El Pais (Andalucia) (ABC)

Muñeco convertido en Napoleón

- JUAN I. IRIGOYEN,

Ayer, Muñeco; hoy Napoleón. Ayer, jugador de referencia; hoy, en el podio de los entrenador­es más importante­s de la historia de River Plate. Siempre, Marcelo Gallardo, ídolo de la hinchada millonaria. “El mote de Muñeco surgió en un rondo cuando recién empezaba a entrenar con el primer equipo. Tenía cara de nene, ni un grano y me decían ‘ahí va el muñequito’. Me quedó para siempre”, recordaba Gallardo en El Gráfico, antes de llegar al banquillo del Monumental, antes de mutar en Napoleón. “¿Por qué le dicen Napoleón?”, dice Rodolfo D’Onofrio, presidente del club millonario: “Es muy simple. Era un militar que convencía a sus tropas de la estrategia de combate que tenían que llevar. Y así es Marcelo. Los jugadores salen a la cancha convencido­s del plan. Después puede salir o no, pero le creen”.

Formado en la cantera de River, fue uno de los niños mimados de Daniel Passarella, junto a Ortega, Almeyda y Crespo, entre otros. Saltó rápido del Monumental al predio de Ezeiza y, antes llevar su fútbol elegante al Mónaco, ganó ocho títulos con el club millonario, Libertador­es incluida. Jugó dos Mundiales (1998 y 2002). Y, además de con Passarella, trabajó bajo las órdenes de Ramón Díaz, Bielsa, Sabella, Pellegrini y Deschamps.

“De los que más aprendí fue de Sabella y Bielsa. A Marcelo me hubiese gustado haberlo tenido de grande”, suele explicar el técnico de River. Colgó las botas en Nacional de Montevideo y, tras estrenarse como técnico en el cuadro charrúa, en 2014 volvió al Monumental.

Ya nada sería igual en River. Con el estigma del descenso fresco en la memoria, en el barrio de Núñez entonces merodeaba cierta pesadumbre, lejos de la imagen del club potente, máximo ganador en Argentina. “Había jugado con él, es mi amigo. Tenía la certeza de que era el entrenador indicado para nuestro proyecto”, explica Enzo Francescol­i, director deportivo. No se equivocó. Gallardo buscará hoy igualar a Ramón Díaz como el técnico más ganador de la historia de River, nueve títulos. “No me gusta hacer comparacio­nes, cada uno tiene su lugar. Dejará marca como entrenador. Es muy inteligent­e y trabajador”, subraya Francescol­i.

A Gallardo le bastaron cuatro años para reconstrui­r el orgullo herido del River. Su presencia es transversa­l, capaz de dibujar en una servilleta cómo tiene que rediseñars­e la Ciudad Deportiva como de manejar la agenda de comunicaci­ón. Antes de jugar la vuelta de las semifinale­s ante el Gremio en Brasil (en la ida cayó 0-1), despertó a la hinchada: “Algo puede pasar”.

River dio vuelta a la historia en Porto Alegre ante el Gremio (1-2). Dio la cara cuando se suspendió el duelo en el Monumental, pero desde que llegó a Madrid se quedó en silencio. “No tiene la obligación de hablar”, dicen en el club. ¿Y quién se atreve a contradeci­r a Gallardo? Ya nada muñeco, Napoleón de un River dispuesto conquistar el Bernabéu.

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/ GETTY Gallardo da instruccio­nes en un partido liguero.

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