El Pais (Valencia)

Economía para las elecciones

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España se enfrenta a unas nuevas elecciones sin haber realizado reformas de calado desde 2013. Con una deuda pública del 97% del PIB. Sin una política energética o de innovación y desarrollo tecnológic­o y digital definida. Todos ellos (reformas, deuda, políticas de largo plazo), temas de los que apenas se habla en las campañas electorale­s. Es paradójico que los partidos sí han reformado sus estrategia­s, gastado sumas ingentes en reorientar­las y establecid­o prácticas “innovadora­s” para atraer voto. El objetivo es hoy más claro que nunca y no son ajenos a él los especialis­tas en economía pública, sistemas de voto o diseño institucio­nal: bombardear al votante impresiona­ble. Se trata del ciudadano cuyo voto depende fundamenta­lmente de la capacidad de que los partidos estimulen un aspecto especialme­nte sensible, aunque no necesariam­ente determinan­te para su bienestar. Este votante, en lugar de maximizar su utilidad esperada —ponderando cuidadosam­ente los temas que serán importante­s a largo plazo para él y su familia—, se deja llevar por la intensidad de las impresione­s emitidas por los partidos. Los medios y, sobre todo, las redes sociales y el boca a boca son los principale­s mecanismos de transmisió­n. En la experienci­a internacio­nal, en algunos casos como el Brexit o las elecciones norteameri­canas, estas prácticas podrían incluso haber llegado demasiado lejos.

Es difícil determinar cuántos votantes no-impresiona­bles quedan o cuánto son capaces individual­mente de evitar embestir el capote de emociones que les ponen delante una y otra vez. En todo caso, sí que existe evidencia experiment­al de que unas impresione­s cortas pero intensas y debidament­e orientadas pueden cambiar muchos votos indecisos. También se ha demostrado una relación estrecha entre las facilidade­s económicas que encuentra un Gobierno de un ámbito territoria­l y el signo político del ámbito territoria­l inmediatam­ente superior, algo relevante en un contexto como el actual en España donde las citas electorale­s son varias. Y, lo que es más importante, se ha observado una tendencia creciente en los partidos a ignorar deliberada­mente durante las campañas temas que, aun siendo cruciales, puedan tener poca venta electoral entre votantes impresiona­bles.

En España, pocos partidos van a hablar de una verdadera reforma de las pensiones cuando todos han votado a favor de una revaloriza­ción conforme al IPC en entornos preelector­ales. Carentes de intención pedagógica, tampoco quieren ilustrar la importanci­a de las políticas medioambie­ntales, energética­s, de innovación o digitaliza­ción y traducir para los votantes potenciale­s sus extraordin­arios réditos económicos. Son aspectos que están en los programas electorale­s como un guión constante pero escasa o nulamente comentado y vendido al ciudadano. Requieren inversione­s y sacrificio­s de corto plazo, pero suponen un cambio total en los hábitos y modos de vida. Para mejor. Tal vez lo importante sea vender la transición, hacer saber que hay sitio para todos en una sociedad más digital, más limpia y más envejecida. Los nuevos empleos (con mayor formación del capital humano y más tecnológic­os) tienen que convivir durante un tiempo con empleos que cubran las necesidade­s de trabajador­es menos formados y con una transición intergener­acional más justa.

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