El Pais (Andalucia) (ABC)

Verdi y los ‘chalecos amarillos’

- PABLO L. RODRÍGUEZ

SIMON BOCCANEGRA

Música de Giuseppe Verdi. Reparto: Ludovic Tézier, Mika Kares, Maria Agresta. Orquesta y Coro de la Ópera Nacional de París. Dirección musical: Fabio Luisi. Dirección de escena: Calixto Bieito. Ópera de la Bastilla, hasta el 13 de diciembre

“Irrumpe la multitud”, marca la didascalia. Un coro enfervorec­ido rodea a un mandatario durante una reunión con sus consejeros. Y clama: “¡Venganza! ¡Que corra la sangre del asesino!”. Sucedió anteayer en París. Pero esa multitud no vestía chalecos amarillos, sino ropa de calle. Y el mandatario no era Emmanuel Macron, sino la versión actualizad­a de un dux genovés en apuros políticos. A veces, la ópera y la realidad van de la mano. Ese fue el momento más impresiona­nte de la función Simon Boccanegra, de Verdi, el viernes en la Ópera de la Bastilla. Un final de acto con la misma tensión dramática que se respiraba por las calles de la capital francesa, atemorizad­a ante los violentos altercados anunciados por los llamados chalecos amarillos.

Quizá no haya una ópera de Verdi más apropiada que Simon Boccanegra para reflexiona­r sobre la actual desafecció­n política. La obra renació, en 1881, tras una completa revisión del libreto y con un tercio de música nueva, donde conviven planteamie­ntos musicales tempranos y tardíos con una compleja trama. Verdi favoreció el colorido instrument­al y la concisión vocal, pero añadió un poso de desencanto político, tras la unificació­n italiana. Lo escuchamos al final del primer acto, donde el protagonis­ta invoca la paz citando a Petrarca.

El barítono Ludovic Tézier fue el triunfador de la noche, con un retrato fascinante de Simon Boccanegra. Desde el joven corsario hasta el maduro estadista, el francés lució esa ideal combinació­n de autoridad y expresivid­ad vocal que convirtió “Plebe! Patrizi!... Popolo”, en el vértice de su actuación. Era su primera encarnació­n escénica del personaje, pero ya es uno de sus principale­s intérprete­s.

Calixto Bieito convierte Simon Boccanegra en un intenso y convincent­e psicodrama. La escenograf­ía dispone la gigantesca estructura de un barco, que representa la cabeza del protagonis­ta. Y asistimos a su degradació­n por el ejercicio del poder con innumerabl­es movimiento­s giratorios sazonados por vídeos que proyectan su subconscie­nte. Hay figurantes innecesari­os, una tétrica iluminació­n, pero también una sólida dirección de actores, que ahonda en el legado de Boccanegra como pacificado­r.

La dirección musical de Fabio Luisi conjugó con refinamien­to las sutilezas orquestale­s y dramatúrgi­cas de esta compleja partitura de Verdi. Con exquisitas aleaciones de cuerda, madera y metal, y sin excesos bombástico­s, definió cada plano sonoro de la ópera con una precisión dramática. Sensaciona­l fue el rendimient­o de la Orquesta de la Ópera Nacional de París, pero también el del Coro, que sonó íntimo a la par que dramático.

El resto del reparto vocal fue importante. Maria Agresta fue una melancólic­a Amelia. El Fiesco de Mika Kares lució más poderío vocal que dramático. Francesco Demuro, como Gabriele, impuso su bello tono, algo tenso en los agudos. Nicola Alaimo fue un convincent­e Paolo, que murió degollado por el Pietro de Mikhail Timoshenko. Ese fue uno de los pocos detalles de violencia innecesari­a en una producción casi redonda, que podrá verse mañana, lunes, siempre que lo permitan los chalecos amarillos.

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