Un vínculo eterno con Argentina
El fútbol es un invento inglés, definido por el pensamiento escocés y cuyo relato pertenece a los argentinos por más hipnotizados que estemos con el jogo bonito del Brasil de 1970. Algunos periodistas llegamos a tener incluso la sensación de que para escribir bien había que ser argentino, de manera que no quedaba más remedio que aprender a partir de sus textos, como si fueran una asignatura de la carrera en la Universitat Autònoma de Barcelona.
La lectura empezaba obligatoriamente de joven con El Gráfico, continuaba con Roberto Fontanarrosa y Osvaldo Soriano, y hoy, cuando ya podemos aprender de los nuestros, se impone el seguimiento de la sección de deportes de Clarín, de los columnistas de Canchallena en La Nación y de los exquisitos articulistas que ilustran la prensa mundial, alguno enciclopédico como Martín Caparrós, ninguno tan preciso para mi gusto como Jorge Valdano.
El tono es argentino hasta en las retransmisiones desde que supimos de Héctor del Mar y escuchamos a Víctor Hugo Morales llamar barrilete cósmico a Maradona, la mejor manera de saber que el periodista uruguayo también se había pasado como nosotros a la Argentina. Había que saber de la Albiceleste, de Boca, de la Máquina de River y también de Racing, si uno quería ser cronista porque el fútbol español estaba protagonizado por argentinos y por historias entrañables como la del San Lorenzo.
“El San Lorenzo juega como Panizo”, se contaba en 1946 cuando el equipo estuvo de gira por España. Aquellos argentinos que calzaban botines livianos, flexibles, de taco y caña corta, agitaron el fútbol que vivía pendiente de los goles de Zarra, celebraba la llegada de Puchades, Miguel Muñoz y Basora, y aplaudía al Athletic de Iriondo, Panizo, Zarra, Iraragorri, Gainza y Venancio.
La revolución llegaría después con Alfredo Di Stéfano. El impacto de la Saeta fue tan estruendoso que hay quien cree todavía que el Madrid se fundó en los años cincuenta al mismo tiempo que la Copa de Europa. El éxito del Madrid, y la rivalidad con el Barça, empezó con Di Stéfano, mitad blanco y mitad azulgrana a su llegada a España, finalmente jugador del Real Madrid. El futbolista argentino calzó como un guante en el club de Santiago Bernabéu.
Líder natural, Di Stéfano era tan completo que representaba a los once futbolistas, resumía en su competitiva figura el juego hasta del portero, como si fuera un compendio de modernidad y el precursor también de todas las figuras, de Pelé, Cruyff, Maradona y Messi. No fue solo único como jugador sino que trascendió como entrenador cuando hizo campeón de Liga al Valencia y alumbró a la Quinta del Buitre, uno de los fenómenos más trascendentes del fútbol con el Dream Team.
Nadie se olvida del vínculo del Valencia con Argentina. Imposible no recordar los años de Kempes, uno de los delanteros mejor definidos con el apodo de Matador,