Un soldado del partido capaz de desafiar las órdenes de su líder
El diputado catalán echó un pulso a la autoridad del presidente de la formación para convertirse en el cabeza de cartel en los comicios de mayo
Cuando en 2011 lanzó la candidatura del PP para ser alcalde de Tarragona, su ciudad, Alejandro Fernández se convirtió en un fenómeno viral porque versionó a su conveniencia una canción de Lady Gaga que repite el pegadizo estribillo “Ale-Ale-Alejandro”. Fernández irrumpió en la campaña por las municipales atronando: “Si tienes alguna duda de quién mola en Tarragona: Alejandro se mueve, Alejandro se moja”. La osadía musical le costó una amonestación de la multinacional Sony Music, que exigió la retirada del plagio. Alejandro, así se le conoce en la política catalana, prefiere la música de The Smiths pero aquella peripecia le sirvió para constatar que, a menudo, el atrevimiento da resultados. Incluso a riesgo de convertirse en la voz que desafina, no ha dudado en enfrentarse al mando de su partido por ser cabeza de cartel en Cataluña.
Fernández, de 47 años, pasará a la historia del PP en Cataluña como, posiblemente, el único presidente del partido en esta comunidad que ha llevado al límite su desafío. La dirección nacional del PP habría estado encantada si Fernández hubiera renunciado al cargo. En un paciente y discreto silencio, el diputado aguardó el veredicto final mientras crecían sus apoyos en las bases.
Brillante orador en el Parlament, ha provocado momentos de hilaridad con su ironía en plena tensión del procés: “Se parece
“Se parece más a mí que a un saltador de pértiga noruego”, le espetó a Quim Torra
más a mí que a un saltador de pértiga noruego. Somos un par de españolazos”, le espetó a Quim Torra. Fernández ha seducido a la militancia y bastante menos a los cargos más relevantes del PP, que le acusan de tirar de demagogia y de una huida hacia adelante para eclipsar sus carencias como presidente del partido. Designado por Mariano Rajoy en 2018, Feijóo heredó un partido en Cataluña con un conflicto enquistado. La inesperada convocatoria del 12-M dejó al PP fuera de juego.
Casado, padre de tres hijas, y licenciado en Ciencias Políticas, Fernández nació en Tarragona y estrenó su carrera en ese Ayuntamiento, donde gobernó con CiU, siendo después diputado en el Congreso y presidente del partido en sustitución de Xavier García Albiol. Siempre puntualiza que esa CiU con la que se entendió y gobernó en el Consistorio nada tiene que ver con Junts. Indiferente a las críticas internas, el diputado censuró que el PP sondeara a Junts por la investidura y lanzó una sucesión de tuits —“(Dicen que) ‘España es una dictadura dirigida por un Rey fascista con el que se niegan a hablar: que alguien me diga de qué hay que ‘hablar’ con ellos”— que disgustaron enormemente a la cúpula. No solo eso: defendió que el PP catalán merece un proyecto propio en el marco del PP nacional tras 30 años de “exceso de tutelas” y de “bandazos ideológicos” y que no puede ser que tanto Josep Piqué (de corte más catalanista) como Alejo Vidal-Quadras (más es
pañolista) acabaran marchándose con el mismo diagnóstico.
Admirador de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan, Fernández no logró en 2021 remontar el vuelo ni los malos resultados de Albiol pasando en el Parlament de cuatro a tres escaños. Pero la década horribilis de los populares llegó a su fin en 2023, siendo claves, además, en Barcelona —fueron determinantes para que el socialista Jaume Collboni fuera alcalde— y pasando el 23-J de dos a seis escaños, superando en votos a Junts y a ERC. Fue justo antes de esa campaña cuando Fernández dio con un insólito tuit el alcance de su distancia con Feijóo al decir que renunciaba a ser cabeza de lista de las generales y que se quedaba en Cataluña para no desairar a los constitucionalistas que siempre se quejan de que sus políticos acaben haciendo las maletas camino de Madrid.