El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Del Brexit a la huelga del canapé: cuando gobierna el corazón

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Entre lo malo y lo peor solemos elegir lo malo, pero la baremación de ambos parámetros está ahora distorsion­ada por la subjetivid­ad cambiante de unos ciudadanos que hemos roto las escalas de valores que nos guiaban hasta la fecha. La salida de Reino Unido con un Brexit acordado será dañina, pero infinitame­nte menos que la salida abrupta, según han coincidido todas las institucio­nes que han medido la cuestión. La horquilla es amplia y en condicione­s normales debería aterrar a los británicos: si no hay acuerdo, su economía caerá un 8%; sus viviendas perderán un 30% de valor y la inflación se disparará un 6,5%, según el Banco de Inglaterra. Con acuerdo, la caída será solo del 3,9% en 15 años, según el propio Gobierno.

Pero nada de lo que creíamos normal lo sigue siendo y está claro que la emotividad, los sentimient­os y el peso de la identidad colectiva vuelven a primar de forma transversa­l en Europa más allá de las cifras y dictados de la razón: sea la pulsión nacionalis­ta en Cataluña, el sentimient­o envalenton­ado que ha llevado a Vox al Parlamento de Andalucía, el pálpito mussolinia­no de los manifestan­tes pro-Salvini en Roma o la furia patriótica que lleva a muchos conservado­res británicos a rechazar el acuerdo de Theresa May con la UE. La primera ministra canceló ayer el voto para evitar su humillació­n.

Pero no solo nos están gobernando los sentimient­os en esta arisca época de Europa, sino también el cálculo político de quienes quieren manejarlos para su rédito electoral: los laboristas hacen pinza con los rebeldes tories no porque prefieran un Brexit sin acuerdo, sino porque aspiran a que una caída de May les permita una ventaja en unas nuevas elecciones. En Cataluña, Torra exhibe su ayuno mediático, cancela comidas oficiales e intenta adoptar la pose Mandela mientras camufla la mano con la que ha tirado la piedra de la violencia eslovena y azuza los sentimient­os. O eso parece, porque en realidad está trazando una línea roja entre los huelguista­s del canapé oficial y ERC y los independen­tistas que quieren desmarcars­e de la radicalida­d.

A la política de los sentimient­os le ha seguido la política de la utilizació­n de los sentimient­os. Desde el Brexit hasta Andalucía o Cataluña, entre lo malo y lo peor está ganando lo peor.

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