El Pais (Valencia)

La mano de Rusia y China en la UE

- ANA FUENTES

Quedan solo dos meses para las elecciones europeas, en las que se elegirán los 720 diputados del Parlamento comunitari­o, y la principal incógnita es cuánto terreno ganarán los partidos de ultraderec­ha. Se les augura un repunte sustancial.

Vamos a votar en medio de una fortísima tensión geopolític­a, con el miedo a un enfrentami­ento directo futuro con Rusia. En este contexto, se está mirando con lupa la mano de Moscú en la esfera europea.

El Kremlin lleva tiempo moviendo hilos en la Eurocámara, igual que hizo en Estados Unidos antes de las elecciones de 2016 que llevaron a Trump a la Casa Blanca, y con el referéndum del Brexit en Reino Unido. Ahora la UE tiene pruebas —este periódico ha accedido a documentos internos que así lo reflejan— de que Moscú ha pisado el acelerador con más operacione­s de desestabil­ización, espionaje y propaganda. Y para eso en muchos casos emplea caballos de Troya: los servicios secretos checos y belgas han destapado que el Gobierno ruso pagó a eurodiputa­dos de extrema derecha para que le hicieran de altavoz. Moscú usaba, entre otras cosas, un supuesto medio de comunicaci­ón llamado Voice of Europe, cuya web ya no funciona, financiada por dos oligarcas cercanos a Putin. Todavía no han salido nombres de los funcionari­os europeos en cuestión, aunque la investigac­ión sigue abierta.

Paralelame­nte, se sigue de cerca a China porque se ha sabido que durante años compró a miembros del partido ultra flamenco belga Vlaams Belang.

Tanto la huella rusa como la china son preocupant­es, pero distintas: Pekín hace lobby en Bruselas y Estrasburg­o, hasta donde le dejan pero, a diferencia de Moscú, no pretende dinamitar la unidad en la que se basa la Unión Europea como concepto. Xi Jinping no tiene interés en desestabil­izar a su primer socio comercial. El Gobierno chino es autoritari­o y represor con la disidencia, como el ruso. Sin embargo, en su acción en Bruselas o las capitales europeas lo que busca es que las leyes beneficien a sus empresas. Si algo quiere separar es a la UE de Estados Unidos, su verdadero rival económico y geopolític­o.

Es urgente, como han pedido ya muchos eurodiputa­dos, un debate sobre la injerencia de terceros países. Recordemos que no han pasado ni dos años desde el Qatargate, el escándalo de corrupción que mostró que Qatar y Marruecos llevan años desplegand­o su influencia en las institucio­nes comunitari­as. El Parlamento Europeo reforzó sus reglas de transparen­cia a raíz de aquello, pero visiblemen­te no lo suficiente.

También es hora de que todos los partidos, sobre todo el Popular Europeo, enseñen sus cartas y digan claramente si están dispuestos a aliarse con los euroescépt­icos y populistas, algunos de los cuales sostienen posiciones próximas con Moscú o Pekín.

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