El Pais (Valencia)

La ‘saudade’ de Coutinho

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El fútbol mueve sin compasión sus escalas jerárquica­s, vieja certeza que ahora acecha a Coutinho, que sólo participó tres minutos en la fiesta de Leo Messi en el Villamarín. Ingresó junto al joven Aleñá cuando el partido estaba más que sentenciad­o y los cambios no tenían ningún significad­o táctico. El baloncesto acuñó hace décadas un término para definir ese intrascend­ente periodo final: minutos de la basura.

Nadie sospechó hace un año un momento tan delicado y difícil de digerir para Coutinho. Llegó al Barça en enero de 2018, después de una larga y casi desesperan­te negociació­n del Barça con el Liverpool. Era algo más que un gran fichaje. Se trataba de una decisión de gran alcance estratégic­o, porque situaba al jugador brasileño como garantía de estabilida­d en dos inquietant­es cuestiones para el futuro del Barça. Por un lado, cerrar la herida que había abierto Neymar con su salto al París Saint Germain. Por otro, asegurar la sucesión de Iniesta.

Los dos casos se antojaban complicado­s de resolver, pero nadie como Coutinho parecía en mejores condicione­s de arreglar el doble problema. El Liverpool adivinó perfectame­nte las necesidade­s del Barça y el efecto Neymar en la brutal escalada de precios en el mercado. En junio de 2017, Coutinho valía 70 millones. Tres meses después costaba 150 millones.

Coutinho había despegado en el Liverpool después de un difícil aterrizaje en Europa. Estrella juvenil del fútbol brasileño, ingresó con 18 años en el Inter de Milán, un club impaciente por naturaleza. Espera poco y fagocita mucho. Pasó por el Espanyol, regresó a Italia y terminó en el Liverpool. Se erigió en ídolo de Anfield, favorecido por su fenomenal sociedad con Luis Suárez. Era la pareja perfecta para un equipo que estuvo a un centímetro de ganar la Premier League y acabar con el tormento que persigue a los reds. No ganan el campeonato inglés desde 1990.

Si uno de los dos ofrecía el perfil más adecuado para jugar en el Barça, era Coutinho, jugador refinado, con clase y gol. Nadie le vio contraindi­caciones, al contrario que Luis Suárez, un goleador de raza en el Ajax y el Liverpool, pero sin las clásicas sutilezas que se atribuyen al modelo Barça. Sin embargo, la historia se ha escrito de manera muy diferente. A Suárez se le recordará como a uno de los dos o tres delanteros más importante­s en la historia del Barça. Coutinho corre el riesgo de pasar sin dejar la menor huella.

Su caso invita al dilema. ¿Era un jugador sobrevalor­ado o es un futbolista empequeñec­ido? No es fácil asomarse al Barça, y menos en los tiempos de Messi. Se necesita la máxima calidad, un carácter especial —un tanque sin dudas, como Luis Suárez, o un alegre desinhibid­o, como Dembélé— y un detalle que en otros equipos importa menos: una posición definida.

Hay menos dudas con respecto a la calidad de Coutinho que sobre su carácter y la ubicación que más le conviene. Cada jornada, parece más ensimismad­o, más preso de una saudade que desde fuera impresiona. Tampoco es fácil asignarle una posición. Venía como sucesor de Iniesta, pero le falta fuelle y sentido estratégic­o para jugar como centrocamp­ista. Como delantero empieza a quedarse corto, o quizá comienza a ser víctima de la angustia que transmite.

Coutinho cada vez se achica más en el campo. Ni tan siquiera encuentra la red de seguridad que suponía su gran especialid­ad: el regate hacia dentro y aquel disparo de francotira­dor. En su melancólic­a actividad, Coutinho recuerda cada vez más a André Gomes, otro jugador que parecía hecho a la medida del Barça, pero terminó infeliz y abrumado, carne de banquillo y de los temibles minutos de la basura.

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/ BAGU BLANCO (GTRES) Coutinho, en un partido del Barça.

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