El Pais (Nacional) (ABC)

La UE resiste

La ofensiva de Trump contra Europa debilita sobre todo a Washington

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La política de Donald Trump hacia la Unión Europea y la OTAN no se diferencia mucho del resto de las decisiones que ha tomado el presidente durante sus dos años en la Casa Blanca, que se cumplen mañana: es errática, arrogante, basada en mentiras y graves lagunas de conocimien­to —la ignorancia del mandatario solo es comparable a su osadía—, y, sobre todo, es contraria a los intereses de su país. Hasta ahora, la UE ha salido bastante indemne de la ofensiva dirigida desde Washington, que ha llegado a incluir amenazas directas y groserías diplomátic­as, incluso Trump ha tenido que dar marcha atrás en algunas medidas que tenía en mente, como la imposición de aranceles a la exportació­n de coches, pero eso no quiere decir que la situación no sea potencialm­ente peligrosa, tanto para el continente como para Estados Unidos.

Durante los últimos 70 años, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la relación entre EE UU y Europa ha sido fundamenta­l para la estabilida­d global. La política de Trump no es sin embargo inédita, porque Washington siempre se ha debatido entre el aislacioni­smo y la injerencia. Como muchas otras naciones, ha defendido sus intereses por encima de cualquier valor absoluto. Su discurso sobre la democracia, por ejemplo, tenía límites claros, como ocurrió con su apoyo a regímenes autoritari­os.

Tampoco es la primera crisis grave: la última ruptura de la relación transatlán­tica se produjo durante la invasión de Irak de 2003, pero en aquella ocasión el presidente George W. Bush sí logró abrir profundas brechas, gracias sobre todo al español José María Aznar y al británico Tony Blair. Esta vez, Trump ni siquiera ha conseguido algo así. Los dirigentes de la UE están divididos por muchos motivos pero, por ahora, no sobre la respuesta a la Casa Blanca. Los halcones de Washington han sido, en general, contrarios al proyecto de construcci­ón europea porque considerab­an, con razón, que es mucho más fácil tratar con diferentes países por separado que con una unión de 500 millones de habitantes que trata de igual a igual a gigantes de la economía mundial como EE UU o China.

Tampoco son nuevas ni irracional­es alguna de las peticiones de Trump, como el aumento de los gastos militares de los socios de la OTAN. Barack Obama no se cansó de repetir lo mismo. Con la posición cada vez más hostil de la Rusia de Putin, la UE no puede depender de Washington para su defensa, especialme­nte Alemania y los países del Este. Si se retirase de la OTAN, como ha amenazado Trump, la organizaci­ón quedaría profundame­nte tocada y la defensa del continente, muy expuesta.

El mensaje que el presidente de EE UU ha enviado por ahora a los socios europeos es que necesitan estar más unidos que nunca, como ha ocurrido ante el Brexit. De hecho, los partidario­s de la salida dura de Reino Unido deberían pensárselo dos veces si creen que pueden encontrar un socio fiable al otro lado del Atlántico mientras el magnate inmobiliar­io ocupe la Casa Blanca. Aunque lo ignore, hoy por hoy, al atacar a Europa, el presidente ha creado sobre todo un problema a Estados Unidos, que se encuentra más aislado y más a merced de Moscú que nunca. Quizás por eso el FBI ha llegado a plantearse la extraña pregunta de si Trump estaba trabajando para Rusia.

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