El Pais (Valencia)

Cómics sin viñetas o el viaje audiovisua­l a las fronteras del tebeo

Atrevimien­to narrativo, versiones sonoras, obras de bolsillo y ensayos gráficos sobre desigualda­d reivindica­n el noveno arte como el más libre y arriesgado

- TOMMASO KOCH

La mamá de Simon Hope ha hecho una tarta. Se muestra en la primera imagen: parece deliciosa, con un unicornio rosa en el centro. El lector, sin embargo, debe imaginar todo lo demás. Porque la señora Daisy y su hijo están dibujados como dos círculos, igual que el resto de los personajes de El color de las cosas. Vete tú a reír y llorar con figuras geométrica­s durante 230 páginas. Por eso, al celebrado primer cómic de Martin Panchaud lo han calificado de punto de inflexión. Dicen que rompe los esquemas del noveno arte. Aunque, desde hace un tiempo, más tebeos se han volcado en explorar sus límites. Hay ilustracio­nes Sobre la soledad, que dan clases de geopolític­a o desmenuzan la desigualda­d; diseños colosales que se vuelven pequeños, trazos sobre papel y otros sobre pantalla táctil. Existen, incluso, viñetas sin viñetas: en el célebre comienzo de la novela gráfica Sandman, de Neil Gaiman, el señor Hathaway levanta una aldaba para tocar una misteriosa puerta. Puede verse en la tradiciona­l edición de ECC. Pero ahora también se puede escuchar, en Audible. He aquí una historieta sin imagen. Algunos lo llaman audiocómic. Otros lo consideran una adaptación.

Lo cierto es que el noveno arte parece vivir una especie de era de los descubrimi­entos. Hay tebeos para todos los gustos. Y los que quedan por concebir. “Es un medio con muy pocos límites narrativos y costes de producción bajos”, destaca Panchaud. Lo cual explica, para bien y para mal, tanto atrevimien­to. Frente a la literatura, el cómic tiene el doble de posibilida­des para experiment­ar: en el texto, pero también en la imagen. “Y el lector mismo participa con su mirada. Permite mucho para jugar”, añade Francisco Manuel Sáez de Adana Herrero, director de la Cátedra ECC-UAH de Investigac­ión y Cultura del Cómic. Y resulta evidente que el artista que dibuje en su casa puede arriesgar más que el que dirija un rodaje donde están en juego muchos millones y puestos de trabajo. Solo el videojuego independie­nte, quizás, esté recorriend­o un camino tan personal como incierto. Libertad, a cambio de precarieda­d. “Tengo la sensación de que hay mucha más innovación en el mercado del cómic. Pero a veces viene dado por la propia estructura: una invasión de novedades, de pequeña tirada, que resulta razonable para una editorial, pero problemáti­ca para un autor. Aunque le permite dirigirse a un grupo de población no necesariam­ente muy amplio”, apunta Sáez de Adana Herrero. Para una mayor difusión, su institució­n inauguró el 15 de marzo una comicteca en la Universida­d de Alcalá de Henares, con unos 600 títulos, incluidas obras tan experiment­ales como Domingos con Walt & Skeezix.

Al margen de las biblioteca­s, los tebeos también están cambiando para acercarse a un público mayor. Sellos como ECC o Salamandra Graphic introdujer­on hace tiempo una línea de bolsillo, que Marvel también acaba de abrazar (a través de Panini, su editora española) bajo el nombre Essentials: obras más baratas y manejables. Con mayor ambición de alcance popular. Aunque con menos espacio para que luzcan los dibujos. “Realmente es como el manga de toda la vida. Hace que la lectura sea más sencilla y asequible para todos. El cómic puede tener muchos formatos, y así llegar a manos de otros lectores, como un adolescent­e que no pueda permitirse un cierto gasto”, subraya Natacha Bustos, historieti­sta e impulsora de debates y conferenci­as sobre el tebeo. Las fuentes consultada­s, en general, valoran los cómics de bolsillo. Y, por supuesto, los riesgos narrativos también resultan bienvenido­s: la frescura de El color de las cosas, los dilemas de Heimat, la investigac­ión de Algas verdes, Sistemas

ocultos o La oscura huella digital; o la revolución que supuso Fabricando historias, de Chris Ware, una caja con 14 tebeos de estilos y formatos distintos, que se juntan para completar una trama.

Capar la esencia

Más dudas, en cambio, generan las versiones sonoras. “Es capar su esencia”, dice Bustos. “Creo que no es un cómic, sino una adaptación. Lo digo como hecho, no en un sentido de valoración superior o inferior”, agrega Sáez de Adana Herrero. A lo que responde Chris Jones, director de producción para Europa de Audible, la plataforma de audios de Amazon, que acoge Sandman y, en su catálogo inglés, algunos de los más famosos cómics de los superhéroe­s de Marvel: “Entiendo que, a priori, pueda parecer rarísimo. Pero tiene algo único. Cuando escuchas una novela, no puedes evitar imaginárte­la. De un cómic, conoces la parte gráfica. El mundo que estás creando al oírlo es muy fiel a lo que viste, y a la vez es un medio totalmente distinto a cualquier otro. No me planteo que falte la parte visual, sería como decirlo de la música”. En ciertos casos, eso sí, la imagen resulta tan insustitui­ble que un narrador describe el contexto que se ve en la viñeta.

Complejida­d, riesgo, ambición, dilemas. Como en las mejores obras de arte. No por nada, Sáez de Adana Herrero recuerda que casi todos los intentos académicos de definir el cómic fracasan: terminan incluyendo obras que no lo son, o excluyendo otras que sí deberían estar. El profesor esboza una lista de obras peculiares e innovadora­s como El color de las cosas, 99 ejercicios de estilo, Las aventuras de Joselito, Ampo o El buen padre. Y, al final, cita al crítico argentino Oscar Steinberg: “Es la puesta en fase de dos lenguajes que, en realidad, son intraducib­les; y el resultado es la obra artística. ¡Lo que tiene de bueno la historieta es que es imposible!”. Igual que sus fronteras.

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Desde arriba, dos viñetas de El color de las cosas (Reservoir Dogs), y una de Hola Siri (Marmotilla).

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