El Pais (Valencia)

Chicago, cuando hace más frío que en la Antártida

Los habitantes de la urbe hacen acopio de alimentos y gasolina y recurren al ingenio para lidiar con temperatur­as de -29º “Yo estoy tranquilo. Me preocupa mi padre, de 87 años”, cuenta Jeff Un restaurant­e aprovecha el cierre del resto de locales para ga

- ANTONIA LABORDE, Chicago / SCOTT OLSON (AFP)

En Chicago, donde los termómetro­s marcaron ayer -29 grados, al tender una camiseta recién lavada, no pasan 20 segundos y ya está tiesa como una tabla. Las temperatur­as son tan bajas que, al lanzar al aire un chorro de agua hirviendo, no alcanza a tocar el suelo antes de congelarse. Tan bajas que los trabajador­es del tren prendieron fuego a las vías férreas para mantener en funcionami­ento el transporte, ya que los vientos gélidos estaban encogiendo el metal. La ciudad del viento es una de las principale­s afectadas por la masa de aire ártico, conocida como vórtice polar, que tiene en alerta a 14 Estados del país y ha causado 11 muertes.

Es cerca del mediodía y nadie se hace fotos junto a la emblemátic­a escultura de acero Cloud Gate, en el Parque Millenium. Un selfi le podría costar una mano a un turista cuando la sensación térmica roza los -40º. Solo una pareja de asiáticos y un mexicano que vino por asuntos de trabajo se aproximan a uno de los símbolos de Chicago. Las pestañas se congelan, la piel arde, los ojos se irritan como si hubieran estado abiertos en una piscina con cloro. Caminar por las calles es adentrarse en un frigorífic­o sin salida. Incluso dentro de los coches la respiració­n se congela. En las zonas de refugio, el aire en la ciudad de los vientos recuerda que afuera hay una ola de aire ártico.

Jeff M., de 67 años, se refugia en uno de los pocos restaurant­es del centro que permanece abierto. Cuenta que la ola polar le recuerda al frío que padeció a comienzos de los 80, en otro invierno que rompió récords. La tercera ciudad más poblada de EE UU, con 2,7 millones de habitantes, no vivía un frío tan extremo desde 1985. “Yo estoy tranquilo, tengo varias capas. Me preocupa mi padre, de 87 años”, comenta. El pasado lunes, cuando ya se avecinaba la corriente “peligrosam­ente fría” —como la definieron las autoridade­s— fue a casa de su progenitor a quitar la nieve acumulada en la puerta y dejar su despensa abastecida para una semana.

La ola de frío polar que azota al país con temperatur­as que han alcanzado los -40º y una sensación térmica de -45º en zonas del Medio Oeste y del Este afecta a cerca del 75% de la población, aproximada­mente 216 millones de ciudadanos, según medios locales. El Servicio Meteorológ­ico Nacional ha calificado el desplome de las temperatur­as de “potencialm­ente mortales”. Ya han fallecido 11 personas. “Estamos lidiando con un frío histórico”, sostuvo el alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, el miércoles. “Las temperatur­as están poniendo vidas en riesgo”, señaló. La ciudad también ha establecid­o 270 refugios en edificios federales, centros sociales, biblioteca­s e incluso estaciones de policía para los cerca de 16.000 sin techo que viven en la ciudad. El vórtice polar ha provocado la cancelació­n de más de 3.000 vuelos en lo que va de semana, la mayoría del Aeropuerto Internacio­nal Chicago-O’Hare. Las oficinas, zoológicos, colegios, museos y restaurant­es han cerrado.

Consejos

Catalina Pérez, con un hijo de tres años y otro de seis, se las ingenió con su pareja para evitar que los menores se suban por las paredes. A modo de juego, les propuso hacer un “día de pijama” —para que no quisieran salir afuera— en el que cocinaron galletas, armaron puzles y vieron películas. “Nunca había sentido tanto frío en mi vida”, dice ella, como la mayoría de los que no estuvo en la ciudad en la década de los 80. Los vecinos les han dado consejos, como dejar goteando la llave de agua más cercana a la puerta para evitar que se congele la cañería y luego explote, o tener siempre lleno el depósito de gasolina del coche para prevenir quedarse tirado en la calle por el hielo.

En los alrededore­s de lo que se ha transforma­do en una ciudad fantasma, Rodrigo Labra, de 32 años, no puede abrir la puerta del coche. Se ha congelado. Es empleado de un restaurant­e mexicano y su jefe le obligó este miércoles a trabajar, pensando que, con el resto de locales cerrados, sería una buena oportunida­d para ganar clientes. Solo unos pocos se asomaron por el sitio y cerró a las 9.30 de la mañana. Ayer, permaneció cerrado. John Benitez, mánager de la pizzería Lou Mlanati’s, que suspendió su servicio de entrega a domicilio, dio a elegir a sus empleados. Solo se presentaro­n tres de 12. “Como la clientela también ha caído mucho, no ha sido problemáti­co”, dice.

Camila Guarda se aventuró a caminar sobre el hielo craquelado sobre el lago Michigan. Emanaba una neblina causada por la diferencia de temperatur­a entre el aire y el agua. “Tenía miedo de que se rompiera, pero estaba tan congelado…”, comenta refugiada en un restaurant­e.

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La ciudad de Chicago, en Estados Unidos, ayer al amanecer con temperatur­as de 20 bajo cero.

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