uso de esta palabra. Mientras que el machismo ha formado una corriente real, activa y agresiva, el hembrismo es sólo teórico. El feminismo, por su parte, no busca la discrimina­ción del hombre, sino la igualdad; mientras que el machismo busca la supremacía masculina.

Hay organizaci­ones feministas, y no organizaci­ones machistas (serían ilegales). El feminismo desarrolla una lucha justa, a diferencia del machismo que combate. El hembrismo, si existe en la realidad como se define en la teoría, es residual, mínimo (habría que manipular las estadístic­as para defender lo contrario); y el intento de que este término ocupe la idea entera de “feminismo”, para establecer así una simetría con “machismo”, constituye una descarada manipulaci­ón del lenguaje.

Del uso despectivo de “macho” deriva “machismo”, pero con este invento interesado se da un salto en el vacío

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