La luz del sol
Se llamaba Elio por el dios del Sol. Se lo puso su padre. Y para mí Elio Berhanyer era como un dios que luego se convirtió en un ángel. Pasé de tenerle superadmiración y muchísimo respeto a tener la suerte de considerarlo y que me considerase como un compañero. Mi primera colección con Cecilia Paniagua, a mediados de los noventa, la hice con tejidos de colecciones de Elio de los sesenta y setenta que compramos en el Rastro. Con el tiempo, venía de invitado a mis desfiles.
Siempre que coincidíamos, en cualquier fiesta o evento, intentaba sentarme a su lado. Me contaba cosas alucinantes de su época esplendorosa. Tenía modelos propias, que solo desfilaban para él y como a él le gustaba. Y no las llamaba modelos; las llamaba maniquíes. Me recordaba que fue el primero en sacar a desfilar a Naty Abascal y a su gemela, Ana María. La prensa al día siguiente proclamaba que era “la modelo que se cambia más rápido del planeta”, porque las sacaba a desfilar casi seguidas. Lo contaba siempre partiéndose de risa, con esa mirada pilla que acompañaba su porte de hombre guapo y elegante.
Igual que rememoraba sus juergas con Antonio Gala o cuando tuvo en la terraza de su ático en Madrid a un guepardo como mascota. Era un excéntrico y le gustaba hacer gala de ello. Quizás por eso Ava Gardner se rindió a su arte y le encargaba sus vestidos cuando vivió y rodó en España. Igual que Cyd Charisse. Vistió y compartió intimidades con muchas de esas estrellas que a mí me han fascinado tanto.
Juan Duyos