El Pais (Valencia)

España resiste el frenazo global con un crecimient­o del 2,5% en 2018

- ANTONIO MAQUEDA, Madrid / MASSIMILIA­NO MINOCRI

La economía española aguanta sorprenden­temente en medio de la ralentizac­ión global. El producto interior bruto de España cerró 2018 con un crecimient­o anual del 2,5%, según el avance provisiona­l publicado ayer por el INE. La desacelera­ción del PIB es evidente respecto a las tasas del 3% o superiores que se habían encadenado en los tres años precedente­s. Sin embargo, el crecimient­o registrado es positivo cuando se compara con la evolución de la zona euro.

En los datos del cuarto trimestre, la actividad avanza en España a ritmos del 0,7%, una mejora de una décima respecto al 0,6% obtenido en los tres trimestres anteriores y muy por encima del 0,2% que ha exhibido en el cuarto trimestre una zona euro baqueteada por la incertidum­bre en Italia, los chalecos amarillos en Francia o los problemas de la industria alemana del automóvil para adoptar las nuevas regulacion­es medioambie­ntales. En definitiva, pese a la ralentizac­ión de los socios comerciale­s, la economía española resiste.

La leve mejora del PIB español se explica por varios factores: uno de ellos es el empleo, que se eleva un 0,6% en el trimestre. Otro es la recuperaci­ón de las exportacio­nes, que vuelven a crecer después de que en el trimestre anterior retrocedie­ran por primera vez en cinco años. Las ventas al exterior registran un robusto incremento trimestral del 1,9%, superior incluso al 1,1% que suman las importacio­nes. “La sorpresa ha sido el sector exterior. Las exportacio­nes han crecido mucho en un contexto en el que nadie se lo esperaba”, explica María Jesús Fernández, analista de Funcas.

Además, el consumo de las Administra­ciones públicas se dispara un 1,2% trimestral, una tasa muy elevada y que explica hasta un tercio del crecimient­o. Por sectores, en el trimestre tiran con fuerza la agricultur­a (sube el 5,3%), la construcci­ón (1,2%), los servicios de comunicaci­ones

(2,1%), actividade­s financiera­s (3,1%), profesiona­les (1,7%) y el inmobiliar­io (1,4%).

Por el contrario, pierde un poco de brío el consumo de los hogares, que crece un 0,5% respecto al 0,8% del trimestre anterior. Aun así, se trata de un avance bastante sólido. En la parte negativa lo que llama realmente la atención es el desplome trimestral de la industria, que pierde un 0,9%. El sector está muy expuesto a las ventas al exterior, ha sufrido el anuncio de cierres de plantas y padece los efectos de la homologaci­ón de estándares medioambie­ntales, que han provocado un cuello de botella en la producción de vehículos.

El tirón del gasto público

También resalta como nota negativa la caída de la inversión, que cede un 0,2% después de haberse anotado incremento­s bastante importante­s durante los cinco trimestres precedente­s. Pese a la notable resistenci­a de la economía, parece una mala señal que sea el consumo público el que empuje y no la inversión. “La inversión, sobre todo la dedicada a maquinaria que cae un 1,5% trimestral, se considera una especie de termómetro de las expectativ­as de las empresas”, señala el economista de BBVA, Rafael Doménech.

La remuneraci­ón por asalariado y los costes laborales se han acelerado bastante y avanzan en términos trimestral­es un 1,5% y un 1,6%, respectiva­mente. No obstante, en principio estas subidas se están produciend­o en línea o por debajo de lo que aumentan en la zona euro, de forma que todavía se estaría manteniend­o la competitiv­idad en esta parcela.

Según el INE, “la contribuci­ón de la demanda nacional al crecimient­o interanual del PIB es de 2,7 puntos, una décima inferior a la del tercer trimestre. Por su parte, la demanda externa presenta una aportación de -0,3 puntos, una décima superior a la del trimestre pasado”. Es decir, a pesar de la mejora trimestral de las exportacio­nes, la demanda exterior sigue restando crecimient­o debido a que en el año hemos estado importando más que exportando, lo que a su vez se traduce en un deterioro del actual superávit con el exterior, necesario para seguir reduciendo la elevada deuda de España con el extranjero.

En la variación interanual, el consumo de los hogares aumenta un 4,1%, en línea con lo que ha crecido el conjunto de remuneraci­ón de los asalariado­s: un 4,7% más. Este hecho contrasta con el escaso incremento de los excedentes empresaria­les, que solo repuntan un 1%. De lo que se deduce que las empresas están dedicando mayor proporción de recursos a crear empleo y subir salarios.

El gasto de las Administra­ciones también sube un 4,1% interanual. Y la inversión engorda un 6,4%. En cambio, el sector exterior ha drenado crecimient­o porque las exportacio­nes han aumentado un 3,5% frente a un incremento de las importacio­nes mayor, del 7,7%. Por sectores, sobresale la construcci­ón (8,3%) y los servicios (3,6%). La industria desciende un 0,6% interanual.

Una economía puede crecer a fuerza de añadir gente trabajando o de hacer más con los que ya tiene, esto es, mejorando la productivi­dad. La recuperaci­ón en España está siendo muy intensa en creación empleo. Mientras que en 2018 el PIB se ha elevado un 2,5%, la ocupación ha sumado otro 2,5%. Por eso, el incremento de la productivi­dad en el año ha sido del 0%. Al incorporar a muchos parados con menor cualificac­ión que los que están trabajando, parece difícil ganar productivi­dad. En estas circunstan­cias, el cambio de modelo hacia una economía más productiva se convierte en una tarea más complicada. Sobre todo cuando ganan protagonis­mo sectores poco productivo­s como la construcci­ón o las Administra­ciones y pierde peso uno productivo como la industria.

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Una camarera cruza la calle para atender una terraza en la Rambla de Barcelona.

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