Desgraciadamente, en la UE se han creado muy pocas empresas novedosas en Internet de consumo, redes sociales o aplicaciones móviles
se generó una revolución silenciosa con una constante colaboración interdisciplinaria entre tecnólogos: la gente de semiconductores ayudando a gente de PC ayudando a gente de software ayudando a gente de Internet ayudando a gente de medios sociales ayudando a gente de e-móvil ayudando a la gente de inteligencia artificial y todo indica que va a seguir. A pesar de todas las contradicciones que acumula la actual Administración republicana, EE UU sigue fuerte tanto en I+D como en implementación; acoge grandes escuelas de ingeniería, mantiene el mejor ecosistema de capital-riesgo y cuenta con el quinteto mágico: Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft (GAFAM).
China, desde su Partido Comunista, y EE UU, con su colaboración público-privada, han consolidado sendos sistemas transversales imbatibles. Europa, a pesar de sus viejas glorias bálticas es demasiado grande. Invertir acríticamente en busca de una problemática e inútil medalla de bronce en la carrera digital supone incrementar el euroescepticismo. Afortunadamente, existen otros sectores, como el biotecnológico, el médico-sanitario, el cultural y, sobre todo, el energético, vital ante el calentamiento global, donde la posición europea es mucho más sólida que en lo digital, que ya empieza a mostrar un cierto agotamiento.
En el orden digital, Europa debería priorizar sus escasos puntos fuertes, como los derivados de industria 4.0, y sobre todo llegar a acuerdos razonables con los dos gigantes. Si al final hubiera que elegir, a pesar de Trump, EE UU, culturalmente, nos resulta mucho más cercano que China.
Gregorio Martín Quetglas es catedrático de Ciencias de la Computación de la Universidad de Valencia.