“Con la tecnología llevamos ya el no lugar encima, con nosotros”
MARC AUGÉ Antropólogo “No me cuesta imaginar una clase privilegiada dejando la Tierra”
Ni triste ni alegre, pero sí intenso se ve al antropólogo Marc Augé (Poitiers, 83 años), atributo con el que él mismo define la chanson, cuyo tarareo reivindica como uno de los gestos cotidianos (como levantarse de la cama de un hospital y poder ya ir al bar de abajo y, en unos días, a casa; tomar un café o un plato de pasta con los amigos, el retorno a un libro o a una película para recuperar el impacto que nos provocó…) que nos proporcionan “alegrías pese a todo”. Y ese todo son muchos males que atenazan a una sociedad en la que en 1992 él cartografió la existencia de Los no lugares (aeropuertos, hipermercados en extrarradios, outlets…), donde las relaciones interpersonales son nulas. Consciente quien fuera director del École des Hautes Études en Sciences Sociales de París (1985-1995) y de investigaciones del Centre National de Recherche Scientifique de París de que “la gran felicidad es difícil de alcanzar”, por eso propone Las pequeñas alegrías (Ático de los Libros).
Pregunta. “Para ser feliz hay que conocerse, estar atento al presente y ser útil a los demás”, escribe. Pero en estos tiempos egocéntricos, dos de esas premisas no las cumple casi nadie: conocerse a sí mismo y darse al otro…
Respuesta. Por eso mi propuesta es modesta; ir aunque sea al bar de debajo de casa es una oportunidad de estar con los otros; puede parecer superficial, pero, en cualquier caso, es real. Todas las propuestas de mi libro están vinculadas al movimiento, al ir hacia otras personas; en esos pequeños momentos nos sentimos existir, con los cinco sentidos, pero hay que saber darse cuenta.
P. Su obra destaca la importancia de las relaciones sociales, de que nos hacemos y cobramos sentido cuando nos relacionamos con los otros, pero encuestas en EE UU detectan ya que los jóvenes prefieren interactuar en las redes sociales que quedar físicamente. ¿Miedo a tratarnos cara a cara?
R. Es el gran mal de las redes, que está trastocando la naturaleza misma de la relación humana porque alteran espacio y tiempo: puedes contactar con alguien en cualquier lugar y circunstancia, cuando relacionarse con el otro necesita dedicar un tiempo y un espacio concretos; es paradójico: las redes sociales están destruyendo las relaciones sociales. La gente debería detectar que no es suficiente lo que nos dan las redes. También provocan que los efectos de reconocimiento sean sustituidos por los efectos de conocimiento: vemos a un presentador de tele como si lo conociéramos, pero solo lo reconocemos, y eso pasa con todo y con todos.
P. Las nuevas tecnologías se introducen en la enseñanza, en un contexto de que hay que ser flexible y dominarlas, pero muchas veces eso es en detrimento de la nemotecnia, los exámenes…
R. Las redes deben ser utilizadas para difundir conocimiento y eso empieza a ser ya una utopía educativa; utilizamos más las redes sociales para tratarnos que para conocernos y conocer, un error grandioso… Es verdad que cierta pedagogía es hoy demasiado blanda porque estos instrumentos, en sí mismos, no transmiten nada. Nada puede sustituir el aprendizaje de la palabra ni la relación, física, profesor-alumno y esto es urgente entenderlo ya. Cuanto más se uniformiza la sociedad más se ahonda en las desigualdades;
“Cuanto más se uniformiza la sociedad, más desigualdad hay”
una paradoja, pero es así: cada vez hay un número más reducido de personas que están en la vanguardia del saber real y demasiada gente que no sabe, pero que cree saber.
P. Incluye en la galería de placeres, el tararear y el silbar…
R. Hoy ya no se silba ni se canta; cuando era pequeño, lo oía constantemente en calles, casas; era memoria histórica y nexo generacional… En cambio, en cafeterías, centros o instalaciones hoy no paran de sonar radios o hilos musicales; ya no soportamos el silencio. ¿Miedo de estar con nosotros mismos? No, más bien es el sistema que quiere que estemos inmersos en el ruido, quizá para tenernos en tensión; no sé. En cambio, el ruido, el volumen hace más difícil la creación. Al cantar, tenemos la sensación de crear y recrear.
P. Sorprende que reivindica la jubilación, generalmente leída como que el sistema ha decidido que ya no le sirves y te aparca.
R. Todo depende de qué hacemos con ella; quizá sea el gran momento de la verdad, de si tomas realmente las riendas del tiempo; hay pocos momentos en la vida que podemos empezar algo y lo hemos elegido nosotros; hacer lo que siempre quisiste: crear, viajar, mudarte, realizar un sueño…
P. Al detectar los no lugares, los ubicó en extrarradios, aeropuertos… ¿No se han trasladado ya al centro de las ciudades, todas con las mismas megatiendas, donde solo interactúa la tarjeta de crédito?
R. Iría más lejos: hoy el no lugar es el contexto de todo lugar posible. Estamos en el mundo con referencias que son totalmente artificiales, incluso en casa, el espacio más personal posible: sentados ante la tele, mirando a la vez el móvil, con la tableta, los auriculares… Estamos en un no lugar permanente; esos aparatos nos están colocando permanentemente en un no lugar. Llevamos el no lugar encima, con nosotros...
P. Se necesita que se consuma, pero el trabajo se precariza y los salarios no dan. ¿Colapsará el sistema o se defenderá creando inframundos?
R. El propio sistema capitalista crea esta dicotomía de mundos antagónicos. Pero no sé si se prolongará en el tiempo, o si explotará… Y no lo sé porque es la primera vez que todo es, literalmente, global. Y multifactorial. Incluso cuestiona el futuro físico del planeta: no me cuesta imaginar una clase privilegiada que abandone la Tierra. No sé si la Tierra ya es toda ella un no lugar.
P. La ONU tiene un Observatorio de la Felicidad…
R. Es absurdo. No se sabe bien ni qué observa. Así estamos… Por eso lo de mis pequeñas alegrías.