Pura incertidumbre
tipos a largo plazo, entonces la preocupación sería mayor. En la medida en que los mercados financieros ya hayan incorporado a sus cotizaciones la expectativa de un menor crecimiento económico, podríamos asistir a una contención de la volatilidad financiera, lo que, a su vez, limitaría el potencial impacto negativo de unas condiciones de financiación más tensas sobre la economía real. Bajo esta asunción, los mercados financieros habrían anticipado un empeoramiento de la actividad global que, con cierto retraso, deberían de recoger los datos de crecimiento.
Sin embargo, la volatilidad tiende a aumentar cuando existe incertidumbre en sentido puro: los agentes no están seguros de qué riesgos esperar ni de su probabilidad de ocurrencia. Hoy día, este tipo de incertidumbre es especialmente elevada dada la acumulación de focos de riesgo afectando al mismo tiempo a países sistémicos. La posible “pausa” de la Reserva Federal y los estímulos “dirigidos” de las autoridades chinas pueden proteger a sus respectivas economías de sufrir un ajuste brusco a corto plazo, pero el riesgo de que este se produzca existe, en un contexto marcado por la amenaza proteccionista y un clima político en EE UU desfavorable e impredecible. El menor margen de maniobra del que dispone la política monetaria para relanzar la economía en relación con otros episodios de recesión (la reducción media de tipos durante fases recesivas es de cinco puntos) también constituye un elemento de incertidumbre.
La probabilidad de que se produzcan choques inesperados, que aumenten las tensiones financieras desde los niveles actuales y afecten negativamente al crecimiento, ha aumentado. Los riesgos a los que se enfrenta el mundo son mayores que en los últimos años y, como en otras situaciones similares, los bancos centrales tendrán mucho que decir al respecto.