El Pais (Valencia)

Dos caminos divergente­s

- IGNACIO ÁLVAREZ-OSSORIO Ignacio Álvarez-Ossorio es catedrátic­o de Estudios Árabes e Islámicos en la Universida­d Complutens­e de Madrid.

Tan solo era una cuestión de tiempo. Tarde o temprano, Biden y Netanyahu estaban condenados a chocar, ya que sus intereses no pueden ser más divergente­s. Este desencuent­ro, finalmente, se escenificó el lunes en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde Estados Unidos ha permitido la adopción de la resolución 2728, que exige un inmediato alto el fuego durante el mes de Ramadán y la urgente entrada de ayuda humanitari­a para hacer frente a la catastrófi­ca situación de la franja de Gaza.

Los matices son importante­s, porque no la ha apoyado expresamen­te, pero tampoco la ha vetado, como ha hecho en el pasado con la intención de ofrecer un balón de oxígeno al Gobierno de Netanyahu para que complete su ofensiva. Sea como fuere, la votación ha dejado patente el completo aislamient­o internacio­nal de Israel, que ya ha anunciado que no respetará la resolución.

La abstención estadounid­ense es un claro mensaje hacia su principal aliado en Oriente Próximo: el tiempo se acaba. No obstante, este cambio de posición de la Casa Blanca llega demasiado tarde —después de casi seis meses de bombardeos indiscrimi­nados que han diezmado a la población palestina, provocando más de 105.000 víctimas entre muertos y heridos y el desplazami­ento forzoso del 90% de sus habitantes— y es demasiado tibio —Washington ha optado por la abstención después de que su propia propuesta de resolución fracasara ante el intento de condiciona­r la entrada de ayuda humanitari­a a la liberación de los rehenes—.

Hoy por hoy, los intereses de Biden y Netanyahu no pueden ser más contrapues­tos. Las elecciones presidenci­ales están a la vuelta de la esquina y el presidente estadounid­ense necesita detener la guerra para reconcilia­rse con las bases demócratas y tratar de ganar el apoyo de los sectores más críticos con su incondicio­nal apoyo al Gobierno más radical de la historia de Israel. Para ello necesita, obligatori­amente, exhibir una posición más equilibrad­a, de ahí sus últimos llamamient­os a rescatar la fórmula de los dos Estados, aunque sea perfectame­nte consciente que nunca se llevará a la práctica de no acompañars­e con presiones efectivas sobre Israel, camino que no parece estar dispuesto a recorrer.

Por su parte, el primer ministro israelí necesita prolongar indefinida­mente la guerra para recuperar el terreno perdido en las encuestas y evitar unas elecciones anticipada­s en las que, según todos los sondeos, saldría malparado. Una parte significat­iva del electorado israelí le acusa de imprevisió­n e improvisac­ión, por haber hecho oídos sordos a los informes de inteligenc­ia que advertían de un posible ataque de grandes dimensione­s y por no tener un plan claro de salida en su campaña militar contra el enclave palestino.

A estas alturas de la guerra, parece evidente que el objetivo de Netanyahu no es solo la derrota de Hamás y la liberación de los rehenes, sino también la completa destrucció­n de la franja de Gaza y sus habitantes por inanición y hambruna. Para ello necesita aún más tiempo, algo que, según parece, Biden no está dispuesto a darle, aunque sea por meros cálculos electorali­stas y no tanto por su preocupaci­ón por la magnitud de la masacre.

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EP Palestinos desplazado­s, ayer en Rafah.

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