Cárceles, escuelas, Internet y retornados: los frentes de la lucha contra el extremismo
El presidente francés, Emmanuel Macron, alertó ayer sobre la amenaza para Francia de un terrorismo que ya no procede de países lejanos sino de su propio territorio. El atentado de Carcasona y Trèbes, en el sur el país, es el último ejemplo. “Desde
El triple ataque, perpetrado por Radouane Lakdim, un hombre de origen marroquí con antecedentes de pequeña delincuencia, y reivindicado por el Estado Islámico, dejó cuatro muertos —incluido el terrorista— y 16 heridos, según los datos que ofreció el propio presidente en la sede del Ministerio del Interior.
Es el peor atentado de un mandato presidencial que, hasta ahora, ha evitado sucesos como los que sacudieron Francia en los años del presidente François Hollande. El último ocurrió el 2 de octubre pasado cuando un hombre mató con un cuchillo a dos mujeres en la estación de tren de Marsella.
Nada comparable a los ataques de 2015 —el atentado en enero contra el semanario Charlie Hebdo y contra el supermercado kosher Hyper Cacher; y los múltiples atentados en París y alrededores en noviembre— o el de Niza, en julio de 2016. Centenares de franceses murieron en estos atentados de grandes dimensiones, muy distintos, en la forma y la organización, de los ocurridos en el último año, perpetrados por hombres que actuaban por su cuenta, algunos sin un perfil ideológico muy definido ni una organización detrás.
Macron no dudó en usar la expresión hace unos meses tenemos una amenaza llamada endógena”, dijo Macron en una de sus dos declaraciones públicas sobre el peor atentado desde que llegó al Elíseo, en mayo de 2017. “Muchos individuos se han radicalizado solos, con perfiles psicológicos variados, alguno con patologías”.
“terrorismo islámico” —vetada por ejemplo en la Casa Blanca de Barack Obama— para referirse a los ataques de ayer.
El patrón del ataque es parecido al de otros recientes. JeanCharles Brisard, presidente del laboratorio de ideas Centro de Análisis sobre el Terrorismo (CAT), señaló en Le Figaro algunos de estos rasgos comunes: un individuo que actúa solo, conocido como
pequeño delincuente pero no como yihadista y que se fija como objetivo del ataque las fuerzas del orden, cuyos miembros son víctimas del 67% de la violencia terrorista en Francia.
El perfil del delincuente reconvertido en yihadista es frecuente en Francia, como explica el periodista David Thomson en su libro Les revenants (juego de palabras entre los que regresan y los fantasmas).
redacción de la revista satírica
y en contacto con Coulibaly, se atrincheraron en su huida en una imprenta con al menos un rehén, que consiguió ser liberado.
La mayor toma de rehenes
llegó en la serie de atentados de noviembre de 2015, cuando tres asaltantes irrumpieron en la sala de conciertos Bataclan de París durante la actuación de una banda estadounidense.
En esa sala
murieron 89 de las 130 personas cuya vida se vio segada en esa oleada de ataques. Dos de los terroristas se parapetaron en el piso de arriba de la sala con una docena de espectadores. Las fuerzas del orden consiguieron rescatar al grupo y matar a ambos. “Algo que favorece aún más la dinámica de yihadización de la delincuencia es que logran justificar con el islam un modo de vida delictivo o criminal desde el punto de vista republicano”, escribe. “La predisposición a la radicalización religiosa es así, por naturaleza, más fuerte que la media en los ambientes del pequeño delito y también en prisión”.
Las cárceles son uno de los objetivos del plan del Gobierno francés para frenar la radicalización de ciudadanos y residentes en este país. Más de mil presos están bajo vigilancia por ese motivo. El otro frente son las escuelas. Al mismo tiempo, Francia se prepara para el retorno de franceses que desde 2012 partieron hacia Siria e Irak para combatir con el ISIS. En febrero habían regresado 323, de los que 68 eran menores.
La relativa calma de la presidencia de Macron en el frente antiterrorista, en contraste con su predecesor, no le ha impedido mantener, hasta el pasado noviembre, el discutido estado de excepción decretado tras los atentados de 2015, ni su sustitución por una ley antiterrorista que mantiene algunas de aquellas principales medidas excepcionales. El presidente también ha mantenido, con pequeñas modificaciones, la llamada Operación Centinela, el despliegue de 10.000 militares por el territorio francés.
Macron, que llegó al poder con 39 años sin experiencia en el ámbito de la seguridad, quiso dejar claro desde el principio que en política antiterrorista mantendría la política de mano dura. Ayer lo ratificó. “Quiero expresar a la nación mi determinación absoluta y la del primer ministro y el Gobierno para llevar a cabo esta lucha”, dijo en un mensaje al país. “Invito a cada uno de nuestros conciudadanos a ser conscientes de la amenaza terrorista, pero también de la fuerza y la resistencia que nuestro pueblo ha demostrado cada vez que ha sido atacado”.