El Pais (Valencia)

Trump, el martillo que golpea a Nicolás Maduro

La Casa Blanca eleva la presión contra el régimen y desliza incluso la idea de una intervenci­ón militar La última vez que EE UU usó la fuerza en Latinoamér­ica fue en Panamá en 1989

- AMANDA MARS, Washington / AFP

Errática en buena parte de las relaciones internacio­nales, la política de Donald Trump con Venezuela ha resultado constante desde que el republican­o llegó a la Casa Blanca hace justo dos años. La Administra­ción estadounid­ense reconoció oficialmen­te al líder opositor Juan Guaidó como presidente interino del país sudamerica­no de forma casi inmediata, después de un período en el que las sanciones al régimen de Nicolás Maduro no han dejado de endurecers­e, incluyendo al propio mandatario y a su círculo más cercano, y entrando ya en medidas económicas que han tratado de estrangula­r financiera­mente al Gobierno chavista.

Comparar la política de sanciones del demócrata Barack Obama con su sucesor resulta complicado por el cambio de escenario, con la deriva autoritari­a de Maduro, el letal empobrecim­iento del país y el éxodo cada vez mayor de venezolano­s. En mayo de 2017, la recién estrenada Administra­ción Trump sancionó al mandatario y a siete miembros del Tribunal Supremo de Justicia venezolano. Meses después, abrió el melón de las sanciones económicas, un paso con riesgos, por el daño que acaba infligiend­o en la población, sin garantías de derribar al régimen bolivarian­o.

Washington dificultó la emisión de deuda de PDVSA, la petrolera estatal, un golpe muy duro para una de las grandes fuentes de financiaci­ón del país, pero no ha aplicado embargos al crudo, del que Estados Unidos es el principal cliente.

Washington, en cualquier caso, sacó el martillo contra Caracas. La voz del republican­o anticastri­sta Marco Rubio en este terreno influyó. En mayor o menor

Washington ha aumentado las sanciones, que no afectan al petróleo

medida, sin embargo, es fácil imaginar que la Administra­ción de Barack Obama también hubiera endurecido el tono —y el fondo— contra Maduro con el deterioro del país y de su democracia.

En las semanas previas a aquel mayo de 2017, uno de los puntos de inflexión de la escalada de sanciones, se habían producido al menos 44 muertos en las protestas callejeras por la nueva Constituye­nte anunciada por Maduro, con la que buscaba aislar a la oposición. La impronta trumpista entra en juego cuando el presidente empieza a hablar a la ligera de intervenci­ones militares en Venezuela. Washington ya ha dejado convenient­emente claro esta semana que mantiene abierta cualquier opción.

Hace año y medio, Trump se encargó de ser más explícito en un tono liviano: “Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluida la militar si fuera necesario”, dijo en agosto de 2017, desde su club de golf de Bedminster, en Nueva Jersey. “No voy a descartar la opción militar, es nuestro vecino y tenemos tropas por todo el mundo. Venezuela no está muy lejos, y la gente allí está sufriendo y está muriendo”, insistió. “No estamos consideran­do nada, pero todas las opciones están sobre la mesa”, respondió este miércoles a los periodista­s que le preguntaro­n si estaba consideran­do enviar el Ejército a Venezuela.

EE UU no amenaza con usar la fuerza militar en Latinoamér­ica desde la invasión en Panamá en 1989. El tono del presidente recuerda la era de la Guerra Fría y contrasta con el giro aislacioni­sta en otro conflicto, como el sirio. El consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, también apeló ayer al asunto de la vecindad. “El hecho es que Venezuela está en nuestro hemisferio, tenemos una responsabi­lidad especial allí”.

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Barack Obama y Hugo Chávez, en 2009 en Puerto España (Trinidad y Tobago).

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