El Pais (Valencia)

Nadal evoca a McEnroe

El balear aterriza en su quinta final de Australia exhibiendo su versión más incisiva ante Tsitsipas. “Tiene el talento de hacerte jugar mal”, subraya el griego

- ALEJANDRO CIRIZA, Madrid / MICHAEL DODGE (GETTY)

Apretaba Rafael Nadal las dos hileras de dientes con tanta fuerza, con tantísima presión, que algunos de los allí presentes temieron que en algún momento las piezas pudieran saltarle por los aires mientras celebra la deslumbran­te victoria contra el joven Stefanos Tsitsipas (6-2, 6-4 y 6-0, en 1h 47m). Uno de ellos era John McEnroe, el genial y dicharache­ro McEnroe, que a pie de pista y micrófono en mano se dirigió hacia el número dos y le dedicó la mejor de las alabanzas, viniendo precisamen­te de quien venía y planteándo­le lo que le planteaba.

—Enhorabuen­a, Rafa, ¿se puede jugar mejor en la red? —Sí.

—Entonces, cuéntame cómo demonios se hace, amigo…

Sorprendie­ndo día tras día, Nadal sigue aplicando vueltas de tuerca a su tenis y ayer ofreció, probableme­nte, la versión más incisiva y aplastante que se le recuerda. Pasó el balear por encima de un joven al que se le auguran días de gloria en la élite, pero que en esta ocasión recibió un serial de golpes tan contundent­e que anímicamen­te lo dejaron deshecho. “¿Qué puedo sacar de este partido? Sinceramen­te, no he estado cerca de hacer nada…”, admitía el griego, 12 años menor que su rival y expuesto a un abordaje superlativ­o, porque Nadal ayer giró un poco más la rosca y apretó de principio a fin, sin piedad alguna para desembarca­r por quinta vez en la final de Melbourne.

“He tenido que adaptarme a los nuevos tiempos y a mi edad. Por eso sigo aquí, compitiend­o al máximo nivel. Se trata de mejorar en todo lo posible”, abreviaba ante los periodista­s el mallorquín, previament­e emocionado de camino al vestuario. “Hace solo un par de semanas estaba en Brisbane diciéndole al director del torneo que no iba a poder jugar, así que era muy difícil pensar que iba a llegar tan bien aquí. Era algo impensable, me está saliendo todo casi a la perfección”, resumió el tenista de Manacor, inspirado como nunca en las subidas, cercando a Tsitsipas mediante un majestuoso ejercicio de saque y volea que desde hace tiempo no se lleva.

Desde hace años, el tenis ha perdido a los espadachin­es de la zona límite, a aquellos jugadores que derribaban al contrario a base de atropellos, de la intimidaci­ón, del no dejarles respiro porque nada más poner la bola en juego se lanzaban a campo abierto, sin temor alguno a que el rival les sonrojase con una devolución por los pasillos o bien por el aire. Los Edberg, Becker, Sampras… O el propio McEnroe, dominador como ninguno de ese territorio embrujado que es la red, solo apto para valientes, los más osados, distintivo de algunas gran final; el otro, en trayecto de ida, la efervescen­te Naomi Osaka, que con 21 años encandila y puede igualar la cifra de majors de la checa, con toda la ruta aún por delante. Ambas resolviero­n sus respectivo­s duelos —la checa contra Danielle Collins (7-6 y 6-0) y la nipona con Karolina Pliskova (6-2, 4-6 y 6-4)— y se jugarán, además del cetro, el trono que hasta ahora defendía la rumana Simona Halep, apeada en octavos por Serena Williams. de la ATP. Tsitsipas es actualment­e el número 15; Tiafoe el 39; De Miñaur el 29; Ebden el 48, y Duckworth el 237. Ahora, en su horizonte asoman Novak Djokovic y el francés Lucas Pouille, que hoy (9.30) se miden por la plaza restante. Hace dos años, en Nueva York, disfrutó de otro trazado amable como el de ahora en Melbourne. Entonces, Juan Martín del Potro (28º) fue el escollo de mayor envergadur­a.

Mente en blanco

“No sé qué puedo sacar de positivo”, incidía Tsitsipas. “Solo he ganado seis juegos, me siento raro. Estoy contento con el torneo que he hecho, pero a la vez me siento decepciona­do por lo de hoy. Es una sensación rara, porque siento que no podía jugar mejor”, continuó el griego, entrenado por su padre y formado a orillas del Mediterrán­eo, en la academia del técnico de Serena Williams, el francés Patrick Mouratoglo­u. “Tenía la mente en blanco. Sentía que él estaba en otra dimensión, porque juega a otro ritmo: su saque, su agresivida­d, sus ángulos… Él tiene un talento que no lo tiene nadie, la capacidad de hacerte jugar mal. Solo trato de entender cómo pudo ganarle a Federer más de 10 veces con un estilo similar al mío”, concedía el joven que ha puesto a Grecia en el mapa tenístico, el primero de su país que irrumpe en el primer plano, entremezcl­ando amargura y una profunda admiración.

En la jornada más calurosa de esta edición, a unos 40 grados, Nadal le desmembró desde el primer peloteo. “Stefanos lo tiene todo”, le elogió el balear, que dispondrá de dos días libres para pulir detalles y preparar la gran cita del domingo, en la que podría elevar su 18º trofeo del Grand Slam y situarse así a solo dos de Federer. Disfrutará de 24 horas más de descanso que su rival y llegará con unos registros extraordin­arios. Solo ha entregado dos veces el servicio —las dos en el estreno, contra Duckworth— y su derecha desprende llamas, promediand­o 33 winners; el servicio, renovado, le aporta un 81% de los puntos dirimidos con su primer saque, y en cuanto a confianza, Nadal la tiene estos días por las nubes, porque todo carbura mejor de lo que él mismo imaginaba.

“Es una bestia”, le describe McEnroe, que ayer recibió un hermoso homenaje: el mallorquín se vistió de BigMac.

 ??  ?? Nadal celebra la victoria contra Tsitsipas, ayer en Melbourne.
Nadal celebra la victoria contra Tsitsipas, ayer en Melbourne.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain