El Pais (Andalucia) (ABC)

¿Inquisicio­nes?

ANNA CABALLÉ

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(el feminismo nunca ha prohibido nada que yo sepa, a lo sumo ha pensado en voz alta), sino para comprender los contextos históricos y morales de las que surgieron.

Son planteamie­ntos legítimos como lo ha sido estudiar el papel del héroe en la épica medieval. La literatura es un mundo en sí y suministra modelos de vida que satisfacen, inquietan, perturban o iluminan a los lectores, llevándole­s mentalment­e más lejos de sí mismos. ¿Tan extraño es que las mujeres nos preguntemo­s ahora qué modelos de vida se suministra­n, por ejemplo, a nuestras hijas a través de la literatura y del arte? ¿Tan extraño es que la crítica feminista se interrogue sobre el modo en que se abordan las relaciones humanas? ¿A quienes se alarman con tanta facilidad les causó la misma pesadumbre Georg Lukács con su lectura fieramente marxista de la novela histórica? ¿Alguien llegó a verse como un reaccionar­io de cuidado escribiend­o una novela histórica a causa de lo escrito por el crítico húngaro sobre el género?

Sorprende que escritores importante­s se muestren amilanados por... ¿por qué? ¿por un artículo de Laura Freixas recomendan­do leer Lolita con espíritu crítico?, ¿por la torpe gramática empleada en un manifiesto?, ¿por una campaña como el MeToo que a más de uno habrá, lógicament­e, inquietado? La crítica feminista ha venido para quedarse como una herramient­a analítica más a la hora de leer e interpreta­r la obra de arte. Ciertament­e es una herramient­a moral —también lo era, y lo es, la crítica marxista—, y entiendo que los escritores se sientan concernido­s por ella. Lo están; es un planteamie­nto novedoso en relación con nuestra tradición cultural y está impulsando un cambio de valores. Comprendo la irritación. Como decía Baroja, a veces, cuando creemos dominar una situación y pensamos que tenemos todos los hilos en la mano, surge un hecho nuevo, que no existía, y en poco tiempo el andamiaje entero levantado con tanto esfuerzo se viene a tierra.

Cada época formula sus propias demandas al arte. Y esas demandas generan algún tipo de obligación, o de respuesta. En la nuestra, las mujeres hacen presión para que un fenómeno como la supremacía del machismo deje de existir o, al menos, no se vea jaleado como una actitud respetable, porque no lo es y muchas mujeres han muerto por su causa. Todos, mujeres y hombres, tenemos derecho a pensar en lo que está bien y lo que está mal. Y cuando las demandas viajan de unas mentes a otras con el objetivo de replantear un determinad­o statu quo pensamos, con orgullo, que vivimos en un mundo ético. La literatura nunca desaparece­rá por esta causa.

La crítica feminista ha venido para quedarse como una herramient­a más para analizar el arte

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