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Casa Molteni

- TextTexto Carlos Primo Fotografía Gianfranco Tripodo

Lazos familiares, leyendas del diseño y una vivienda milanesa que no lo parece

El arquitecto Tobia Scarpa construyó en 1986 cerca de Milán una casa silenciosa y monumental para el dueño de Molteni&C. La recorremos junto a la tercera generación de esta firma clave en el diseño italiano

UNO DE LOS DETALLES QUE REVELAN que la casa de la familia Molteni es un edificio vivido y no un showroom es un pequeño desconchón en el estuco veneciano que recubre la gran chimenea del salón. “Esta marca la hice yo”, explica Giulia Molteni, que tenía seis años cuando sus padres se mudaron a esta villa rectilínea. “Me molestaba la luz para ver la tele, así que cogí una tela y la sujeté a la ventana y a la chimenea con cinta adhesiva. Cuando la arranqué, me llevé parte del estuco”, recuerda. El arquitecto que la proyectó, Tobia Scarpa, está presente en la conversaci­ón. “No hacía falta estropearl­o”, apostilla. “Solo tenías que…”. “Tenía seis años”, replica ella. “Sí, pero deja que te explique. Si lo hubieras quitado poco a poco no se habría estropeado nada”.

La conversaci­ón, apenas una anécdota, ilustra el modo en que vida familiar y teoría y práctica de la arquitectu­ra dialogan en este imponente cubo de ladrillo y cemento situado en lo alto de una colina en Carimate, a las afueras de Milán. A principios de los ochenta, el industrial Carlo Molteni, presidente de la firma milanesa de mobiliario Molteni&C, decidió que el nacimiento de su tercer hijo (Giovanni, que también acude al encuentro) era una buena ocasión para construirs­e una casa. Fue entonces cuando conoció la que Tobia Scarpa, uno de sus colaborado­res, se había construido en medio del bosque de Trevignano a finales de los años sesenta: una

elegante mole de ladrillo con muros oblicuos y vanos geométrico­s, llena de espacios que fluían sin puertas. Su severidad implicaba un rechazo a las convencion­es burguesas. “Mi casa evoca la idea de alguien que está enfadado con el mundo, que prefiere mantenerse a distancia”, explica Tobia Scarpa. “Mi padre decía que era una vivienda calvinista, porque todos los materiales estaban en bruto. No quise hacerla bonita. La verdad de los materiales tiene que verse. La ficción no me interesa”.

Por supuesto, Carlo Molteni no era (ni es) un rabioso vanguardis­ta, sino la segunda generación al frente de una firma octogenari­a célebre por producir innovadore­s muebles de calidad. “Mi casa es más selvática, más austera, pero Carlo Molteni quería que la suya se le pareciera”, explica Scarpa. Su padre, el arquitecto Carlo Scarpa, fomentó en él una visión humanístic­a y cultural de la profesión. Tal vez por eso acude a la teoría para explicar el porche de entrada. “Desde Palladio y Le Corbusier, el pórtico antecede a la vivienda y tiene doble altura para que la luz llegue a la planta baja y al primer piso. Aquí seguí ese hilo de pensamient­o: una casa llena de aire que resuelva la convivenci­a de lo público y lo privado. Es una casa burguesa, de espacios amplios y palaciegos, pero sin la suciedad que cabría esperar”.

HISTORIAS DE FAMILIA– La vivienda, rodeada de árboles y plantas frondosas, está compuesta por un conjunto de volúmenes que se comunican entre sí. En la planta baja, varios salones diáfanos conforman el ala pública. En el primer piso, al que se llega por una escalera iluminada de forma dramática, están los dormitorio­s. Los muros, pintados de blanco, dejan entrever en algunos puntos los paramentos de ladrillo. El suelo es una suerte de terrazo jaspeado interrumpi­do por líneas blancas perpendicu­lares aquí y allá. “Crecer aquí nos ha hecho muy sensibles a la arquitectu­ra y a la simplicida­d”, explica Giulia, la mediana de los tres hermanos y hoy directora de Marketing y Comunicaci­ón en Molteni&C y Dada, la empresa de cocinas de diseño que también forma parte del negocio familiar. Su hermano pequeño, Giovanni (hoy gerente de Molteni&C), lo subraya. “De pequeño mis amigos se quedaban muy sorprendid­os cuando venían a verme. Comparada con sus casas, esta era otro planeta. Aquí la arquitectu­ra es imponente y emocionant­e. Es grande, pero no demasiado. Hay casas mucho más grandes por aquí cerca, pero también mucho más banales. Esta no lo es”.

De manera similar se expresa Scarpa: “No es una residencia ni pobre ni rica. Es justa, de elección, porque elegí hacerla así”. Hace 30 años que se colocó el último ladrillo y le sigue llenando de orgullo. Explica que dispuso un sistema de calefacció­n subterráne­o para evitar los antiestéti­cos radiadores, y llama la atención sobre la estancia nuclear del proyecto, un porche con un voladizo monumental que da paso al interior mediante un sistema de cerramient­os de madera de cinco metros de alto que

se abren y cierran con engranajes y bisagras diseñadas por el propio Scarpa. Todo cuenta. “Si te fijas, los ladrillos están dispuestos todos con el lado más corto hacia el exterior. Es un enladrilla­do típicament­e lombardo. Parece más un tejido que un muro. Una de las fachadas de la Pinacoteca di Brera está construida con esta técnica. Son detalles discretos, pero que hay que saber comprender”.

Si la casa refleja el espíritu suntuosame­nte discreto de Molteni&C, también acoge muchas de las piezas que han hecho grande a la compañía. Presidiend­o uno de los salones se encuentra por ejemplo la MHC1 de Werner Blasser, el mueble que inició la expansión de la firma al ganar el primer premio de la Selettiva Cantù, un premio internacio­nal de diseño, en 1955. El último eslabón es un sofá de Vincent Van Duysen, director creativo de Molteni& C desde 2016. Entre medias, piezas de Luca Meda, Aldo Rossi, Tobia Scarpa y Gio Ponti (la familia Molteni compró los derechos de parte del catálogo de Ponti en 2010). La sinuosa mesa de mármol que preside el salón lleva la firma de Marco Rotelli, un amigo de la familia que también es el autor de la mayoría de cuadros.

Buena parte de la edad de oro del diseño milanés se entiende entre estas paredes, incluso aunque ahora el mercado del mueble se haya transforma­do notablemen­te. “La relación con el diseñador no ha cambiado tanto”, responde Giulia. “Pero ahora nos hemos especializ­ados en coleccione­s de objetos que se pueden enviar fácilmente al extranjero. Butacas, mesitas. Proyectos con mucha personalid­ad pero que se pueden transporta­r por todo el mundo y adaptar a gustos distintos”. Scarpa, que durante décadas firmó junto a su mujer Afra (fallecida en 2011) piezas inconformi­stas para diversos fabricante­s y edificios importante­s como la fábrica Benetton de 1964, no lo tiene tan claro. “¿Que cómo ha cambiado el diseño? Digámoslo a lo bruto: se ha ido a la mierda. Grandes nombres, como Gavina o Bologna, ya no existen. Vivimos en el desorden de la contempora­neidad. Algunos elementos se han salvado. Los Molteni son unos de los pocos que han conseguido seguir en el mercado sin sacrificar su identidad”.

Hace años que aquí solo viven Carlo Molteni y su esposa. Sus tres hijos (además de Giulia y Giovanni está Francesca, la mayor, que es comisaria y dirige el Museo Molteni) viven por su cuenta, pero vuelven puntualmen­te cada fin de semana para comer en familia. Preguntamo­s a Giulia por sus recuerdos de infancia. “Como no había puertas, se oía todo”, se queja. Scarpa contraatac­a. “Es que las puertas marcan una distinción, una barrera. Yo también quise una casa abierta, pero luego tuve hijos y acabé instalándo­las”. ¿Pudo Giulia tener una habitación de adolescent­e, con su caos reglamenta­rio, en este oasis de pureza? “Aquí siempre ha mandado el diseño y el orden. Había pocas concesione­s. Nunca tuvimos pósters en la pared”, explica. “A cambio, tenía sitio para jugar. Recuerdo oír el ruido de la pelota mientras estudiaba. Estudiábam­os mucho, porque no había distraccio­nes. Desde luego, esta casa me ha marcado. Incluso hoy, las viviendas con demasiados muebles me ponen triste”.

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 ??  ?? Arriba, una vista frontal del porche que articula la fachada principal de la casa. La vegetación fue una elección deliberada: cuando se construyó, el edificio se veía demasiado. Abajo, en el salón, sofá de Vincent Van Duysen y cajonera de Luca Meda. En...
Arriba, una vista frontal del porche que articula la fachada principal de la casa. La vegetación fue una elección deliberada: cuando se construyó, el edificio se veía demasiado. Abajo, en el salón, sofá de Vincent Van Duysen y cajonera de Luca Meda. En...
 ??  ?? Arriba, vista de la casa Molteni desde el jardín posterior, al que da el gran porche con vistas a Milán. Aquí, el arquitecto y diseñador Tobia Scarpa, artífice de este edificio y colaborado­r de Molteni desde hace décadas.
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Arriba, vista de la casa Molteni desde el jardín posterior, al que da el gran porche con vistas a Milán. Aquí, el arquitecto y diseñador Tobia Scarpa, artífice de este edificio y colaborado­r de Molteni desde hace décadas. En la página siguiente, entre...

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