LA CRÓNICA Los nuevos líderes exhiben su poder con el control total de las candidaturas
Sin fecha para los debates
No se ha librado casi nadie. El fin de semana vivió una exhibición de poder interno de la nueva generación de líderes, con Pedro Sánchez y Pablo Casado a la cabeza. Ambos han hecho las candidaturas que han querido y han acabado con cualquier atisbo de
El 29 de octubre de 2016 fue uno de los días más difíciles de la historia del PSOE. Un grupo de 83 diputados —eran 84, pero Pedro Sánchez dimitió ese día— tenían que abstenerse para permitir que Mariano Rajoy fuese investido presidente. Un total de 68 cumplieron las órdenes de la dirección y 15 rompieron la disciplina, siete de ellos del PSC. De esos 68, tras el domingo, solo sobrevivirán en las listas para el próximo grupo socialista 22. Y entre ellos hay algunos fieles de Sánchez que se abstuvieron por disciplina de partido, como su número dos y su número tres, Adriana Lastra y José Luis Ábalos, respectivamente. De los que se abstuvieron convencidos quedarán muy pocos. Por contra, de los 15 que apostaron por el no, los que se mantuvieron fieles al líder destituido, repetirán 12.
Unos números que demuestran hasta qué punto la elaboración de listas del PSOE se ha convertido en una especie de cierre de un círculo que empezó el 1 de octubre de ese año, cuando Sánchez fue destituido, y concluyó el domingo, cuando acabó definitivamente con cualquier resto de los que contribuyeron a echarle del partido y después apostaron por Susana Díaz.
Algunos dirigentes veteranos aseguran que el poder se acumula cada vez de forma más clara en el líder, que Sánchez y Casado mandan más que ninguno de sus antecesores, incluidos los todopoderosos Felipe González o José María Aznar. Los socialistas recuerdan que incluso su expresidente sevillano tenía que enfrentarse a comités federales muy duros en los que estaba prohibido hablar a favor de la dirección y que a veces duraban dos días. crítica. En partidos nuevos como Ciudadanos o Podemos la situación es similar. Incluso Carles Puigdemont ha sido capaz de controlar sus listas desde Bruselas. Dirigentes veteranos señalan que los nuevos líderes surgidos de primarias acumulan más poder que sus antecesores al no tener contrapesos.
Después de una durísima pugna interna para la elaboración de listas que dejó fuera a históricos como José Blanco —uno de los mentores de Sánchez, ex número dos del PSOE, pero que apostó por Susana Díaz en las últimas primarias— o Elena Valenciano y a otros de la nueva generación como Ignacio Urquizu, y mostró el choque fortísimo con la expresidenta
andaluza que ha dejado fuera a su hombre en el Congreso, Antonio Pradas, el domingo nadie habló en el comité federal salvo el líder, una prueba más de ese poder absoluto.
En el PP, mucho más acostumbrado a este tipo de situaciones —en los últimos años nadie hablaba después de Rajoy en las reuniones de la cúpula— también están Pablo Casado y Albert Rivera han reclamado un cara a cara con Pedro Sánchez, mientras el PSOE se niega a “ir a remolque de las estrategias de otros” a seis semanas de las elecciones del 28-A. “Casado tiene mucho interés en ser visualizado como alternativa”, cargó José Luis Ábalos. El líder del PP insistió en que lo “lógico” es un debate entre los dos partidos mayoritarios. sorprendidos por la exhibición de poder de Casado, que no ha negociado con nadie la elaboración de las listas, ha laminado a casi todos los que estuvieron con Rajoy y ha colocado de cabezas de lista a quien ha querido sin contar con los dirigentes territoriales.
Casado incluso verbalizó ayer el origen de este nuevo panorama político con líderes con un poder inédito: las primarias. Él es el primer presidente de este partido no elegido a dedo, sino a través de unas primarias indirectas. Y eso, pese a su aparente debilidad —Sánchez es presidente del Gobierno y su partido está en ascenso en las encuestas, pero Casado está en la oposición y todos los sondeos le auguran un importante desplome— le da la fuerza para imponerse sin miramientos.
El presidente del PP destacó que él fue elegido en primarias en un congreso “abierto a toda la militancia” y “con un programa muy claro”. “Por tanto, no solo me siento legitimado sino mayoritariamente respaldado y el único líder que ha tenido una convención para preparar las citas electorales”, remató. Preguntado por la purga que ha hecho con los marianistas, Casado esquivó el tiro: “Habrá que preguntárselo a los partidos que hacen pucherazos, los que alientan el transfuguismo o han hecho purgas en sus listas electorales como han declarado algunos barones del PSOE. Eso no es lo que ha pasado en el PP”.
Nadie ve la purga en casa propia, pero todos la encuentran rápido en la ajena. Cuando le preguntaron a José Luis Ábalos, mano derecha de Sánchez en el partido, por esa escabechina en las listas, trató de desviar el tiro también hacia el rival: “Cuando se refieren al PSOE hablan de criba y cuando es en el PP se habla de renovación. Allí ya no están los diputados que eran de Rajoy y se ha optado por un perfil mucho más esencialista, más próximo a Vox”, se quejó.
Cada uno tiene su propia explicación para todas las situaciones particulares. Desde el entorno de Sánchez, donde admiten que nunca en la historia del PSOE se llegó a imponer la mitad de la lista andaluza como se ha hecho esta vez, insisten en que Susana Díaz planteó el choque como un pulso al presidente, y él se vio obligado a reaccionar. También dicen que con los tiempos que vienen des-
procés por su insistencia en mantener la acusación por rebelión que el Ejecutivo no veía sostenible jurídicamente. Podemos aún no ha desvelado sus listas, pero ya ha anunciado que se reserva algunos nombres de relumbrón.
Nadie oculta que se trata de lograr impacto en la televisión, donde estas personas se mueven con comodidad después de años de experiencia, y en las redes, en las que son mucho más conocidos que los políticos veteranos. Este tipo de decisiones tiene otra característica. Son opciones personales de los líderes, que las llevan con gran secreto para garantizar el impacto mediático. Al no deberse a nadie más que a los jefes máximos de los partidos, este tipo de nombres aumentan si cabe el control que tienen los presidentes de sus grupos parlamentarios.