“Hay que preparar a los niños a encajar golpes, no a esquivarlos”
“Vivir en un barrio como Carabanchel te hace empezar la pelea desde el primer asalto”
Jero García (Madrid, 52 años), boxeador, entrenador de boxeadores, come casi todos los días en el Bar Mauricio de Carabanchel, su barrio. Fue criado en los setenta en un entorno duro del que escapó a golpes; encontró la luz en el boxeo: fue campeón de España y casi de Europa. También encontró una vocación superior a la del deporte: la de la educación a través de un gimnasio que, entre otras muchas cosas, reconduce vidas a punto de descarrilar. Creó la Fundación Jero García dedicada a la integración de jóvenes en riesgo de exclusión social a través del deporte. Y acaba de publicar Cola de lagartija (Temas de Hoy), una novela en la que un chaval pega para dominar el miedo y un entrenador le enseña a encajar.
Pregunta. Su niño protagonista se educa en la calle: un aprendizaje de roce, no de laboratorio.
Respuesta. Los niños están más en casa que nunca pero mi impresión es que se comunican menos con sus padres. Imagínate lo que comunican fuera. Su aprendizaje es un poco encapsulado, así que muchos niños están aprendiendo más de las tazas de Míster Wonderful que del roce.
P. Su protagonista, como usted, no quiso visitar a su abuelo en el hospital cuando se estaba muriendo.*
R. No quería recordarlo malito.
P. ¿Hay un problema de educación entre los niños con la muerte? Es tabú.
R. Quizá sea para intentar evitarles el daño, pero el daño va a ocurrir. Si preparas a los niños para encajar y no para esquivar, estarán más fuertes y protegidos. Se habla de la generación de cristal de los jóvenes: la generación de cristal es la de sus padres. En vez de desear que nuestros hijos no tengan miedo, deberíamos trasladarles que tengan miedo, y sean capaces de superarlos.
P. Viene de tomarse un café con su hijo mediano, de 23 años.
R. Y le he dicho: “Iván, estoy acojonado desde que nació tu hermana, y ahora con tus pequeños. El miedo existe y yo lo he tenido siempre, cuando boxeaba y cuando os he tenido a vosotros, porque no dejan de ser otros combates”. Tener hijos es como combates de boxeo que duran toda la vida.
P. El barrio ha tenido mucha importancia en su biografía.
R. Vivir en un barrio como este me hace empezar la pelea desde el primer asalto. Cuando llega el quinto, yo estoy acostumbrado a los golpes. Muchos chicos de otros sitios, de otros estratos sociales, empiezan a boxear en el quinto asalto y cuando llegan al séptimo no están acostumbrados a los golpes. Si no estás acostumbrado a los golpes, te tiran, cosa que es normal, pero no eres capaz de levantarte.
P. ¿Cuál es el golpe más grande que ha encajado y del que más ha aprendido?
R. Encontrarme a una alumna que sufrió violencia de género. No fui capaz de detectarlo, y acabó en el hospital. Eso cambió mi vida. Por eso tengo una fundación que se dedica a la prevención de la violencia.
P. La chica había ido al gimnasio para aprender a boxear.
R. Tenía 18 años. Fue maltratada durante un año mientras entrenaba conmigo. En un momento dado, yo me mosqueo. Veo marcas. Cuando le pregunto, ella desaparece. Vuelve año y medio después con una niña en brazos. Y me cuenta que durante el último año que llevaba entrenando, sufría violencia de género. Que lo que empezó con insultos y prohibiciones acabó con una paliza embarazada de ocho meses. Fue ingresada y al final lo denunció. Esa chica, 20 años después, es campeona de España, es campeona de Europa y del mundo.
P. Miriam Gutiérrez, La Reina.
R. Una victoria labrada en la peor de las derrotas.
P. ¿Por qué se están multiplicando los gimnasios de boxeo?
R. Porque tú cuando te pegas con un saco, juegas a pelear. Es la forma que los animales tienen de canalizar la agresividad y regular la ira. Nosotros somos animales. Cuando jugamos a pelear sin tener que pegarnos con nadie, estamos canalizando la agresividad y regulando la ira.