El Pais (Andalucia) (ABC)

El club de los futbolista­s y técnicos ‘mestizos’

- ANDRÉS BURGO,

El sábado 24 de noviembre, diez minutos antes de salir de su casa hacia el Monumental para presenciar la final de la Copa Libertador­es, Fernando Cáceres (Buenos Aires, 1969) encendió el televisor para estar al tanto de las noticias de último momento. Entonces se enteró de que el autobús de Boca había sido atacado con piedras y que el Superclási­co más largo del mundo entraba en un compás de espera que terminará —o eso se supone— este domingo en Madrid. “Tenía entradas pero no llegué a salir de casa. Lo que pasó fue horrible, tristísimo, hay gente que va a la cancha a hacer maldades”, dice el exdefensa de Zaragoza, Valencia y Celta, uno de los 100 futbolista­s que jugaron en River y Boca, y alguien que, en un episodio infinitame­nte más grave, encarnó la violencia de Argentina. En 2009, recibió varios disparos de bala, uno en el ojo derecho, por parte de unos delincuent­es que intentaban robarle el coche. “El país llevó a lo que estamos viviendo”, reflexiona hoy Cáceres, todavía en silla de ruedas, pero avanzando sin pausa en su rehabilita­ción, nueve años después de estar al borde de la muerte.

En su casa del oeste del conurbano bonaerense, su hermano mayor invita a entrar con prisa (“está jodida la cosa, encima al Negro lo robaron acá hace unos años”), y Cáceres diagnostic­a: “En Argentina la pasión se confunde con violencia. Yo jugaba en una época en que había problemas, claro, pero la pasión era de verdad. Cuando llegué a Zaragoza nos dijeron que debíamos caminar 150 metros de la concentrac­ión al estadio. En Argentina estaba acostumbra­do a que el ómnibus nos dejara al lado del vestuario, entre policías y vallas. Pero empecé a caminar y un hincha me preguntó ‘¿Qué tal la vida, Cáceres?’, y fuimos abrazados. Ahí me di cuenta cómo debían ser las cosas. ¡Y de visitante nos pedían autógrafos! Lo de acá es una locura, no tiene que ser así”.

En su casa cuelgan cuatro recuerdos de su vida de futbolista: dos fotos de su participac­ión en el Mundial 94 con la selección argentina y dos en Zaragoza. El cuadro más grande lo muestra levantando la Recopa de Europa de 1995, “la que le ganamos al Arsenal, en París, mis mejores años en el fútbol”. Cáceres era un defensa que combinaba la fiereza con el arte de la marca, un producto original de la escuela de Argentinos Juniors, la de Diego Maradona, Fernando Redondo, Juan Román Riquelme y Claudio Borghi, pero además se hacía querer. Ya había jugado 56 partidos en River entre 1992 y 1993 cuando tres años después A pesar de la eterna y visceral rivalidad entre River y Boca, múltiples jugadores han vestido la camiseta de ambos clubes a lo largo de sus trayectori­as deportivas. Gabriel Batistuta, por ejemplo, debutó con el conjunto de la banda en la temporada 1989-1990, y un curso después fichó por los xeneizes, donde permaneció un solo año. Julio Olarticoec­hea también completó el mismo recorrido a comienzos de la década de los ochenta. El Vasco jugó tres años en River (1981-1984) y otros dos a continuaci­ón con Boca Juniors (1984-1986). Cáceres, con River y Boca.

En orden inverso recorriero­n el mismo camino Oscar Ruggeri, que militó primero en Boca (1980-1984) y acto seguido en River (1985-1988), y Ricardo Gareca, que tras su segundo periodo en La Bombonera (1981-1984) pasó la temporada siguiente al Monumental (1985). No coincidió entonces con Sergio La Bruja Berti, que entre 1988 y 1990 defendió la camiseta de Boca Juniors, y los dos siguientes cursos la de River (1990-1992).

A todos ellos se suman Di Stéfano y Menotti, que en su caso como entrenador­es estuvieron al mando de ambos banquillos. La Saeta Rubia defendió la camiseta de River entre 1945 y 1949, aunque dirigió primero a Boca en durante dos etapas (1969 y 1985-1986), y entre medias estuvo dos años al frente de River Plate (1981 y 1982). César Luis Menotti, exfutbolis­ta de Boca en los sesenta (1965-1966), entrenó 20 años después a su exequipo (1986-1987 y 1993-1994), tras un paso intermedio por River Plate (1988-1989). fichó por Boca, al regreso de Zaragoza, y sin embargo nadie le reprochó su paso anterior: jugó 15 partidos y se sumó a Oscar Ruggeri, Gabriel Batistuta y Claudio Caniggia en la centenaria lista de futbolista­s que jugaron en las dos veredas.

“En River descubrí lo que era un grande: venía de Argentinos y el salto fue impresiona­nte”, dice El Negro, quien también fue parte del último título de la selección argentina, la Copa América de 1993. “Y en Boca jugué con Maradona, Riquelme y Caniggia. No fue un paso directo entre un equipo y otro, así que nadie me dijo nada, pero además era otro momento. A mí nunca me tiraron piedras en el viaje al estadio. Ahora hay hinchas que dicen ‘los vamos a matar’ y la tele los muestra. Eso es parte del problema, genera violencia. La gente interpreta que no son rivales sino enemigos”.

Jóvenes sin trabajo

Cáceres no está preocupado por lo que ocurra entre las hinchadas en España, sino por el futuro de sus compatriot­as. “En Madrid no va a pasar nada malo. La gente se portará bien, pero no habrá ambiente de final, no me gusta que la Libertador­es se defina ahí”, responde quien en 2004 pasó a Alfredo Di Stéfano como el argentino con más partidos jugados en España (aunque después fue superado por Ariel Ibagaza y Messi), y quien de todas sus visitas al Santiago Bernabéu todavía recuerda un triunfo 1-2 con el Celta en 1998. Pero cuando el exdefensa y actual presidente del Fernando Cáceres Fútbol Club vuelve a referirse a la violencia en Argentina, y no sólo la del fútbol, su diagnóstic­o es mucho menos promisorio.

“No se genera trabajo y los jóvenes no tienen nada que hacer, se quedan sin alternativ­as. Es muy difícil para mucha gente”, dice Cáceres, también portavoz de un mensaje de reconcilia­ción con los delincuent­es que en 2009 le tirotearon la cara, le perforaron la base del cráneo y le produjeron la pérdida del ojo derecho. “Los chicos se equivocaro­n, ya está. En su vida les pasó algo que los llevó a robar y yo me crucé con ellos. No soy quién para juzgar. Los quise ver en la cárcel para saber qué les había pasado, sólo preguntarl­es eso, no quería tener una reacción violenta, pero no me dieron permiso”, se lamenta.

Hace pocos días, mientras el país hablaba del desastre del partido del Monumental, Fernando Cáceres caminó por primera vez por su cuenta en los últimos nueve años. “Fue muy fuerte, se me cayeron algunas lágrimas”, dice al lado de una imagen de la Virgen del Pilar que trajo de Zaragoza.

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/ SILVINA FRYDLEWSKY Fernando Cáceres, en su casa de Buenos Aires.
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