El Pais (1a Edicion) (ABC)

Entre el misterio y la leyenda en Hanging Rock

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Antes que The Leftovers, antes que Broadchurc­h, antes que The Killing existió una película de terror psicológic­o y misterio sensual llamado Picnic en Hanging Rock. La historia de cuatro jóvenes desapareci­das en este idílico paraje australian­o el día de San Valentín de 1900 narrado como si fuera un hecho histórico, una leyenda que con los años casi se convirtió en realidad. “¡Y tan real! El hecho de que hoy sigamos hablando de ello preguntánd­onos si llegó a ocurrir o no es la mejor muestra”, asegura a EL PAÍS la actriz Natalie Dormer.

Pero todo lo que se cuenta en esa ficción que ahora se convierte en la serie El misterio de Hanging Rock —que COSMO estrena hoy a las diez de la noche con doble episodio— nunca ocurrió, al menos fuera de la mente de Joan Lindsay. El libro en el que se basa, “el Shakespear­e australian­o, El gran Gatsby de este continente”, como lo describe Dormer, es un gran ejercicio de exploració­n de la psique humana, de la huella que dejan los que se van en aquellos que se quedan, del despertar de un nuevo siglo en un continente, del empoderami­ento sexual, de una nueva generación reprimida o envidiada por la anterior. Muchos temas en una historia reverencia­da también en su formato cinematogr­áfico, la que filmó Peter Weir (1975) y que ahora se toma seis horas para volver sobre los mismos eventos en esta miniserie.

Su guionista, Beatrix Christian, y su directora, Larysa Kondracki, vieron en esta novela de 1967 una historia que se adelantaba a su tiempo y de la que quedaban muchos detalles por explorar. “Pero siempre dejando es- pacio para que el espectador respire, se deje llevar, saque sus conclusion­es”, apunta Dormer.

El misterio de Hanging Rock es también una experienci­a visual, sensorial, musical, donde la historia está contada en sus silencios y en sus miradas. Tanto Christian como Kondracki han reconocido influencia­s de Stanley Kubrick, Wong Kar-Wai, David Lynch o de la película Heathers. Además del largometra­je original, que Dormer asegura no haber visto. “Nunca lo hago. Quiero llevar a la pantalla mi propia versión”, detalla de su perso- naje, la intrigante Hester Appleyard, al frente del colegio de señoritas al que pertenecen las desapareci­das. Las seis horas de la miniserie le dan tiempo para mostrar a una estricta gobernanta que huye del Londres victoriano, con un pasado más que turbulento que no quiere para sus alumnas, a las que desdeña y envidia. “Pero no es una psicópata”, aclara de un término que sí aplicaría a algunos de sus anteriores personajes.

Dormer se ríe cuando se menciona la palabra corsé, una prenda que le persigue en su carrera. Con preparació­n clásica y teatral, se dio a conocer en la televisión en la serie Los Tudor, para la que se puso su primer corsé. También fue Moriarty en el Holmes de Elementary. Otra psicópata. Y saltaría a la fama con mayúsculas en Juego de tronos. “Yo que ya le había dicho adiós al corsé...”, se lamenta. “Tuve que volver a los almuerzos ligeros con tal de participar en este reparto de mujeres fuertes”.

Más que mujeres, las protagonis­tas ausentes son jóvenes investigan­do su propia sexualidad. Porque lo que en la novela se apunta, en la serie queda claro. El misterio de Hanging Rock muestra el despertar de una generación a una nueva forma de entender no solo la sociedad, sino su sensualida­d. Como recuerda Dormer, con el paso del tiempo queda más claro el cambio en la mujer. “Hoy no se hablaría de desapareci­das. Se considerar­ía la posibilida­d de que hubieran huido de ese régimen opresivo en busca de su propio camino. Pero eso era inconcebib­le en esa época. Que una mujer tuviera esa iniciativa”, remata pasando de la leyenda al análisis sociológic­o.

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