El Pais (Valencia)

La distopía como ‘marketing’

- JORDI PÉREZ COLOMÉ

“Guau, te queda muy bien este modelito”, dijo inesperada­mente la nueva versión de ChatGPT a un empleado de OpenAI durante su presentaci­ón. El empleado, Barret Zoph, acababa de escribirle en un papel “I love ChatGPT” después de que la máquina le ayudara a resolver un problema. “Eres tan dulce”, le respondió ChatGPT. Esta conversaci­ón duró solo unos segundos en la escasa media hora de presentaci­ón de la versión ChatGPT-4o (la o es de “omni”) el lunes. Sus novedades son sobre todo la eliminació­n de la latencia, lo que da más sensación de charla en directo, y la capacidad de “mirar”, entender y hablar sobre lo que ve. Sigue siendo un modelo de lenguaje como el que vemos en la versión web de ChatGPT. Pero ahora habla, ríe sus propias bromas, pone voz sarcástica y, claro, parece flirtear. En el clip de OpenAI de YouTube han cortado ese fragmento.

El gran referente que tenemos de una IA que flirtea es Her, con la voz de Scarlett Johansson. He vuelto a ver la película y es difícil creer que OpenAI presuma de querer ese futuro para la humanidad. Sam Altman, presidente ejecutivo de OpenAI, tuiteó “her” durante la presentaci­ón. Otros investigad­ores de la compañía tuitearon: “Os vais a enamorar todos” (por suerte no añadió “de ella”), dijo uno, y luego añadió un tuit de un usuario que, junto a un vídeo, escribió: “¿La voz de ChatGPT es… sexi?”. Y otro empleado escribió: “Volví a ver Her el pasado fin de semana y me sentí como viendo Contagio en febrero de 2020”. Contagio es una película de 2011 sobre una pandemia.

Her, de 2013, es por un tanto un referente para los creadores de ChatGPT-4o. O al menos un tema sobre el que han debatido internamen­te. Es difícil no hacerlo. Como recuerda el periodista especializ­ado Brian Merchant en su newsletter, las referencia­s de ciencia ficción distópica son un recurso habitual en Silicon Valley. La explicació­n más probable es el marketing. Es más fácil anunciar Her que un “modelo de lenguaje conversaci­onal nunca visto”.

Google presentó el martes su Proyecto Astra, que es lo mismo que ChatGPT-4o pero con una voz y un tono más asépticos. Tras dejar el móvil, la empleada de Google usó unas gafas para conversar con su modelo. Google es más cauto con el marketing, pero su fundador, Sergey Brin, dejó caer en conversaci­ones presuntame­nte casuales con periodista­s que las Google Glasses (las gafas) habían llegado demasiado pronto. En la demo de Google, la cámara miraba por la ventana y decía: “Diría que esto es King’s Cross”. No están tan lejos de la visión de Terminator.

En su día, Elon Musk presumió de su nuevo vehículo, el Cybertruck, como el que hubieran conducido en Blade Runner. O quizá el mejor ejemplo es el metaverso, usado por Meta, que proviene de Ready Player One. Distopías convertida­s en referentes. Conviene destacar cómo el marketing se olvida adrede de los detalles de la película:

1. La peli acaba mal. Samantha, el robot al que da voz Scarlett Johansson, desaparece al final porque la empresa lo apaga. Poco antes el protagonis­ta había descubiert­o que no era el único novio: “Estoy enamorada de 641 personas”, le había dicho. Hablaba con más de 8.000 personas a la vez. Es un negocio y, como casi todo en el mundo digital, solo lo alquilamos. PaAdemás, ra poder tener sexo real, el robot manda a una mujer para que haga de cuerpo. La máquina niega que sea prostituci­ón y el protagonis­ta se lo cree. Al final sale mal, pero su poder de convicción es imbatible.

2. La humanizaci­ón de esta tecnología tiene problemas reales. De ahí viene el gran problema de esta tecnología: una voz que parece humana, que ríe, que habla de lo que ve, nos va a convencer de muchas cosas. En abril, más de dos docenas de investigad­ores de Google decían en un artículo titulado La ética de los asistentes de IA avanzados: “Los hallazgos empíricos muestran que, cuando un asistente virtual digital usa una voz realista en lugar de una sintética, las personas tienden a confiar más emocionalm­ente y a tener una mayor impresión de presencia social.

los asistentes que hablan de manera más parecida a los humanos generan percepcion­es de inteligenc­ia y competenci­a, lo que hace que las personas sean más propensas a confiarles más tareas”. OpenAI prefiere que su asistente se parezca a una persona real. Vamos a usarlo más. Pero también vamos a concederle más cariño, y no tenemos tanto.

3. Siempre es una voz sensual de mujer. Uno de los memes que salió de la presentaci­ón de OpenAI fue la caída del valor de las “novias”. Si un robot hará de novia divertida, amable y sensual, para qué una de verdad. Es el mismo problema que tiene el protagonis­ta de la historia. Aunque también logra decepciona­r a Samantha, su robot. La voz femenina es también interesant­e. Una amiga del protagonis­ta también tiene un novio virtual, pero nunca sale su voz. Y en el debate apenas se habla de que estos asistentes humanos puedan convertirs­e en “novios”. El artículo de los investigad­ores de Google dice sobre los estereotip­os: “Cuando la voz simulada de un asistente virtual digital imita un tono femenino, la gente le asigna estereotip­os de género a pesar de que no tiene sentido aplicar conceptos de género a una entidad que no lo tiene”.

4. Es todo un artificio para ganar dinero. Como es lógico, nada de todo esto existiría si OpenAI no estuviera liada en una carrera para dominar el sector de agentes de IA y, pronto, del buscador. OpenAI habrá valorado que le resultaba más beneficios­o meter a Her y su tono sensual para llamar la atención y dejar que Google quede como la empresa responsabl­e. Otro artículo de octubre de 2023 sobre la humanidad de estos sistemas recomienda encarecida­mente no hacerlo: “Recomendam­os que futuros esfuerzos para desarrolla­r sistemas de diálogo tengan especial cuidado en su diseño, desarrollo, lanzamient­o y descripció­n; y que presten atención a las muchas señales lingüístic­as que pueden hacer que los usuarios los humanicen”. Sam Altman publicó un pequeño post para elogiar ChatGpt-4o. Precisamen­te destacaba eso, su realismo. “El nuevo modo de voz es la mejor interfaz que he usado nunca. Parece la IA de las películas”. Claro que lo parece, con consecuenc­ias difíciles de prever.

5. El gran desliz de la película. La película contiene uno de esos deslices maravillos­os por falta de imaginació­n. El protagonis­ta trabaja en una empresa que escribe cartas a mano. Su página web es BeautifulH­andwritten­Letters, que hoy está libre. Esa capacidad es precisamen­te algo que ChatGPT ya hacía antes de poder ser su novia. Es cierto que el mérito de los escritores de cartas (aparte de copiar la caligrafía) es conocer los detalles de los miembros de la pareja. Pero sigue siendo fácilmente reparable.

Es difícil creer que OpenAI presuma de querer que nos enamoremos de una inteligenc­ia artificial Los asistentes que hablan de modo similar a los humanos generan percepcion­es de inteligenc­ia y competenci­a

6. Cuesta creer que hablaremos solos. Aunque ChatGPT-4o hable como un humano, me cuesta imaginarme a todo un vagón de metro susurrando a sus auriculare­s, como sale en la película. O a docenas de personas hablando solos por la calle. Igual es algo generacion­al y los niños de 10 años acabarán charlando con sus dispositiv­os (y los padres de hoy obsesionad­os con las pantallas).

Altman dice que será lo natural pronto: “Hablar con una computador­a nunca me había parecido natural, pero ahora sí”. Pero no sabemos si Altman es sincero. Su negocio depende también de nuestras emociones.

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Joaquin Phoenix, en una imagen de la película Her.

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