La Cosa Nostra acude al pasado para sobrevivir
La organización siciliana se encuentra cada vez más debilitada tras la detención de su nuevo líder pocos meses después de haber sido elegido
Tottò Riina dio la orden el 23 de mayo de 1993 y Giovanni Brusca, escondido en la pequeña torreta de la colina, activó a las 17 horas, 56 minutos y 48 segundos el detonador de más de 400 kilos de trinitrotolueno (TNT) oculto bajo la carretera de Trapani a Palermo. El Fiat Croma blanco donde viajaban el juez Giovanni Falcone, su esposa y su escolta saltó por los aires. Pero aquel pulsador también activó la decadencia de una organización que, hasta entonces, mantuvo un control nunca visto del territorio que le permitió negociar directamente con el Estado, como ha demostrado una sentencia judicial reciente. La detención el martes de Settimo Mineo, el padrino que había sustituido al histórico Riina y que confiaba en reinstaurar el viejo orden, es un paso más en ese declive.
El 29 de mayo, 45 capos de las familias de Palermo y algunos gregarios se reunieron para elegir al nuevo padrino. Es cierto que había ausencias notables, especialmente la de las familias de Brancaccio y Piana Dei Colli, como señala el periodista Attilio Bolzoni. Pero hacía 25 años que la cúpula de la Cosa Nostra no convocaba una asamblea. Riina, el gran capo de capos, había ostentado el mando hasta que murió en el módulo penitenciario de un hospital de Parma el 22 de noviembre de 2017, donde descontaba sus 26 cadenas perpetuas. Hijo de una familia de campesinos, sospechoso de matar a más de 150 personas, nunca le hizo falta estar en contacto directo con los suyos para seguir teniendo el mando. El poder está hecho de símbolos, especialmente