El Supremo de EE UU se inclina por no restringir el uso de la píldora abortiva
La mayoría de los jueces cuestiona la legitimidad de los demandantes
El Supremo de Estados Unidos escuchó ayer los argumentos orales en un caso que devolvió al alto tribunal el asunto del aborto casi dos años después de que sus magistrados derogaran medio siglo de la protección federal que fijó la histórica sentencia Roe contra Wade (1973). Discutían si restringir o no el uso de la mifepristona, la píldora más usada en combinación con otra llamada misoprostol para practicar interrupciones del embarazo. Tras 100 minutos de debate y de preguntas sobre las razones de ambas partes, los nueve jueces parecieron inclinarse por mantener el nivel actual de acceso al fármaco. La sentencia no se conocerá hasta el final del curso judicial, en junio.
Hasta que esa fecha llegue, solo es posible interpretar las actitudes de los magistrados durante la vista. Y de esa lectura cabe concluir que una mayoría, tal vez todos ellos menos los dos más a la derecha, entiende que los querellantes, una asociación de médicos cristianos antiabortistas creada ex profeso para lanzar esta cruzada judicial, no han demostrado cumplir un requerimiento que exige la ley: haber sufrido un daño suficiente en el asunto que se discute para estar autorizados a demandar.
FDA contra Alliance for Hipocratic Medicine (AHM) tiene su origen en una demanda interpuesta en noviembre de 2022 contra la agencia del medicamento (FDA) al calor de la polémica sentencia del Supremo que tumbó el derecho constitucional al aborto en junio de ese año. Aquel fallo devolvió a los Estados el poder para regular sobre la libertad reproductiva de las mujeres. La AHM eligió iniciar su guerra judicial en Amarillo (Texas), confiada en que allí se encargaría del caso Matthew Kacsmaryk, un juez cristiano conservador, y que su decisión la revisaría después un tribunal de apelaciones, el del Quinto Circuito, también con una trayectoria proclive a sus intereses.
Los 15 primeros minutos de la sesión en el solemne edificio del Supremo en Washington, a cuyas puertas se concentraron desde horas antes del comienzo de la vista manifestantes a favor y en contra del aborto, se fueron en discutir si esa “alianza por la medicina hipocrática” tiene capacidad legal para demandar a la FDA, dado que no recetan píldoras abortivas como parte de su práctica. Elizabeth B. Prelogar, abogada que representaba a la agencia, también argumentó que aunque lo hicieran sería altamente improbable que se encontraran con pacientes con complicaciones derivadas del uso de mifepristona; en uno de los estudios aportados por la Administración se fija en un 0,32% el número de esos casos. La AHM afirma por el contrario, aunque sin aportar pruebas, que se han registrado “decenas de miles de complicaciones”.
El objetivo de los demandantes era prohibir el acceso total a la píldora abortiva, que, según los últimos datos del Instituto Guttmacher, se administra junto al misoprostol en el 63% de las interrupciones del embarazo que se llevan a cabo en Estados Unidos, una cifra que ha crecido tras la derogación de la sentencia que tumbó Roe. El primer fármaco detiene la producción de progesterona e interrumpe la gestación; la segunda provoca contracciones en la paciente y provoca la expulsión del feto.