Brasil sigue siendo fiable
La Canarinha, paciente y ordenada, demuestra ante Rusia recursos ofensivos suficientes a pesar de la baja de Neymar
Goleó Brasil a una tierna Rusia en el Luzhniki Arena de Moscú, el estadio que albergará la final del Mundial en julio, con una puesta en escena más práctica que estética. Sin Neymar, todavía inmerso en la recuperación de su pie derecho, La Canarinha mantuvo el atrevimiento que acostumbra con y sin el 10 del PSG, pero llenó de cremalleras el centro del campo. Ha entendido Tite que la irremediable configuración ofensiva de sus jugadores debe convivir con el orden si no quiere entregarse a la anarquía. Si bien Rusia no resultó un obstáculo más que en la primera mitad, tras el primer gol de Miranda, el grupo de Cherchesov se deshizo como un azucarillo y se entregó a un rival que demostró hechuras de equipo bien aleccionado.
Brasil jugó con descaro (Coutinho, Douglas Costa y Willian no entienden el fútbol desde el conservadurismo) pero se remendó la retaguardia con medios bregadores como Casemiro y Paulinho. Quizás el jugador del Barcelona torpedee en ocasiones ese cortafuegos preinstalado y se asome al ataque, pero el medio del Madrid no concibe el acercamiento al campo rival sin motivo aparente. Su presencia en el bloque se presume segura cuando el balón ruede de nuevo en territorio ruso dentro de tres meses y de su armonía con Coutinho, otro de los ejes de Brasil, dependerá el equilibrio de un equipo con múltiples salidas ofensivas que en virtud de su talento tiende irremediablemente al desequilibrio.
Rusia demostró que le queda mucho camino por recorrer y que hay momentos en los que sus debilidades resultan más que evidentes frente a rivales como Brasil. Si bien su orden defensivo sirvió para contener las primeras envestidas, tras el primer gol de Miranda, que remachó un rechace de Akinfeev, se descosió.
Tampoco es que Brasil ejecutase las jugadas con bisturí, pero su superioridad técnica y física le bastaban para encontrar la manera de generar peligro casi sin pretenderlo. Sin apenas subidas por banda de Marcelo o Dani Alves, todo el peso del ataque en los costados fue obra de Willian y Costa. El extremo del Chelsea dispuso de algún remate franco pero no llegó a poner en peligro la portería rusa. Su colega tiró diagonales como un demonio pero no logró culminar ninguna de ellas. De hecho, fue Paulinho el que más ocasiones de gol generó, y antes de marcar el tercer tanto de cabeza, provocó un penalti por agarrón de Golovin que Coutinho transformó con elegancia.
La superioridad brasileña llevó al duelo a un punto de enfrentamiento de patio de colegio entre cursos distintos. A Rusia le costaba arrastrar el balón por el campo, y las pocas ocasiones en las que lograba trasladarlo cerca de Alisson no conseguía preocupar al meta de la Roma. El carrusel de cambios que se produjo a falta de 20 minutos para el final terminó por desvirtuar un encuentro al que le sobraron asaltos. A Brasil le quedó claro que sin Neymar ve rebajadas sus habilidades ofensivas, aunque cuenta con recursos para sobreponerse a ella.