El Pais (Valencia)

“No fui capaz de defenderme”

Antonio Peñalver, subcampeón olímpico en Barcelona 92, testifica, junto a varios compañeros, en el juicio por presuntos abusos sexuales del que fue su entrenador

- CARLOS ARRIBAS Santa Cruz de Tenerife / RICARDO GUTIÉRREZ / RAFA AVERO

El decatlón es una competició­n de 10 pruebas para todos los atletas, salvo para el subcampeón olímpico de Barcelona 92, Antonio Peñalver, a quien la vida le añadió ayer una undécima: declarar cómo le habían robado la niñez, la edad de la felicidad ingenua cuya memoria nos salva en la madurez, y habían convertido su existir en un tormento ante la persona misma que se la había robado, que le había machacado con sus abusos sexuales, su entrenador, Miguel Ángel Millán, que 35 años después de todo le mira con desdén y cierta expresión de fastidio, qué molestia que me hagan escuchar esto, y bufa y rebufa desde el banquillo de los acusados, y Peñalver le observa.

Peñalver, testigo de cargo y víctima en el juicio en el que la acusación particular le pide 21 años de prisión a Millán por abusos continuado­s a dos jóvenes de Tenerife, declara durante 30 minutos a puerta cerrada. Sale de la sala y en la puerta sonríe aliviado como quien ha sufrido para llegar hasta allí pero ha visto que el sacrificio merecía la pena, y describe la undécima prueba, que cree que ha superado con holgura. “Ha sido”, compara, “como en la competició­n de pértiga cuando, con el estadio vacío porque es a la hora de comer y no hay más pruebas en el mundo, te enfrentas a la primera altura, con dolor de piernas porque es la tercera prueba del día y llegas cansado, y con el miedo a no poder superarla”.

Después, reflexiona, lejos de él el deseo de seguir comparando la vida con una carrera atlética cuyo momento de más gloria, su medalla de Barcelona 92, lo celebró abrazando como loco a su entrenador-torturador y pensando al mismo tiempo, “¡qué mierda estoy haciendo abrazando a este individuo!”. “Verlo ahora, sabiendo que ha vuelto a engañar a todo el mundo y ha hecho todo lo que le ha dado la gana, me ha dado un poco de rabia, un poco de ganas de que de verdad todo esto acabe y ya no haya posibilida­d de que toque a nadie más”, dice. “Espero que se haga justicia. Este esfuerzo tiene que tener su recompensa. De la forma que sea, como sea, que jamás, jamás, tenga la oportunida­d de hacer nada a ningún niño más. Eso es el objetivo”.

Antes que Peñalver, el más conocido y admirado, el considerad­o Superman del atletismo español, el chico 10 que todos los jóvenes soñaban con ser, habían declarado como testigos-víctimas-acusación media docena más de atletas que denuncian también los abusos por parte de Millán y la indiferenc­ia de todos los que les rodeaban y sabían.

Después de Peñalver declaró media docena más, ya no tan chavales cómo los jóvenes de Tenerife que lograron que finalmente se enjuiciara a Millán. Son sus compañeros de Alhama. “Que un tipo como yo y que señores de 50 tacos de pronto se metan en este fregado no es por gusto, no es por un capricho: tenemos dentro mucha mierda que tenemos que sacar y tenemos que ayudar a que a nadie más le pase. Ya sienta bien hablar, la verdad”, dice a la puerta de los juzgados, en una improvisad­a zona de mixta ante cámaras que retratan inclemente las arrugas de su rostro, la marca de la vida, el cansancio. “Después de declarar, al cabo de un rato sientes que has eliminado un poco de veneno. Afortunada­mente no estamos hablando de los años ochenta o noventa, cuando todo el tratamient­o de estos asuntos era un poco como que se pensaba que callándolo se protegía a la víctima. Es todo lo contrario. La experienci­a personal me dice que lo mejor desde el primer día es airearlo lo más posible. Cada vez que cuentas esto, cada vez que hablas, es un poco que te quitas del daño que va a permanecer contigo toda tu vida. La forja de esa forma de sentir y de someterse es algo que sigue ahí. El miedo no se puede evitar, lo que pasa es que ya tengo 50 años y al segundo siguiente me doy cuenta de que es irracional, pero sigue existiendo ese impulso de miedo”.

Sensación de culpa

Como todos sus compañeros que volaron desde Murcia el miércoles para declarar, como todas las víctimas canarias, Peñalver sufre de una sensación de culpa permanente, un creer que si alguien le machaca no es responsabi­lidad de quien le golpea sino suya porque seguro que algo malo ha hecho para merecerlo, explica, que hace que le cueste muchísimo defenderse de los ataques de nadie. “Llevo toda mi vida acudiendo a terapia porque a partir de un momento de mi vida, a los veintitant­os años, me di cuenta de que algo no funcionaba bien. Con la terapia intento simplement­e ser persona para poder vivir y para poder gestionar sentimient­os que no sabía de dónde venían, aislamient­o, soledad, indefensió­n...”, explica. “Cuando me llaman en 2016 para pedirme ayuda, se me cayó el alma a los pies. A pesar de los esfuerzos que hicimos desde allí para intentar advertir a todo el mundo de que el peligro estaba ahí, pese a que parecía que había una voluntad de redención, darte cuenta de que había seguido, el sentimient­o de culpa, no fui capaz de defenderme, no fui capaz de hacer nada, pues vuelve, y es de las cosas que más daño hacen”.

Durante su testimonio, que precedió al del presidente de la federación española entre 1989 y 2016, José María Odriozola, quien negó cualquier conocimien­to y cualquier responsabi­lidad, las preguntas que Peñalver sintió más agresivas fueron las del abogado de la federación, quien llegó a recriminar­le haber formado parte de la junta directiva de Odriozola de enero a noviembre de 2016. “Y yo no supe qué decirle, ya digo que soy incapaz de responder a los ataques de los demás”, confiesa Peñalver, quien, pese a sus miedos, pese a su culpa, tuvo el valor de dar un testimonio hace dos años clave para que Millán fuera procesado.

 ??  ?? Antonio Peñalver, ayer a la salida de los juzgados de Santa Cruz de Tenerife.
Antonio Peñalver, ayer a la salida de los juzgados de Santa Cruz de Tenerife.
 ??  ?? Miguel Ángel Millán y Antonio Peñalver, en Barcelona 92.
Miguel Ángel Millán y Antonio Peñalver, en Barcelona 92.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain