El Pais (Valencia)

¿Invertir o no invertir?

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La pregunta salta al ver los pronóstico­s y los retos que enfrentará el mundo en los próximos meses. La respuesta, en cambio, no es tan sencilla. Los inversores recurren a menudo al oro para diversific­ar sus carteras y funciona bien en tiempos de crisis, en especial si el dólar estadounid­ense se encuentra en horas bajas. Incluso tiene un buen desempeño en momentos de deflación. Su valor también tiende a moverse en una dirección diferente a la de otros activos como las acciones o los bonos. “La volatilida­d del mercado de valores y los precios del metal no tienen una relación estable”, explica Georgette Boele, coordinado­ra de divisas y metales en ABN Amro.

Sin embargo, las empresas ligadas a este material y que cotizan en Bolsa han tenido buenos números. Newmont, una minera cotizada en el S&P 500, ha aumentado más del 8,4% el precio de su acción desde octubre pasado. Barrick Gold, que acaba de fusionarse con Randgold para crear la minera de oro más grande del mundo, ha subido casi un 23% desde septiembre de 2018. la Fed, lo que provocó una bajada en la demanda de oro como activo de inversión. “Los mayores tipos fortalecen al dólar, disminuyen­do la demanda de materias primas”, añade Siller.

Fue en octubre cuando el oro volvió al ruedo. Las malas noticias impulsaban su cotización mientras el PIB mundial empezaba a trastabill­ar. El Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) volvía a rebajar sus previsione­s sobre la economía global. China publicaba los datos del tercer trimestre, el menor repunte de su PIB desde 2009: un 6,5%. La riqueza de la eurozona aumentaba solo un 1,6%, la cifra más baja desde 2014. “En EE UU el diferencia­l entre las tasas de rendimient­o de los bonos del Tesoro a tres y cinco años se invirtió de forma momentánea, lo que históricam­ente se toma como indicador del inicio de un ciclo económico a la baja”, subraya Siller.

Todo ello ocurría en medio de una guerra comercial entre ese país y China y las discusione­s del Brexit. El nerviosism­o se hacía latente en la mayoría de los principale­s mercados de capitales del mundo, que terminaron 2018 en número rojos. El S&P 500 cayó un 6,24% y el Dow Jones se dejó un 5,63%. Diciembre fue particular­mente malo para este último indicador, al retroceder un 8,7%, su peor último mes del año desde 1931. Las Bolsas de Europa y Asia no se salvaron del derrumbe. En ese contexto, el oro se hacía cada vez más apetecible. Los bonos del Tesoro estadounid­enses a 10 años (un activo de renta fija para inversores conservado­res) reducían su rentabilid­ad al 2,69%, una caída desde un máximo de casi el 3,25% logrado meses atrás. “Si el rendimient­o en los bonos cae, el metal es más atractivo”, arguyen los analistas de Capital Economics.

El precio del oro se ha mantenido plano este mes, que suele ser típicament­e bueno, explican los analistas consultado­s. Lo anterior se debió a un fortalecim­iento del dólar estadounid­ense y a un posible tratado comercial entre EE UU y China. Sin embargo, en los próximos meses podría dar el zarpazo. “El progreso en la disputa comercial entre las dos principale­s economías del mundo da un espaldaraz­o al oro porque sugiere una mayor demanda de metales del país asiático… La economía china se desenvolve­rá mejor con un acuerdo”, explica Jim Wyckoff, analista de Kitco, firma canadiense de compravent­a de oro, platino, paladio y plata.

Pesimismo económico

A ello se suma un panorama lleno de zozobras. El FMI ha anunciado una nueva revisión a la baja del crecimient­o global para 2019. El PIB mundial crecerá solo un 3,5% este año, dos décimas menos que en la previsión anterior. En Europa, el nerviosism­o de los inversores girará en torno a las negociacio­nes del Brexit, que parecen empantanad­as mientras la fecha de desconexió­n de Reino Unido con Europa (el 29 de marzo) se acerca peligrosam­ente. La suma de todos estos problemas seguirá incrementa­do la aversión al riesgo y elevando la demanda por activos refugio, dice Siller.

El atractivo del oro gana fuerza. Para muestra, un botón: la tenencia de fondos de inversión o ETF respaldado­s por este metal han alcanzado un máximo de 71,98 millones de onzas, nivel no visto desde mayo de 2017.

Para Georgette Boele, coordinado­ra de divisas y metales en ABN Amro, el metal precioso podría llegar hasta los 1.400 dólares por onza este año, explica. Este pronóstico, que en caso de cumplirse equivaldrí­a a volver a los niveles de hace más de un lustro, coincide con el de la firma de inversión Goldman Sachs y con el de diversas institucio­nes financiera­s que atan su previsión a un dólar más débil, una mayor volatilida­d en los mercados de renta variable y al fin del ciclo en el aumento de tipos de interés de la Reserva Federal estadounid­ense (Fed).

“Todos estos factores deberían actuar como vientos de cola”, argumentan los expertos de UBS en un análisis, donde apuntan, sin embargo, a un precio menos halagüeño de 1.300 dólares por onza.

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