El Pais (Valencia)

Macron veta protestas de los ‘chalecos amarillos’ en los Campos Elíseos

- MARC BASSETS,

Desbordado de nuevo por la violencia de los chalecos amarillos, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha decidido reforzar la estrategia represiva para evitar más disturbios.

problema es doble. Primero, de orden público: el Estado francés se ha mostrado incapaz de garantizar­lo. Y segundo, político: Macron parecía estar saliendo airoso de esta crisis y ahora el regreso de la violencia amenaza con entorpecer los planes presidenci­ales. Era urgente, para él, enviar una señal clara de que el Gobierno mantiene el control: de la calle y de la agenda.

“A partir del próximo sábado, y cada vez que sea necesario, prohibirem­os las manifestac­iones que se reclamen de los chalecos amarillos en los barrios más afectados, desde el momento en que tengamos conocimien­to de la presencia de elementos ultras y de su voluntad de causar destrozos”, dijo, tras reunirse con Macron, el primer ministro, Édouard Philippe, en una declaració­n sin preguntas. Philippe mencionó, además de los Campos Elíseos, de París; la plaza Pey-Berland, de Burdeos, y la plaza del Capitolio, en Toulouse.

Los Campos Elíseos ya se han cerrado parcialmen­te en protestas anteriores, lo que ha llevado a los chalecos amarillos a concentrar­se en otros puntos del mismo barrio o de la ciudad. Hasta la irrupción de este movimiento, no era un lugar tradiciona­l de manifestac­iones de protesta en París. El carácter icónico de la avenida ha relanzado el impacto global de la protesta.

Al ser destituido y remplazado por el actual prefecto de Nueva-Aquitania, Didier Lallement, el prefecto Delpuech se convierte en la primera víctima de la alta Administra­ción francesa desde que en noviembre estalló la revuelta de los chalecos amarillos. La protesta, inicialmen­te en contra de la subida del precio del carburante, enseguida sumó otras causas, desde la mejora del El Gobierno francés anunció ayer que prohibirá las manifestac­iones en los barrios donde se han producido altercados, entre ellos los Campos Elíseos. Macron, además, destituirá al prefecto de la policía de París, poder adquisitiv­o y la rebaja de impuestos a la dimisión de Macron y un cambio de sistema.

La apertura, a mediados de enero y a iniciativa del presidente, del gran debate nacional con miles de reuniones por todo el país calmó los ánimos. El 16 de marzo, un día después del final del gran debate, unos 10.000 chalecos amarillos, unidos a encapuchad­os vestidos de negro, se congregaro­n de nuevo en París. Era el 18º sábado consecutiv­o de movilizaci­ones. Grupos de violentos rompieron vitrinas en los Campos Elíseos, incendiaro­n quioscos y edificios y saquearon comercios. Desde el 1 de diciembre, Michel Delpuech. Las escenas de caos y destrucció­n del último sábado ponen en riesgo la estrategia política del presidente para superar la crisis de las protestas en la calle con el llamado gran debate nacional. el sábado de peor violencia hasta ahora, no se habían visto escenas similares.

“Son actos criminales, la respuesta del Gobierno debe ser fuerte”, dijo el primer ministro.

Philippe reivindicó la estrategia policial adoptada tras los disturbios del 1 de diciembre, pero dijo que el sábado no se había aplicado adecuadame­nte. Argumentó que tras las críticas, procedente­s incluso del Consejo de Europa por el uso de balas de goma por parte de la policía, se habían dado “consignas inadecuada­s para reducir su uso”. La estrategia de seguridad ha recibido críticas por excesiva dureza y al mismo tiempo por excesiva permisivid­ad.

No es un cambio de estrategia, según el primer ministro, pero sí una “reorganiza­ción”. Las fuerzas del orden dispondrán de mayor autonomía sobre el terreno con capacidad para dispersar y detener, desde los primeros disturbios, a los responsabl­es. También se fomentará el uso de drones, además del despliegue de oficiales de la policía judicial para agilizar las detencione­s. La nueva ley antidistur­bios, pendiente de la aprobación del Consejo Constituci­onal, permitirá impedir a los violentos llegar a las manifestac­iones, registrar de antemano a los asistentes y detener y sancionar a los enmascarad­os.

La doctrina policial en Francia estuvo marcada durante años por la muerte de Malik Oussekine, de 22 años, por los golpes de la policía motorizada durante las protestas estudianti­les de 1986. “Después del drama de Malik Oussekine, la técnica consistió en dejar de buscar el contacto. Es eficaz para las manifestac­iones, pero ineficaz con los disturbios”, dijo el exministro del Interior, Brice Hortefeux, en la cadena Sud Radio.

La distinción entre los chalecos amarillos y los violentos del denominado black block, responsabl­es de muchos de los destrozos el sábado, no es siempre nítida. Una parte de los chalecos amarillos rechaza la violencia. Otros la justifican. Y otros se suman a ella. El hecho de que carezcan de organizaci­ón y de líder facilita los disturbios. Al final, es chaleco amarillo quien se ponga un chaleco amarillo, la prenda que es obligatori­o tener en el coche y que se ha convertido en el símbolo de la revuelta. Tampoco ayuda que las manifestac­iones no estén declaradas, se celebren sin itinerario ni horario y sin servicio del orden.

Philippe lanzó un aviso, sin citar nombres, a algunas de las figuras del movimiento, como el camionero Éric Drouet o Maxime Nicolle, aficionado a las teorías de la conspiraci­ón muy popular por sus mensajes en la red social Facebook. “No confundo a los violentos con la gran mayoría de los chalecos amarillos, que, por cierto, ahora ya no se manifiesta­n”, dijo el primer ministro. “Pero cuando una manifestac­ión no se declara, está prohibida y está organizada para destruir, todos los que participen, que de facto protejan a los que causan los destrozos, los animen o los glorifique­n en las redes sociales, serán considerad­os cómplices y deberán asumir sus responsabi­lidades”.

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/ P. L. (AFP) Un quiosco atacado el pasado sábado durante la manifestac­ión de los chalecos amarillos, en París.

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