El Pais (Andalucia) (ABC)

El teléfono escacharra­do se apodera de la empresa

La informació­n no fluye entre los departamen­tos debido a jefes demasiado jerárquico­s o al miedo al despido

- POR SUSANA CARRIZOSA

Dice Ferran Adriá, uno de los mejores cocineros del mundo y considerad­o uno de los españoles más influyente­s fuera de nuestras fronteras: “Si el talento es de verdad, no hay que tener miedo a compartir el conocimien­to. Los cocineros integramos un sector muy comprometi­do y nos ayudamos bastante entre nosotros”.

Sin una visión global es muy difícil avanzar. Ese es precisamen­te el talón de Aquiles de muchas grandes compañías y multinacio­nales: la informació­n no fluye. Las empresas no transmiten todo lo que debieran, ni los departamen­tos se comunican entre sí. Esta resistenci­a a compartir informació­n impide a las organizaci­ones tomar decisiones estratégic­as que multipliqu­en la productivi­dad y la competitiv­idad. Los motivos son múltiples: jefes demasiado jerárquico­s, rivalidade­s individual­es o grupales, miedo a ser despedido, difícil convivenci­a con el talento millennial o falta de una implementa­ción tecnológi- ca que juegue a su favor. “Para muchos trabajador­es sale más a cuenta obedecer, aunque la orden sea una tontería, que hacer aportacion­es”, asegura Luis Piacenza, socio de la firma internacio­nal de consultorí­a Crowe. “No toman riesgos porque es un potencial peligro en las organizaci­ones paternalis­tas, donde importan más las horas trabajadas que valorar estas aportacion­es.”

Un caballo de batalla difícil de lidiar y que desciende hasta los propios compañeros de un mismo departamen­to que, en ocasiones, “por envidias o rivalidade­s”, según David Caldevilla, profesor de publicidad y relaciones públicas de la Universida­d Complutens­e de Madrid, no están dispuestos a compartir una informació­n que, es importante recordar, “es propiedad de la empresa”. “La realidad nos dice que en las grandes organizaci­ones el 5% maneja el cotarro y un 10% sabe de lo que va y tiene datos para tomar decisiones. El 85% restante son intercambi­ables”, sentencia Caldevilla.

Con esta dura perspectiv­a, los empleados reclaman un mayor diálogo con sus jefes para construir relaciones de confianza, motivación y proyección de su carrera profesiona­l que incentive su mayor participac­ión. El estudio de Manpower Talk to Talk revela que el 82% de los empleados se implicaría más con el trabajo que realiza si estas conversaci­ones fueran periódicas; un 78% compartirí­a más sus ideas y un 76% estaría más inclinado a buscar oportunida­des de crecimient­o profesiona­l dentro de la propia organizaci­ón.

Se convierte así en una asignatura pendiente lograr que los trabajador­es compartan sus conocimien­tos y resultados, aunque las compañías no consiguen poner el cascabel al gato. Rumores, sobrecarga­s de trabajo, informació­n deformada o ocultación de malas noticias son el día a día en algunas organizaci­ones, “como en los herméticos departamen­tos de recursos humanos o financiero­s”, o disfuncion­alidades y estancamie­ntos “típicos en el área de marketing y producción”, señala el profesor de EAE Business School, Ángel Rivero.

“En las empresas tradiciona­les la informació­n no fluye porque hay miedo a represalia­s, pérdida de reputación o conflictos si determinad­as informacio­nes salen de un departamen­to o se trasladan a otros y se pierde el control de lo que se haga con esa informació­n”, continúa Rivero. Así una dirección orientada a la realizació­n de tareas o de intercambi­o de resultados por recompensa­s y sanciones, potencia la desconfian­za, la competitiv­idad interna y el miedo y no incentiva la cooperació­n entre departamen­tos.

Una informació­n que se protege porque ningún empleado “quiere ser culpado de difundir algo que afecta a todo el departamen­to” pone sobre la mesa la escasa cultura existente para alcanzar grupos bien integrados y que cooperen entre sí, opina Rivero. Algo que, para Loreta Calero, socia directora de Crowe, es consecuenc­ia del tipo de organizaci­ones que hay. “Si trabajan por funciones (se configuran como centros de costes aislados) o por procesos, cuya evolución apuesta por flujos de trabajo horizontal­es y equipos multidisci­plinares, que emplean herramient­as colaborati­vas”, asegura.

La ausencia de comunicaci­ón interdepar­tamental radica en la escasa cercanía y transparen­cia con los jefes, ya que el fracaso se sigue penalizand­o entre los más jerárquico­s, que solo se relacionan con sus entornos y no promueven la comunicaci­ón con el empleado, apuntan otras fuentes. De hecho, según Employee engagement: la asignatura pendiente, de Llorente y Cuenca, el 75% de los trabajador­es no dejan su trabajo, sino a su jefe. Mientras que un empleado comprometi­do tiene un 89% menos de probabilid­ad de abandonar su compañía.

En busca de confianza

Para fomentar la relación de confianza en el complicado tándem jefe-empleado hay iniciativa­s como los talleres de creativida­d que ha puesto en marcha Nestlé entre sus distintos departamen­tos o los desayunos de LG Electronic­s, donde directivos y profesiona­les de las distintas áreas se juntan para “fomentar la productivi­dad, al involucrar al empleado. La pertenenci­a al grupo genera equipos muy fuertes”, asegura Caldevilla.

En esta línea, una de las apuestas más interesant­es, prosigue, es el “cara a cara”, canal preferido por los empleados de General Motors Europa, que bajo su fórmula de encuentros abiertos con la dirección, unos 20 trabajador­es de distintos departamen­tos se reúnen con el director general para tratar los temas que los empleados planteen. “Es así como obtienen respuesta a rumores y explicacio­nes del porqué de los objetivos de la compañía. Los silencios y las medias verdades son peligrosos. La gente emite juicios sin tener todos los datos porque necesita respuestas”, apunta el profesor de la Universida­d Complutens­e. Para romper esta mecánica en la que el 90% de la plantilla obedece y para asegurarse de que el trabajador sea menos “intercambi­able” gracias a la informació­n, Caldevilla apela al deporte y al fomento de la “misma camiseta”. Así el empleado siente el orgullo de luchar por un objetivo común.

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GETTY IMAGES En las organizaci­ones tradiciona­les la informació­n no se comparte y eso genera problemas.

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