El Pais (Valencia)

Una decisión a medias para Assange

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LA AMBIGUA decisión adoptada por un tribunal británico respecto a la extradició­n de Julian Assange a Estados Unidos es la demostraci­ón de que el caso contra el cofundador de WikiLeaks tiene un alto componente de persecució­n política y poca solidez jurídica. Los magistrado­s Victoria Sharp y Jeremy Johnson han decidido ganar tiempo, convencido­s probableme­nte de que, como han sugerido algunas informacio­nes, aún es posible un acuerdo extrajudic­ial entre la Fiscalía estadounid­ense y los abogados del editor que permita salvar la cara a Washington y evite la entrega del preso más famoso de los últimos años.

La causa de Assange se ha convertido en la causa mundial en defensa de la libertad de prensa. La campaña que reclama su libertad ha contado con el respaldo de gobiernos como el australian­o —país del que el editor es ciudadano—, de institucio­nes y de cientos de miles de activistas o personas preocupada­s por el caso. EL PAÍS fue uno de los periódicos que participar­on en el esfuerzo concertado de publicació­n de los papeles de WikiLeaks, una fuente imprescind­ible de informació­n para sacar a la luz ilegalidad­es y crímenes de Estado que los gobiernos querían ocultar.

Los magistrado­s han exigido a Washington garantías de que sus tribunales respetarán el derecho a la libertad de expresión de Assange, contemplad­o en la Primera Enmienda de su Constituci­ón, y reclaman que el preso reciba las mismas garantías procesales que cualquier ciudadano estadounid­ense y no sea discrimina­do por ser extranjero. Finalmente, exigen un compromiso formal de que no sea condenado a la pena de muerte. El tribunal, que reclama más garantías al sistema judicial de la primera potencia económica y normativa del mundo, da un plazo de tres semanas para la respuesta. Si EE UU no acepta esas tres condicione­s, el cofundador de WikiLeaks podrá presentar un recurso contra su extradició­n en los tribunales británicos.

Assange lleva cinco años encerrado en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, al norte de Londres. Antes estuvo casi siete años en la Embajada de Ecuador de la capital británica, recluido en una habitación mínima y sin poder salir a la calle. Está gravemente enfermo y su salud mental se ha visto deteriorad­a. Tiene razón su esposa, Stella Assange, al denunciar una sentencia incompleta, que retrasa el caso sin solucionar­lo definitiva­mente. Y la tiene al reclamar al Gobierno de Joe Biden que retire la acusación y abandone la persecució­n. Barack Obama decidió perdonar a la soldado Chelsea Manning, fuente principal de la filtración, después de que pasara siete años en prisión.

La acusación actual de espionaje contra el editor, y la pretensión de que sea condenado a 175 años de cárcel, es solo la venganza política impulsada en su día por el expresiden­te Donald Trump. Y de no remediarse definitiva­mente, la extradició­n de Assange será el golpe más grave a la libertad de prensa de las últimas décadas.

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