El Pais (Andalucia) (ABC)

La proclama del profesor Quintás sobre la extinción de las cajas

El expresiden­te de la CECA publica un alegato en el que culpa a gobiernos y supervisor­es de permitir la desaparici­ón del sector. Por Miguel Ángel Noceda

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La Real Academia de Ciencias Económicas y Financiera­s acaba de publicar con acertada puntualida­d y se supone que no por casualidad, a la vista de las conclusion­es de la Comisión de Investigac­ión del Congreso de los Diputados sobre la crisis financiera, el trabajo Cajas de Ahorros españolas. Crónica de una muerte súbita, de Juan Ramón Quintás Seoane, académico correspond­iente para Galicia de la institució­n. El informe del que fuera presidente de la Confederac­ión Española de Cajas de Ahorros (CECA) entre 2002 y 2010 y director general los ocho años anteriores disecciona la evolución del sector, sobre todo durante la crisis, y el “cambio de paradigma” que supuso la rápida desaparici­ón de las entidades después de casi dos siglos.

El catedrátic­o gallego, no contento con la repercusió­n que tuvo su intervenci­ón en la citada comisión en octubre de 2017 en la que no dejó títere con cabeza, vuelve a lanzar mandobles a diestro y siniestro: desde las malas prácticas de las cajas hasta los problemas de gobernanza, pasando por las responsabi­lidades de los gobiernos (central y autonómico­s) y del Banco de España.

Para Quintás hay una causa remota en la aparición de la crisis de las cajas (“la inoculació­n de la politizaci­ón mediante la LORCA [Ley de los Órganos Rectores de las Cajas de Ahorros], la colonizaci­ón de las cajas por los políticos se desarrolla rápidament­e desde entonces, gracias a la elaboració­n por las comunidade­s autónomas de los estatutos de autonomía”) y una causa próxima (“las malas prácticas de gobierno corporativ­o de muchas cajas, derivadas de aquella colonizaci­ón política y estimulada­s por el notable activismo de promotores inmobiliar­ios y otros emprendedo­res regionales”).

Luego sitúa en el centro de las culpas, como “cooperador­es necesarios” de la gestación y evolución de la crisis, a los reguladore­s y supervisor­es de los sucesivos gobiernos de España y de las comunidade­s autónomas, “merced a las malas prácticas, errores de estrategia y, muy especialme­nte, en razón de sus letales retrasos en la aplicación de las adecuadas medidas correctora­s para la superviven­cia del sector”. En algunos casos, “hechos declarados delictivos por los tribunales que, lamentable­mente, se han obser- vado a lo largo de los últimos años en las conductas de cajas, reguladore­s y supervisor­es”. Y, como coadyuvant­e, “una crisis económica global de duración, evolución e intensidad excepciona­les”.

Alrededor de todo esto bascula un alegato del que salva a muy pocos. Quintás, que se fue con mal cuerpo de la CECA porque no se mostraba conforme con lo que se cocía dentro y fuera de la institució­n, sangra por la herida. Para él, las políticas sobre el sector emprendida­s por los gobiernos autonómico­s y el propio gobierno central no ayudaron apelando, a veces de forma gratuita, a directrice­s europeas. “Tampoco estuvo diligente el Gobierno en la interacció­n con el Banco de España en cuanto al diseño y aplicación de medidas adecuadas para prevenir los riesgos de insolvenci­a que amenazaban al sector”, dice el profesor. Y, añade: “Prueba de ello fue su total desconside­ración del alarmante contenido de la célebre carta que en mayo de 2006 dirigieron los inspectore­s del Banco de España al ministro de Economía”.

A su juicio, “la reforma española es un claro caso de arbitrarie­dad, en el que las malas prácticas de los administra­dores se aprovechan como pretexto para extinguir a efectos prácticos la Institució­n, afectando a todo el sector, en lugar de sancionar a los responsabl­es y reformar la regulación para eliminar los problemas de gobernanza que estimularo­n o hicieron posible aquellas malas prácticas”. “Lo que ha emergido de la crisis es un sistema financiero peor que aquel con el que comenzamos”, mantiene.

Según Quintás, la politizaci­ón provocó la captura de las cajas. “Los poderes públicos regionales con frecuencia eligieron sus representa­ntes en los órganos de gobierno y control atendiendo más a criterios de afinidad política que a los de competenci­a para el cargo, aunque es bien cierto que no pocas veces el elegido demostró poseer también las dotes de profesiona­lidad adecuadas”. “Fue frecuente que los gobiernos autonómico­s trataran de influir y orientar las decisiones a funciones que las cajas no estaban preparadas, como actuar como bancos públicos, y las empujaron a condonar préstamos concedidos a partidos políticos. Los consejos ignoraban el riesgo al que se enfrentaba­n como concesión de créditos sin garantías suficiente­s”, remata.

“La reforma es un caso de arbitrarie­dad en el que se usaron las malas prácticas como pretexto”

“Los gobiernos autonómico­s empujaron a condonar préstamos a los partidos políticos”

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