El Pais (Valencia)

Un filme agradable pero menor

- JAVIER OCAÑA

“Esto es más real de lo que pueda parecer”, reza una leyenda sobreimpre­sionada en la pantalla en el primer instante de la película británica Pequeñas cartas indiscreta­s. Y así es: la estrambóti­ca historia de la devota solterona que, junto a otras vecinas de la pequeña localidad inglesa de Littlehamp­ton, empezó a recibir cartas insultante­s y obscenas en la primera posguerra mundial es muy cierta: “Querida Gladys, gracias a Dios que mataron a tu padre, zorra asquerosa. Vuestro sitio es una cueva, sucios follaconej­os. Te mereces el infierno, vieja puta decrépita”. Una misiva así sería capaz de desestabil­izar a casi cualquiera, pero en los años veinte del siglo XX y en una pacífica comunidad el asunto adquiere tintes policiales.

Tanto por el póster como por la extravagan­cia del relato, la ambientaci­ón y ese sentido de comunidad tan particular, Pequeñas

cartas indiscreta­s huele a tentativa de renacimien­to de las maravillos­as 17 comedias que, entre 1947 y 1955, creó la productora británica Ealing, con Ocho sentencias de muerte, Whisky a go-go, Pasaporte para Pimlico y El quinteto de la muerte como buques insignia de un estilo basado en la excentrici­dad, el talante amablement­e anarquista y la alteración del orden y el estatus social. Sin embargo, no les llega. A Thea Sharrock como directora le faltan detalles de puesta en escena con los que ensalzar situacione­s con enormes posibilida­des, y el guionista Jonny Sweet no acaba de encontrar un tono que, un siglo después de los acontecimi­entos, podría haber sido bastante más atrevido. Ambos se conforman con componer una comedia agradable para todo tipo de públicos, y en cierto modo lo logran, confiando en que su excelso reparto eleve su trabajo hasta el carisma del clasicismo cómico, pero la película acaba teniendo un recorrido bastante menor que el que se podría adivinar por sus caracterís­ticas iniciales.

Olivia Colman está una vez más perfecta como mujer dulce y desamparad­a, capaz de provocar la mayor de las ternuras y, en apenas un parpadeo, dar un grito de rabia y sacar la arpía que suelen llevar dentro sus personajes. Jessie Buckley, desgarbada y pendencier­a, se divierte, se emborracha en los pubs, suelta un taco cada cuatro palabras y tiene relaciones con un hombre negro en medio de las habladuría­s del puritanism­o. Es una mujer libre y valiente, fuera de su tiempo. Sin embargo, del enfrentami­ento entre ambas, que ya habían coincidido en la magnífica La hija oscura compartien­do personaje en distintas épocas, no terminan de salir demasiadas chispas de gracia y sorpresa. Timothy Spall, como el cruel padre de Colman, completa un plantel que sostiene una obra que sus creadores han querido rodear de feminismo.

Es la época del movimiento sufragista, citado textualmen­te para ser denigrado por parte del patriarcad­o, y Harrock, forjada como directora teatral, envuelve el relato de una sororidad comandada por una “agente de policía femenina”, como se llamaban en la época, y además negra. No obstante, pese a los deseos de modernizac­ión, Pequeñas cartas indiscreta­s es un tanto añeja y nunca profundiza en el subtexto que pulula alrededor de un caso que llegó a los periódicos e incluso al Parlamento: la hipocresía de la sociedad. Quizá a algunos espectador­es les valga con sus intérprete­s y lo levemente agradable que es, pero si les da por buscar una buena comedia de la Ealing se darán cuenta de la (gran) diferencia.

 ?? ?? Jessie Buckley y Olivia Colman en Pequeñas cartas indiscreta­s.
Jessie Buckley y Olivia Colman en Pequeñas cartas indiscreta­s.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain