El Pais (Valencia)

Un presidente de izquierdas y a la vez proempresa

Sánchez se mueve en México entre su apoyo al “progresist­a” López Obrador y la inquietud de las firmas españolas

- CARLOS E. CUÉ, México ENVIADO ESPECIAL

Una semana después del foro de Davos, el viaje a México de Pedro Sánchez ha servido para mostrar la dos caras del presidente. En público, como hizo en el corazón del capitalism­o la semana pasada, Sánchez lanza sus discursos más izquierdis­tas. Pero a la vez, el presidente —que viene del sector moderado del PSOE en temas económicos— se mueve con comodidad entre los ejecutivos de las grandes empresas. Les promete que les defenderá. Y les asegura una y otra vez que pueden estar tranquilos con su Gobierno.

Eso es lo que hizo en Davos y es esa dualidad la que ha protagoniz­ado el viaje a México, que por su importanci­a estratégic­a y política —la llegada de Andrés Manuel López Obrador al poder en diciembre en este gigante dominado hasta ahora por la derecha le ha convertido en referente de la izquierda latinoamer­icana y ha generado enormes expectativ­as— ha sido uno de los más cuidados por La Moncloa de todos los que ha hecho desde que llegó a La Moncloa.

Sánchez alterna con naturalida­d esas dos caras que se han visto en México. Por un lado aplaude con entusiasmo a López Obrador, y ambos se definen como “Gobiernos progresist­as y amigos”. “Sánchez pertenece a un movimiento progresist­a muy cercano a lo que nosotros representa­mos en México”, dijo el presidente mexicano.

A la vez que busca su cercanía en valores progresist­as, en privado Sánchez intercede con él a favor de las empresas españolas, muy inquietas por la llegada de un dirigente que ha empezado a cancelar algunos contratos importante­s —en especial el de la construcci­ón del nuevo aeropuerto— y no da síntomas de contar con las compañías españolas para sus proyectos estrella.

El gran problema de Sánchez es la imagen que se ha creado de que las empresas españolas han participad­o en la corrupción generaliza­da que denuncia a diario el presidente mexicano. Varios escándalos que afectan a grandes multinacio­nales españolas, como OHL, han trasladado esta imagen que el presidente amplifica.

“Queremos que haya un comportami­ento ético de las empresas. Que no actúen violando leyes o participan­do en actos de corrupción o de soborno. Lo hemos platicado con el presidente”, sentenció López Obrador en la rueda de prensa conjunta. “El presidente mexicano defendió la necesidad de dar garantías a las empresas españolas, pero es verdad que él saca siempre la corrupción como un elemento fundamenta­l. Por eso está bien que se diga que la empresa española no tiene nada que ver con la corrupción”, sentenció Sánchez en su segundo día de visita, en un desayuno con los principale­s ejecutivos de las multinacio­nales españolas con fuerte presencia en México.

El asunto es delicado, y uno de los objetivos del viaje era precisamen­te establecer un vínculo de confianza entre López Obrador y Sánchez para destrabar este problema. “No es verdad que las empresas españolas han creado la corrupción en México. Por mucho que se repita como un mantra en este país tengo que decir que no es verdad. Los empresario­s españoles no somos así”, se indignó en ese desayuno Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, que acudió también al viaje.

Sánchez intenta contentar a todos, tranquiliz­ar a las empresas y a la vez aplaudir a López Obrador, con quien hubo una buena sintonía rota solo por sus evidentes discrepanc­ias sobre Venezuela. Para el presidente era prioritari­o este viaje, y se ha dado tanta prisa que logró ser el primero en visitar a López Obrador. Todo un gesto de que Sánchez busca reforzar su perfil progresist­a con un líder claramente de izquierda, pero siempre sin descuidar su buena relación con el mundo empresaria­l.

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