Mujeres poderosas
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la situación económica española, que no es mala. Lo que hemos de mejorar es el empleo. Gobierno, empresas y demás agentes tenemos que generar puestos de trabajo. Pero no podemos olvidar que, desde el extranjero, España es un país que se ve con gran fuerza y potencial”, cree César Cernuda. Una tierra “supercool, de gente trabajadora que sabe seguir adelante pese a las dificultades”, esa es la visión de España en Holanda, en opinión de Maeztu.
Al ejecutivo de Ikea le surgió “la oportunidad” de volar del nido en 2009. El hecho de trabajar en multinacionales facilita la movilidad. Así fue también como Duato, Olave, Colombás o Cernuda escalaron posiciones en el organigrama internacional de las corporaciones que representan. Primero se dirigen países, luego áreas funcionales y regiones y así hasta llegar al comité de dirección, al corazón de la organización.
Se paga el precio
Sin embargo, otros ejecutivos como Javier San Juan (L’Oréal) tuvieron claro desde el primer momento que su sitio estaba lejos de España. “Hice la carrera internacional por la curiosidad de probar si era bueno en un ambiente distinto al mío. Primero fui a Francia, que era lo natural en una empresa francesa, luego a Suiza… Se paga un precio personal y familiar muy grande por tener que cambiar de país. No estuve presente cuando murieron mis padres. No llegué a tiempo. Pero da una enorme satisfacción ser el primer extranjero que vieron en Rusia”, señala.
Garijo también tuvo “la ambición” de crecer profesionalmente. “Fue un sacrificio y una oportunidad que me ha permitido liderar varias transformaciones organizativas, integrar compañías”, dice.
Y es que, según Pilar Santiago, no hay tantos directivos españoles fuera de nuestras fronteras porque la calidad de vida dentro del país es muy alta, por la climatología y la familia. “Son las principales razones por las que la gente no quiere salir de España”. El arraigo a la familia y a la tierra es uno de los principales hándicaps que destacan César Cernuda y Carlos Olave de los dirigentes españoles en el exterior. Otras de las cuestiones que les fallan son que “hay que dedicar tiempo a reconocer el trabajo de los demás, una competencia que he tenido que reforzar en Estados Unidos, porque ni en España ni en Europa está tan desarrollada”, indica Duato; o la habilidad para hablar en público o vender los logros personales, agrega Ana Herranz, “no estamos acostum- brados; nos produce vergüenza”.
Para San Juan, el peor defecto de los españoles es la autocrítica. “En todos los países donde he vivido tienen un enorme orgullo de su historia. Para nosotros no es moderno, no valoramos el espíritu colectivo y somos tremendamente duros y corrosivos con nuestra historia”, lamenta.
Mejores sueldos
Uno de los alicientes de la carrera internacional son los salarios, que se multiplican como la espuma cuando se cruzan fronteras. En Estados Unidos y Reino Unido, los países que mejor pagan a los ejecutivos, los sueldos pueden duplicar e incluso triplicar los domésticos, explica Mireia de las Heras. No obstante, hay que tener en cuenta que en esas plazas el coste de la vida es mucho más elevado. En Francia o Alemania, continúa, los dirigentes españoles pueden incrementar sus retribuciones entre un 20% y un 40%, dependiendo de si la multinacional los expatría o los contrata como locales, que es a lo que se tiende en los últimos años para abaratar los costes de personal. En los países emergentes, “el paquete salarial tiene que ser la zanahoria que consiga desplazar a los directivos”, según María Obiols. En ellos, gran parte de la retribución se destina a pagar la “infraestructura familiar” (casa, sanidad…) o la seguridad.
Los directivos aprecian, sin embargo, que el sueldo, pese a ser relevante, no es lo más importante. “El atractivo es estar en el primer banco comercial de Reino Unido, con una cuota de mercado del 25%, y el impacto que pueden tener tus decisiones en la sociedad. Eso es lo que me mueve cada mañana”, afirma Juan Colombás.
Y ese nivel de responsabilidad que ejercen los ejecutivos por el mundo (y el salario) hace muy difícil su regreso a España. “Para volver a casa hace falta tener una oferta laboral interesante. Y jamás he recibido una de una empresa española para trabajar allí”, reconoce Javier San Juan, que dice que se está quedando corto de lugares a los que le interesaría ir. Belén Garijo se queja de que nunca pudo volver a trabajar a su tierra: “Una de las cosas que soñamos los españoles es que nuestra experiencia sea valorada en tu país, cosa que no ha sido así, a excepción de los consejos de administración en que participo. Es muy difícil reengancharte en la carrera nacional”, asegura. “Desde el punto de vista profesional, no puedo regresar a España porque no hay trabajos de la dimensión y el impacto del que estoy desempeñando ahora”, dice Joaquín Duato, que nunca podrá ser tan famoso aquí como su familia. Uno de los cambios más llamativos entre los españoles que pilotan las empresas multinacionales por el mundo es la creciente presencia de mujeres. Hace cuatro años, publicaba un cuadro donde aparecían los dirigentes nacionales más destacados en el exterior. En él figuraban 72 altos cargos. Y sólo 9 eran mujeres. Hoy la lista es más larga, 85 ejecutivos, y 16 son directivas. Faltan algunas que tuvieron gran poder, como Pilar de Zulueta, exvicepresidenta de Warner Bros., o Laura González Molero, expresidenta de Merck en Latinoamérica, pero hay otras nuevas como Bárbara Navarro, de Google; o las cuatro ejecutivas de Ikea, que reflejan el movimiento, leve, pero movimiento al fin y al cabo. También han desaparecido del recuento altos ejecutivos como Ignacio Abia, exconsejero delegado de Olympus; Antonio Pérez, expresidente de Kodak, o Luis Álvarez, exconsejero delegado de BT. Resulta curioso comprobar cómo algunos españoles han relevado en el cargo a otros paisanos, como ocurre en la presidencia de Airbus en América Latina, que hace cuatro años ocupaba Rafael Alonso y actualmente lo hace Arturo Barreira. Todo queda en casa.
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Los salarios se duplican cuando se trabaja en plazas como Estados Unidos o Reino Unido
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