El Pais (Andalucia) (ABC)

No se trata del Bernabéu, sí del saqueo permanente. Responsabi­lidad propia y de una desigualda­d que asfixia

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ni de Ayala y por supuesto Pablito Aimar, el volante que le tenía robado el corazón a Cruyff. Aunque mestizo, mar y montaña, seny i rauxa, blau i grana, tan necesitado de la cantera como de las figuras, el Barça siempre tuvo una vena argentina sublimada por Maradona, Riquelme, Messi.

La hinchada llegaba una hora antes al estadio para ver calentar a Maradona, consciente de que sería más difícil verle jugar porque a veces enfermaba y en ocasiones le lesionaban, al punto de que Goikoetxea le partió la pierna el día de la fiesta mayor de Barcelona. La historia de Diego fue un sinvivir que no pudo arreglar ni la sabiduría de Menotti. El desencuent­ro fue tal que a veces parece que Maradona no haya jugado en el Barça.

Así se explica la pesada mochila de Messi. El 10 carga con los títulos no conquistad­os con Maradona cuando empezaba el fútbol en color y los no ganados en tiempos de blanco y negro sin Di Stéfano. Al rosarino se le admira tanto que se le supone capaz de atrapar en una década la colección de Champions que ha reunido durante años el Madrid. No extraña por tanto que Messi nunca suma sino que descuenta cuando no conquista Europa. Los demás partidos parecen batallas menores protagoniz­adas por personajes diversos si se exceptúa aquella final continenta­l que perdió el Atlético del Toto Lorenzo contra el Bayern en 1974. El Ratón Ayala o el Cacho Heredia, así como Fillol, Valdano y Latorre, también Carnevali, Brindisi y Bertoni, por no hablar de Rubén Cano o Pizzi, hasta de 900 jugadores argentinos y decenas de entrenador­es como Cúper, Simeone o Berizzo, han dejado huella en LaLiga.

Han sido tantos los técnicos y jugadores llegados que al final también los cronistas viajaron a España. Ya no vivimos de la inspiració­n sino del contagio, consciente­s de que nadie juega mejor con las palabras que los argentinos, incluso cuando el periodismo de sucesos gana terreno al deportivo y un River-Boca no se pueda disputar en el Monumental. No es un éxito que se juegue en el Bernabéu; tampoco un fracaso si somos capaces de dar gracias por cuánto le debemos a Argentina.

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/ CORDON / GETTY / EFE Di Stéfano con sus cinco Copas de Europa; Maradona y Messi, con el Barcelona. A la derecha, el presidente Macri besa la camiseta del Boca.
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