El hartazgo vuelve a sacar a la calle a los ‘chalecos amarillos’ en Francia
El intenso despliegue policial no impidió que miles de chalecos amarillos volvieran a salir ayer a las calles de París y de otras ciudades francesas para expresar su “hartazgo” ante
El Gobierno renovó su llamamiento al diálogo tras comprobar que, si bien hubo protestas, no alcanzaron el nivel ni la violencia de hace una semana. Con una movilización de 125.000 personas en toda Francia, 10.000 en París, según el ministro del Interior, Christophe Castaner, el “acto IV” —como habían bautizado los manifestantes a la cuarta jornada de protestas— fue menos concurrido que el del sábado pasado, pero visible en todo el país.
“Estamos aquí para que nos un Gobierno que, afirman, está “desconectado” de un “pueblo” que no hace más que ver cómo se deteriora su nivel de vida. Aun así, el fuerte dispositivo de seguridad, con decenas de miles de agentes que no dudaron en usar
oigan, la violencia no va a resolver nada, pero tienen que comprender que estamos hartos”, decía en los Campos Elíseos Angélique, una desempleada bretona. “Claro que no es una buena idea venir aquí hoy, porque ayuda a los alborotadores. Pero quedarse en casa ayuda a Macron”, resumía Marc, venido de la periferia de París y para quien el Gobierno está “ahogando al pueblo”. El problema de una Francia que “no llega a fin de mes” viene de lejos, reconocía, pero el gas lacrimógeno y realizar más de 1.300 detenciones preventivas, evitó que se cumplieran los peores presagios: pese a numerosos incidentes y actos vandálicos, la capital no se convirtió en un nuevo campo de batalla.
presidente Emmanuel Macron “ha hecho reformas demasiado rápido” y sin tener en cuenta a un pueblo “que parece que no está a su altura”.
La tensión marcó una jornada en la que todos se jugaban mucho. Los chalecos amarillos debían demostrar que, tras cuatro semanas de protesta, siguen contando con fuerza para presionar al Gobierno de Macron, quien ya ha dado marcha atrás a su intención de aumentar el precio del combustible, detonante
de la protesta, pero al que reclaman más gestos, tanto fiscales como políticos.
Las autoridades, por su parte, estaban obligadas a combinar el derecho a manifestarse, aunque muchas marchas no estuvieran autorizadas, con el imperativo de impedir un nuevo armagedón que les pusiera en evidencia. El despliegue de fuerza daba medida del reto: 89.000 agentes en todo el país, de ellos 8.000 en París, donde también circularon una docena de vehículos
“Chalecos amarillos, chalecos verdes, todos expresamos la misma cólera”, coreaban algunos manifestantes en París. Otras 7.000 personas salieron a protestar contra el cambio climático en Lyon, 3.500 en Montpellier y alrededor de 2.200 en Rennes, un éxito “en vista de la atmósfera de miedo de esta semana”, dijo Pauline Boyer, portavoz de Alternatiba, una organización convocante.
blindados de la gendarmería. El alto número de detenciones reveló la presión existente: más de 1.300 personas arrestadas en toda Francia; de ellas, alrededor de 700 en París. El saldo de la jornada también contabilizaba un total de 118 heridos, 17 de ellos fuerzas del orden, muy por debajo de las cifras de siete días atrás.
La mano dura no fue disuasión suficiente para los chalecos amarillos, que viajaron desde todos los puntos de Francia hasta